Zapatillas Munich: de taller remendón a calzar a Iberia
AL PRINCIPIO...
No son alemanas, son catalanas y la X de su logo llegó mucho antes que la de Twitter. «¿Qué hacemos, Elon?», le escribieron al magnate. Su historia, que se remonta a 1939, es la de una empresa familiar que hoy vende casi un millón de deportivas al año
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Iniciar sesiónEn la carretera que nos lleva a Capellades, a una hora de Barcelona, nos cruzamos con un camión de la fábrica que vamos a visitar, la de zapatillas Munich. La X gigante que luce nos recuerda que nada más llegar deberíamos preguntar qué opinan ... de que Twitter les haya copiado el emblema.
No será de lo primero de lo que hablemos. Nada más pisar el taller, uno de los últimos de calzado que quedan en Cataluña, nos cae un ligero rapapolvo. No, ni Inés, la fotógrafa, ni yo, calzamos Munich. Así nos da la bienvenida Xavier Berneda, el director general de Munich Sports, un tipo que le escribió a Elon Musk cuando cambió Twitter de nombre: «¿Qué hacemos, Elon?». El magnate, de momento, no ha contestado.
La X de Munich es una historia más antigua que la de Twitter. Se remonta a 1939. «Tras perder en la Guerra Civil, mi abuelo estuvo en un campo de 'reeducación' nacional y para salir de él le dijo al jefe que sabía hacer zapatos». Sólo un detalle: «Era mentira», apuntilla con guasa el nieto. «Aun así, mi abuelo aseguró que los iba a hacer, los iba a vender y, además, le iba a regalar un par al jefe». Pero, ¿entonces? La familia: Luis no sabía de zapatos, su madre sí. «Ella cosía alpargatas y mi abuelo se había dado cuenta de que en aquellos tiempos los 'refugios' de la gente eran los toros, el fútbol… En Sant Boi de Llobregat, donde vivía, se jugaba al rugby y él decidió ponerse a hacer botas de rugby». En un taller casero. La fábrica en la que estamos hoy se abrió muchos años después, a mediados de los 70.
El 'prêt-à-porter'
«Fueron los franceses quienes estandarizaron las tallas con el 'prêt- à-porter', pero antes la gente se confeccionaba la ropa y los zapatos a medida, y lo que había eran talleres de arreglos y composturas: coger un bajo o remendar una americana heredada. Mi abuelo hacía también botas de fútbol, de esquí… pero no era una fábrica como tal, era un taller remendón, para sobrevivir…», desgrana. El boca a boca se encargó del resto. «Ya sabemos cómo funciona esto: 'Hay un tipo que arregla muy bien los zapatos'», explica Berneda, tercera generación zapatera. También contribuyó que Kubala, estrella del Barça, calzara botas de la casa Berneda. Hoy Munich fabrica más de 850.000 pares al año y el ejercicio pasado superó los 74 millones de euros de facturación.
«Mi abuelo era muy listo», dice, orgulloso Berneda. Un negociante más que vivo del que él aprendió desde niño. Sirva un paseo como ejemplo: «Un día me llevaba por Santander –de allí era su mujer, la abuela de Xavi– con 25 millones de pesetas en cada bolsillo. En aquella época, la misma entidad financiera te daba diferente tipos de interés en cada oficina y él preguntó una por una». El joven Xavi iba inquieto. «Abuelo, llevo 25 millones de pesetas en cada bolsillo, en cualquier momento me pueden atracar», le dijo. «¿Pero quién va a atracar a un chico de 14 años?», le contestó el abuelo con total seguridad. La misma que exhibió cuando por fin logró un tipo de interés que le convenía. «Y cuando ya tenía la mejor oferta le dijo al empleado de banca, por 25 millones, no, por 50».
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Luis Berneda fue el primero en España en hacer botas de fútbol sala, zapatillas de balonmano… Por los tiempos en general y la situación de España en particular no tenía competencia. «Tú no te comprabas unas botas de fútbol de tal marca, te comprabas unas botas para jugar al fútbol», recuerda su nieto. «Le fue muy bien, cuando eres el primero en algo.. Él empezó a hacer relaciones internacionales, a ir a ferias. Y en España faltaba de todo. Los catalanes íbamos a Andorra a comprar queso de bola y otros tantos productos», recuerda el nieto.
