Votar en pandemia: el día de los abstencionistas

Sin mensocabo de los enamorados, el 14-F fue la jornada de la baja participación

Estos son los municipios catalanes que más votos han dado a Vox

Comparativa de los resultados de las elecciones catalanas de 2021 y 2017

Votar en pandemia: el día de los abstecionistas Alejandro García | Vídeo: EP

Hoy es el día de los enamorados’ era el estribillo de la película homónima que emitía TreceTV con el elegante Jorge Rigaud de San Valentín. Con siete grados menos de temperatura y sirimiri, el 14 de febrero debía ser el ... día de los votos, tras el gobierno zombi de Esquerra y Junts por Puigdemont: reyertas, embajadas, paro, NASA catalana, obsesiones identitarias y, lo peor, más de 8.000 ancianos muertos en las residencias. Sin menoscabo de los enamorados, que compran en la pastelería un corazón de frambuesa , el 14-F acabó siendo el día de los abstencionistas.

En la escalera un vecino me advierte. Si vas a primera hora a votar corres el riesgo de que te obliguen a completar la mesa: «Con tanto recurso, si la gente no se presenta...». Pero el consejero asegura «suficientes suplentes de primera y segunda para el 99 por ciento de las mesas». Al vecino no le convence: «No sé ni cómo se llama», replica. «Solé, consejero de varias cosas, condenado a un año de inhabilitación por el 1 de octubre». «Como para fiarse», masculla el vecino. Ya en casa compruebo el luengo marbete de la consejería: ‘Acción Exterior, Relaciones Institucionales y Transparencia’. ¡Ah, claro! Solé sustituyó a Alfred Bosch, dimitido por ocultar meses un caso de acoso sexual en su departamento.

El colega Xavier Rius le preguntó sobre el balance de la fugada Meritxell Serret, antes consejera de Agricultura. ahora delegada de la Generalitat ante la UE (87.000 euros anuales) y el consejero de Transparencia evacuó opacidad: «En una rueda de prensa es imposible resumirlo… El trabajo de Meritxell Serret es evidente y la percepción de la ciudadanía así lo demuestra. Ha tenido un papel relevante en la gestión de los fondos europeos y también ha sido esencial en la gestión de la pandemia».

Desde que la exconsejera de agricultura se piró a Bruselas, no he notado esa «percepción de la ciudadanía» sobre el «papel relevante» de Serret en Europa.Voto en un espacio vecinal cerca de casa, que antes fue sede de la ONCE. Dos colas bien nutridas de ciudadanos aguardan en la calle. La visera del edificio nos protege de una lluvia cada vez más atomizada.

Restricciones en San Valentín

El acceso es fluido. Tras confirmarse que las mesas se han constituido, se incrementa el flujo de votantes. Aunque el tiempo no acompaña, la pareja de abuelos que tengo detrás no descarta comer fuera de casa. «Al fin y al cabo es domingo y el día de los enamorados», argumenta ella. «¿Y eso que tiene que ver? Aunque sea domingo las restricciones son las mismas», zanja él.

«Estas colas se veían antes en los cines», comentan al unísono. Me uno a la plática: «Era el mundo de ayer. Ahora hacemos cola para una mala película con pésimos actores» . El matrimonio, que habla castellano, asiente. Aunque en Cataluña la pandemia mantiene un descenso sostenido con riesgo de rebrote de 300 puntos, índice de transmisión de 0,81, positividad por debajo de 5 y 600 pacientes en UCI, la restauración sigue con horarios acotados: de 7 a 10,30h y de 13 a 16,30h. Para más inri, la climatología adversa dificulta la afluencia a las terrazas.

