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«No habrá días en el calendario para perdonar lo que has hecho». Con tal dureza se dirigió el actual número uno por Guipúzcoa de UPyD, Rubén Múgica, a Zapatero. Fue a través de una carta en la que el hijo del dirigente socialista asesinado por ETA en 1996, Fernando Múgica, reprochaba al presidente que hubiese permitido a Bildu llegar a los ayuntamientos. «Sólo pediamos justicia, pero el Estado nos ha dado la espalda», decía el donostiarra en aquel escrito.
«No me puedo sentir identificado con esa izquierda que se cree exquisita y con derecho a no dar explicaciones de sus actos»
«Rosa puede mandar a estos dos al paro»
«Aquí no hay una guerra, unos matan y otros ponemos los muertos»
Al igual que Rosa Díez, Múgica, perteneciente a una histórica familia del socialismo vasco abandonó el PSE tras 22 años de militancia por «profundas discrepancias» con el partido y por creer que había «otra manera de hacer las cosas».
Fue en marzo de 2008, cuando, según Rubén Múgica, el PSOE y su presidente renunciaron a derrotar a ETA y convirtieron a las víctimas del terrorismo «en mera estadística». Entonces tomó la determinación de abandonar la formación. Una decisión que tomó como político, pero también como víctima, puesto que en su haber figura el haber pasado amargos tragos como el de identificar al asesino de su padre, un descarado Txapote que se negaba a declarar en la Audiencia Nacional.
La «conferencia de la nada»
Abogado de profesión y portavoz del Foro de Ermua, Rubén estuvo también presente en la protesta de víctimas de ETA que se manifestó ante el Palacio de Ayete durante la «Conferencia de paz» (la «conferencia de la nada», como él la llamó). Allí volvió a rechazar la denominación de «conflicto» para referirse al terrorismo etarra y denunció la «estafa» que suponía tal rimbombante encuentro.
Como número dos de Rosa Díez, el descendiente del dirigente socialista Fernando Múgica espera obtener el suficiente respaldo de los españoles para llevar defender en el Congreso algo que siempre ha tenido claro y que él, más que nadie, sabe: que en el País Vasco «no hay una guerra», sino que «unos matan y otros ponemos los muertos».