El último enroque de Nokia

Con las grandes tecnológicas elevando inversiones para liderar el despliegue de la inteligencia artificial, Nokia ha optado de nuevo por una estrategia defensiva y ha anunciado 14.000 despidos para blindar su rentabilidad

La exitosa compañía finlandesa, que llegó a dominar el mercado de ventas de teléfonos móviles hasta la irrupción de los 'smartphones', acumula una década tratando de encontrar su hueco en el mercado

Arto Nummela, CEO de Nokia-HMD, en la presentación del nuevo Nokia 3310 en el Mobile EP

Para la generación que inició su vida profesional en los años 90, Nokia fue mucho más que la marca de su primer teléfono móvil. La finlandesa fue la primera en asociar dos realidades hasta entonces inconexas: Internet y teléfono, cambiándonos la vida y obteniendo ... beneficios estratosféricos. En 1998, Nokia superó a Motorola y vendió 40 millones de teléfonos móviles en todo el mundo. Un cuarto de siglo después la compañía acaba de anunciar 14.000 despidos por una cuestión de pura supervivencia. El fabricante finlandés, que un día estuvo a la vanguardia de los avances tecnológicos, reacciona así a la desafección de los consumidores y a su propia incapacidad para estar al día, debido a la falta de inversiones en 5G. Esta es una historia sobre la caída de un gigante y sobre lo decisivas que resultan las inversiones en el sector tecnológico.

El 15 de agosto de 1996 apareció en el mercado el Nokia 9000 Communicator, una oficina de bolsillo que pesaba medio kilo y costaba el equivalente a 1.350 euros . Con apenas unos pocos clics, el usuario podía abrir una agenda telefónica, un calendario o una especie de navegador para Internet, por entonces un territorio inexplorado por la mayoría de los fabricantes.

Sólo se lo podían permitir los 'yuppies' de alto nivel, y ninguno quería prescindir del artilugio. Finlandia presumía de su empresa tecnológica, ubicada en la ciudad de Salo, que cambió su nombre por el de 'Nokiatown'. Su Nokia 3310, apodado globalmente como 'el ladrillo' y en torno al cual creció una leyenda urbana que afirmaba que su batería no se agotaba nunca, llegó a vender 437 millones de unidades, alcanzando la categoría de clásico de la telefonía móvil. En 1999, con el Nokia 7110, ya había alcanzado la tercera generación de comunicaciones móviles y su estrella ascendía imparable con cuotas de mercado que llegaron a rondar el 50%. Todo cambió el 9 de enero de 2007, cuando Steve Jobs presentó el iPhone Ios. La pantalla de los modelos Nokia y sus minúsculos teclados quedaron obsoletos frente a las pantallas táctiles y la novedosa interfaz para navegar por Internet de Apple. Los directivos de Nokia incurrieron entonces en un flagrante fallo de valoración. «El iPhohe no es más que un producto de nicho», comentó el CEO de la compañía, Olli-Pekka. Diez palabras con las que sentenció a muerte a la empresa.

A los pioneros como Nokia, Motorola y Blackberry la revolución que trajo Steve Jobs les cogió por sorpresa y pasaron años luchando por encontrar una respuesta. El declive de los finlandeses se aceleró en 2011, cundo los desarrolladores de Nokia no pudieron renovar su sistema Symbian para convertirlo en una alternativa atractiva al iOs de Apple o al Android de Google. Nokia no había reaccionado a tiempo al salto que supuso el smartphone, que más que un teléfono ofrecía una nueva forma de vida. Y los retrasos, en el mundo tecnológico se pagan caros.

En 2011, Nokia presentó números rojos por primera vez desde la popularización del móvil como producto de masas y optó por una jugada de enroque. La compañía todavía estaba tratando de sacar al mercado sus propios smartphones, pero los modelos eran demasiado atrasados respecto a la competencia. El entonces director ejecutivo, Stephen Elop, calificó a la compañía como una «plataforma petrolera en llamas» en la carta a la plantilla en la que les anunció la primera ola de despidos, cerca de 8.000 -casi todos en Finlandia, Dinamarca y Reino Unido-, el 12% de la plantilla, para reducir los gastos en más de mil millones de dólares. En 2013, el nombre de Nokia había desaparecido del mapa de las comunicaciones móviles.

Ese mismo año, muchas fábricas cerraron en 'Nokiatown' y la economía de Finlandia entró en crisis. La división de telefonía móvil se vendió finalmente a Microsoft por 7,2 millones de dólares y Nokia intentó reinventarse a lomos del prestigio de la marca.

Desde que se hizo con su competidor francés Alcatel-Lucent a principios de 2016 se hizo un hueco en el negocio de las líneas fijas, pero cada día era más difícil asegurar el acceso. Los operadores móviles han construido la mayor parte de la infraestructura 5G. Huawei y otros rivales chinos atacaban con precios muy competitivos, mientras Nokia seguía centrada en reducir costes, en lugar de realizar inversiones. Ese fue un segundo error de bulto: Nokia contaba todavía con miles de millones en sus cuentas, que atesoraba desde los buenos tiempos, pero optó por no ponerlos sobre la mesa. Se produjeron otros 15.000 despidos. La compañía finlandesa se involucró en la startup gala Withingsm para diversificar el negocio y vender productos de salud conectados digitalmente en red, como relojes inteligentes con rastreadores de actividad, monitores de frecuencia cardíaca y funciones de registro del sueño, termómetros infrarrojos o básculas con medición de masa corporal. En 2015, lanzó Ozo: una cámara de realidad virtual para el mundo del cine cuyo precio era de 40.000 dólares, pero no alumbró productos de consumo masivo y en 2020 llegó otra ola de despidos.

La última jugada de Nokia

Ahora, con el sector tecnológico volcado en nuevas inversiones para no perder la ola de la siguiente evolución, la de la Inteligencia Artificial, Nokia ha decidido despedir a 14.000 empleados de su plantilla para hacer frente a la disminución de la demanda y para ahorrar hasta 1.200 millones de euros de aquí a 2026. Tras estos ajustes, Nokia será una organización que contará con entre 72.000 y 77.000 empleados, en comparación con los 86.000 trabajadores tiene hoy. La dirección actúa de nuevo en modo defensivo, con el temor de vislumbrar en el horizonte una recesión que previsiblemente afectará a toda Europa.

En la presentación de resultados del tercer trimestre, que ha tenido lugar esta semana, la empresa apunta a las subidas de tipos y a la ralentización económica como los motivos de su decisión. Espera reducir la demanda de equipamientos y contener la respiración hasta que pase la tormenta, hibernando en cifras irrisorias, en comparación con las que un día tuvo. «La escala exacta del programa (de ajuste) dependerá de la evolución de la demanda del mercado final. Se espera que el programa genere ahorros, pero la magnitud dependerá de la inflación», asume la compañía.

Nokia obtuvo un beneficio neto de 139 millones de euros entre julio y septiembre, un 67% menos que en tercer trimestre de 2022, y sus ingresos cayeron un 20%, hasta los 4.982 millones de euros. El actual consejero delegado de la compañía, Pekka Lundmark, lamentó la reestructuración de una plantilla «de inmenso talento», pero defendió que «disminuir la base de costes es un paso necesario para ajustarnos a la incertidumbre del mercado y asegurar nuestra rentabilidad a largo plazo». «Las decisiones comerciales más difíciles de tomar son las que impactan a nuestra gente», insistió.

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