El vigoroso y sostenible negocio del champú sólido
Grandes marcas y pequeños proyectos locales apuestan por estos productos de reducido impacto ambiental y cada vez más consolidados en el mercado
La nueva piel tecnológica del sector cosmético

Un acto tan cotidiano como lavarse el pelo puede convertirse en un guiño al planeta. El champú sólido abarca cada vez más cuota de mercado, con una gama en los lineales de cualquier supermercado adaptada a múltiples preferencias y necesidades. Este formato transciende la mera ... función estética, proporcionando no solo limpieza y nutrición al cabello, sino un mínimo impacto en el medio ambiente. «Es una tendencia en crecimiento, sobre todo, entre la población más joven debido a la creciente conciencia sobre la sostenibilidad y la reducción del consumo de plástico», asegura Verónica Diez, fundadora de Banbu.
De este modo, el cliente es el último eslabón en la cadena, y su apoyo a este tipo de cosmética forma parte de sus nuevos hábitos de consumo, puesto que «el consumidor es mucho más responsable, exigente y consciente», indican desde Lush.
Sin apenas agua
Las marcas, tanto aquellas con una dilatada trayectoria como las iniciativas locales, se han volcado con este símbolo del movimiento 'zero waste'. La reputación corporativa escala posiciones al poner el foco en un producto que se obtiene sin apenas usar agua, que prescinde de los envases de plástico y que ocupa menos espacio, optimizando su almacenamiento y transporte. Además, hacer las paces con el planeta también conlleva un ahorro, ya que una sola pastilla puede durar lo mismo que tres envases de 250 ml de champú normal. «Es muy complicado que la cosmética sólida sustituya a la convencional por completo», confiesan desde La Chinata, pero también aseguran que «cada vez más personas apostarán por este formato por su comodidad, durabilidad, resultados y sostenibilidad».
Fabricación eficiente
Aunque es ahora cuando el uso del champú sólido se está consolidado, hay que viajar hasta 1987 para encontrar su génesis. Fue una de las primeras patentes de Lush, alumbrada por su confundadora, Mo Constantine y el químico cosmético Stan Krysztal. Esta marca pionera desarrolla sus pastillas, que cuentan con 11 variantes y proporcionan hasta 80 lavados, a mano y sin testar en animales. Sus champús tienen «una base limpiadora derivada de los ácidos grasos del coco a la que se le añaden los beneficios de diferentes ingredientes naturales, que incluyen infusiones de diferentes plantas, zumos de frutas, aceites esenciales y mantecas orgánicas», comentan.
Ramón Pardo, director general de Jabones Pardo, resume el proceso que siguen en su fábrica de Fuenlabrada: «Primero se realiza un amasado a temperatura ambiente de las diferentes materias primas que se emplean en la formulación, y posteriormente se le da forma a la pastilla mediante un proceso de compresión, extrusión y troquelado. Finalmente, lo envasamos en cajas fabricadas con cartón reciclado». Por su parte, desde La Chinata revelan que la elaboración de su champú «se lleva a cabo a temperaturas relativamente altas para fundir parte de los ingredientes naturales que lo componen». Lo fundamental es que la mezcla se supervise y se realice cuidadosamente para moldearla y dejarla enfriar.
En un momento en el que una sequía histórica está en boca de todos, el champú sólido se erige como una buena alternativa. Cristina Castillo, farmacéutica y product manager de Klorane, declara que la huella hídrica de este producto es mínima, «ya que se reduce en un 98% el agua que se utiliza en su fabricación».
La tecnología colabora en el ahorro de este elemento. «El agua que utilizamos para bajar la temperatura del champú recircula a través de un refrigerador, por lo que está en constante proceso de reciclado», afirman desde La Chinata. Pero el compromiso medioambiental del fabricante puede ir mucho más allá. En Jabones Pardo utilizan energía fotovoltaica: «Hemos instalado nuevos depósitos inteligentes para los aceites vegetales que mantienen una temperatura estable y evitan fugas de calor durante el almacenamiento de estas materias primas, ahorrando 185 toneladas de CO2 al año».
El ahorro de agua es un extraordinario tanto a favor de la sostenibilidad, pero no el único. La huella de carbono generada por de este hito cosmético también cae a niveles mínimos. En primer lugar, no se necesitan tantos metros cuadrados para el almacenamiento, pero tampoco se requieren tantos viajes para su distribución. «Al ser más compactos y livianos, se requiere menos espacio y energía durante el transporte», explica Diez. Desde Lush, echan las cuentas: «Un camión lleno de pastillas de champú sólido equivale a los mismos lavados que 15 camiones de producto líquido».
Envoltorio verde
La otra gran ventaja del champú sólido es su 'packaging', que en la mayoría de los casos queda reducida a una simple caja de cartón reciclado, relegando el embotellado al olvido. «El objetivo de esta cosmética es generar 0% de residuos, pues ahorramos un 97% de embalaje», estima Castillo. Desde Banbu añaden que, «al no necesitar envases plásticos, se reduce el consumo de materiales y la energía requerida para su producción». Lush ilustra este hecho con otro ejemplo: «En los últimos 14 años, hemos vendido 60 millones de champús sólidos, lo que ha hecho que 180 millones de botellas no hayan tenido que fabricarse, ahorrando al planeta 4.300 toneladas de plástico».
Al margen del continente, está el contenido, que tiene que atender a una formulación cercana al 100% de origen natural. De nada sirve preconizar una manufactura impecable si existe una alta concentración de ingredientes potencialmente contaminantes que supone un peligro para los ecosistemas acuáticos. El catálogo de sustancias dañinas es amplio: tensioactivos aniónicos como el SLS (Sodium Lauryl Sulfate) o el SLES (Sodium Lauryl Ether Sulfate), parabenos, siliconas, tintes y perfumes sintéticos… En Pardo usan «una base tensioactiva biodegradable a una concentración de 2mg/l que ha demostrado un excelente potencial de degradación en entornos de agua dulce pocos días después de su utilización».
Sostenibilidad
Para evitar causar estragos en el medioambiente, desde Banbu subrayan la importancia de «leer las etiquetas y buscar certificaciones o sellos que respalden las afirmaciones de sostenibilidad». En su caso cuentan con el visto bueno de Cosmos y Eco Label.
En Klorane han desarrollado una iniciativa propia: el Green Impact Index, un índice que avalúa el impacto medioambiental y social de sus productos, clasificándolos de la A a la D. En este sentido, los champús sólidos de esta firma obtienen una clasificación A. La elección final es del cliente, pero es esencial que sepa «qué está comprando, cuál es el origen de los ingredientes y qué proyectos éticos hay detrás de una marca», matizan desde Lush.
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