Cosa del patronaje
La marca Munich se creó en 1964, ya con la segunda generación. «Es el nombre de un modelo que al final se quedó como marca, con todos los problemas que da por ser el nombre de una ciudad», explica Berneda. No sólo empresariales. A él, de vez en cuando, alguien le pregunta por «el alemán». Por su jefe. Él se ríe. Y hasta recuerda una vez que uno de sus amigos se metió en un lío más allá de las palabras para demostrar que el Xavi era el verdadero CEO de Munich.
El nombre se eligió para darle caché al producto. «Lo extranjero sonaba mejor: se pensó en Munich, en Zúrich…» ¿Y la X? La respuesta es menos romántica: «La X es una solución de patronaje, para tapar el zigzag de la unión de piezas». Hoy la llevan, de Europa a Asia, en más de 40 países y además, surca los cielos de otros tantos. «Un día nos llamó Teresa Helbig, la diseñadora iba a hacer una equipación deportiva para Iberia», recuerda Berneda. Helbig calzó con tenis a la tripulación de cabina. «Cada vez que subo en un vuelo de Iberia les pregunto y me dicen qué están encantados», confiesa Berneda. Pellizco de orgullo. Munich ha colaborado también con casas como Lexus, los hermanos Torres, la cerveza Moritz…
En la web ofrecen un servicio de personalización de diseños. Esa opción, en 2017, puso a la firma en la palestra política. Berneda, parapentista, estaba aquellos días en Brasil. «Un político de Convergencia –en ese momento ya PDeCat– hizo un montaje con nuestro sistema y puso el dibujo en un foro», rememora. En él se veía una zapatilla Munich con un «Sí» bordado. Berneda continúa: «Alguien hizo una foto y luego pusieron «Munich no tiene miedo».
La realidad, afirma Berneda, «es que aquella zapatilla nunca se encargó, nunca se vendió y nunca se compró». Pero les llovieron críticas por ambos lados. La firma envió un comunicado recordando que en ninguna caso Munich se había posicionado ni dado su consentimiento para que el grupo político hablara en su nombre. El directivo respondió directa y 'empresarialmente' a alguna crítica: «A alguien llegué a decirle: mira, hoy es 11 de septiembre, ¿tú crees que si yo quiero vender zapatillas con un sí no hubiera hecho una preventa y hubiera lanzado una campaña hace dos meses para vender 300.000 pares?».
Pequeña anécdota política en la trayectoria de una compañía que pasó verdaderos aprietos, recuerda Berneda, hace una década. «El peor momento fue la transición de la segunda a la tercera generación». Su padre y su tío habían heredado el negocio del abuelo. Cuando su tío murió, «los herederos intentamos convivir». No fue bien. «Mis primas nos despidieron a mi hermano y a mí. Traumático», recuerda. «Ellas no entendían el negocio, la compañía perdió mucho dinero pero no te voy a decir cuánto», relata Berneda. Al final, los hermanos lograron recomprar la compañía y volver a ponerse al mando. Corría 2012.
Llegó la moda
Relanzaron entonces la firma que en 1999 habían metido en un nuevo nicho. Más allá del calzado deportivo. «Nos lanzamos al mercado de moda». Como ocurre tantas veces, al principio a Berneda le dijeron que «estaba loco». Fue imparable. Occidente estaba, como haría luego Iberia, bajándose de los tacones y del calzado de vestir.
A pesar de sus años al frente de Munich, Berneda tiene una cosa clara: «Es matemáticamente improbable que yo sea el mejor director general para esta compañía porque yo tenga el apellido que tenga. Si lo he sido, es pura casualidad. En este caso soy yo. Pero, mira, me tiro piedras, hay mucha más gente que lo haría mejor».
—¿Pero le ha ido bien?
—Sí, porque me han educado con un palo. Yo en esta fábrica he desatascado lavabos. He cortados pieles en Igualada. Estuve en Alicante trabajando la goma. Y como a mi padre no le gustaba viajar en avión, enseguida empecé a viajar a China, a Taiwán... No estudié, pero conozco el oficio y esa es una palabra que se está perdiendo.
El oficio, el legado familiar. «Mi abuelo llamaba a los bancos para recordarles que no le habían enviado la cesta de Navidad. Luego la repartía, pero la exigía. Y sí, obligaba a los empleados a venir con Munich. Si venían sin ellas, les preguntaba: 'dime ¿qué he hecho mal?'».
Y queda claro que Xavier Berneda aprendió bastante de su abuelo.
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