Cataluña, entre Waterloo e Ítaca
Junqueras no ha dejado de ser independentista pero sí de creer que hay un camino recto que conduce a ella. Por eso plantea debates más amplios como el que sugiere su lema de campaña: «Va de libertad»
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Iniciar sesiónLas elecciones generales son las que el independentismo considera las menos importantes del ciclo, incluso menos que las europeas, aunque esta vez tienen el aliciente del Barça-Madrid entre Puigdemont y Junqueras. Pero al ser las primeras pueden condicionar el resultado de las ... siguientes y Esquerra espera que signifiquen el principio de su hegemonía y Puigdemont, agotado su proyecto político, sin ideas ni hoja de ruta, apela al voto emocional presentándolas como un plebiscito sobre la legitimidad del «presidente en el exilio».
Junqueras no ha dejado de ser independentista pero sí de creer que hay un camino recto que conduce a ella. Por eso plantea debates más amplios -y más etéreos- como el que sugiere su lema de campaña: «Va de libertad» . Con la teoría de que el independentismo necesita «ensanchar su base social», los republicanos intentan ganar tiempo, instalarse en el centro de la destruída política catalana y ser decisivos en las Cortes, en un eventual gobierno de Pedro Sánchez, y negociar una «salida política» -es decir, el indulto- a la sentencia con que finalmente el Supremo castigue el golpe al Estado que tuvo lugar entre los meses de septiembre y octubre del año del 2017.
Esquerra espera obtener entre 13 y 15 diputados -ahora tiene 9- y aunque las encuestas dan que Puigdemont perderá entre 2 y 4 de los 8 que tiene , son conscientes de que los convergentes están en mínimos históricos y ya será mucho que pierdan uno. Pero su gran esperanza, a la que todo lo fían, es que Iglesias le arañe esta semana entre 10 y 15 diputados a Sánchez para que un PSOE muy debilitado no tenga más remedio que reeditar una suerte de Frente Popular con Podemos e independentistas.
Puigdemont intenta que su ya muy débil llama no se apague y apela al votante más primario y estomacal, sin otra idea que la de bloquearlo todo para generar una falsa épica resistencialista con la que cubrir el fracaso -y el fraude- de su declaración de independencia, con la que además de levantarse contra la democracia engañó y humilló a sus partidarios , haciéndoles creer soldados de una batalla que él fue el primero en cobardemente abandonar, fugándose. En el fondo también espera tener algún peso en el futuro Congreso para poder negociar su situación personal, pero de un lado sabe que su única baza electoral es que, esto, sus posibles votantes no lo sepan, y del otro entiende que es mucho más difícil «solucionar» su condición de procesado rebelde que la de Junqueras, que por lo menos en algún momento se sometió al imperio de la Ley.
Junqueras sabe que le esperan algunos años en prisión además de los que ya ha pasado, pero espera que con un Podemos que tenga amarrado a Pedro Sánchez se imponga la idea de que «Cataluña necesita una solución política», que naturalmente pase por su excarcelación a medio plazo y por algún tipo de referendo o consulta que aunque no sea directamente sobre la independencia dé la sensación de que «los catalanes deciden su futuro». Que Junqueras no haya dejado de ser independentista no significa que no vaya a apurar lo que pueda beneficiarle el posibilismo, desde su indulto hasta todas y cada una de las transacciones y transferencias que pueda incluir el «mayor autogobierno» que anda prometiendo estos días Pedro Sánchez; pero es importante recordar también que este pragmatismo no implica -por el mismo motivo, aunque en dirección contraria- que haya dejado de ser independentista ni que se le pueda considerar un socio estable. Las diferencias con Puigdemont son notables, pero cualquier presidente del Gobierno que se alíe con él lo único que ganará es tiempo y acabar de finiquitar -lo que no es menor-, al forajido de Bélgica.
A pesar de las críticas con que fue despachada la moderada aplicación del artículo 155 que decidió el presidente Rajoy, el independentismo ha sido derrotado y las molestias que hoy causa son las del niño rebelde que enfadado porque sus padres le hayan castigado sin salir el fin de semana, se encierra en la habitación con la música a todo trapo. Darle aire sería un error, la clase de error que los socialistas suelen cometer y que los independentistas quieren que un Pablo Iglesias fuerte acabe de propiciar.
Esquerra espera a ver qué pasa. Junqueras ha aprendido la lección de hacer las cosas cuando no toca, y como Ulises según Kavafis, tiene a Ítaca en su mente pero sabe, como el PNV, que el largo camino, lleno de indultos y transferencias, tenga probablemente mucho más que darle que la incierta llegada.
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