Como todo el mundo habla de la feria según le va en ella, los resultados enjuiciarán la oportunidad de haber mantenido la cita electoral. Si ganan con claridad los separatistas, que tacharon la negativa de los tribunales a trasladarla al 30 de mayo como un 155 «vigente» (Puigdemont) o «encubierto» (Junqueras) , el 14-F habrá sido una demostración más de la voluntad democrática del ‘poble’; si su mayoría es precaria o el escrutinio arroja una victoria del constitucionalismo, las elecciones serán legales, pero ilegítimas, al haberse celebrado por la ‘imposición’ de los jueces o, como dicen ellos, por la judicialización propia de una baja calidad democrática. Es como el Barça y la Copa del Rey: si queda eliminado, es un torneo antipático y devaluado; si llega a la final y gana, el primer gran trofeo de la temporada.

De lanzar venablos contra la judicatura, el gobierno de la Generalitat pasó a ensalzar la seguridad de ir a votar. No es raro. Las preocupaciones sanitarias del nacionalismo vienen de lejos. En 2003, PSC, Esquerra y Convergencia decidieron en el Pacto del Tinell convertir al PP en apestado. En 2006 Mas firmó ante notario que no pactaría con los populares. En 2021 vuelve el ‘cordón sanitario’: contra Vox por ‘extrema derecha’ (nadie rechaza las ultraizquierdistas CUP); y contra Illa: la propuesta ‘sanitaria’ de una escisión de la ANC rubricada por Junts, Esquerra, PDeCat y los cuperos.

Contra el fascismo

Ir contra el ‘fascismo’ permite intimidar a quien se desvía del ‘mainstream secesionista’. Siguiendo el aserto de Oriana Fallaci -«hay dos tipos de fascistas: los fascistas y los antifascistas»- el siempre inspirado Albert Soler habla de «refascistas» catalanes. Pilar Rahola aplaudió la violencia contra Vox y la ponen en TVE de comentarista superiora en la noche electoral.

Los de Vox, recuerda Soler, no son los primeros «fascistas»: «Antes fueron los de Ciudadanos, y antes los del PP, y han sufrido pintadas intimidatorias los socialistas, y los comunistas, y los periodistas, y se han boicoteado actos en la universidad, y el listado continúa con quien se aparte del pensamiento único que los refascistas consideran que debe imperar. Y nadie dice nada».

A las 13 horas el índice de participación ha caído 12 puntos respecto a 2017: más en Tabarnia (Barcelona y Tarragona) que en la Cataluña independentista (Gerona y Lérida). Inquieta el 25,5 por ciento por ciento de Vic frente al 20 por ciento barcelonés. Hacia las dos de la tarde activistas de Femen sacan pecho ‘antifascista’ cuando Ignacio Garriga vota. Más ‘refascismo’, como el que aflorará cuando se confirme la entrada de Vox en el Parlamento catalán. Marta Botet, la hija ‘youtuber’ de Laura Borràs, está orgullosa de haber participado, con diecisiete años, en el referéndum ilegal de 1-O (se permitía votar a partir de dieciséis).

Ahora que, tres años después, ya puede votar, alguien deberá explicarle que en esta electoral hay un censo de verdad, se vota una vez y no se puede introducir más de una papeleta en las urnas: así podrá discernir entre elecciones legales y el pucherazo que su madre, «hija del 1 de octubre», califica de «mandato democrático» mientras vota «pensando» en ese día. A más abundamiento, en las redes corría una carta atribuida a la Dirección General de Comunicación de la Generalitat con una aclaración suponemos dirigida a los «hijos e hijas» del 1-0: «Esta vez solo se podrá votar una vez por persona y colegio electoral».

La cultura política del secesionismo deja mucho que desear.A las seis de la tarde la participación era de 22’5 puntos menos que en 2017. En las mesas se disponían las epis para recibir a los votantes que están en cuarentena. Crepúsculo, frío y cielo plomizo. Mensajes en los ‘wasaps’ constitucionalistas: «O salimos a votar todos o nos tragamos cuatro años más de independentismo y decadencia económica». Carles Castro demuestra en «Cómo vencer al independentismo en las urnas» (ED) que las mayorías en Cataluña dependen de 300.000 votos tácticos. Una cantidad equivalente al voto por correo… La última esperanza. Trastocar la deriva separatista sería como recibir una carta de amor.

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