Las subidas del salario mínimo se cebaron con el empleo en los negocios más pequeños
Fedea sostiene que hubo un «impacto significativo» disparando los contratos parciales y la rotación de plantillas tras las primeras alzas de 2019
Yolanda Díaz quiere subir el SMI de forma automática cada año a partir de ahora

Las primeras subidas del salario mínimo interprofesional (SMI) que el Gobierno de Pedro Sánchez aprobó nada más llegar a la Moncloa en 2018 provocaron una destrucción de empleo generalizada en los pequeños negocios, la base de la economía española; arrastró su onda ... expansiva a las medianas empresas y se dejó sentir en toda el mercado laboral con el impulso de los contratos a tiempo parcial y una rotación mayor de los puestos de trabajo que la que había hasta hace seis años.
Así lo indica el estudio elaborado por Fedea sobre el impacto del SMI en el que apunta que la destrucción de empleo fue del 4,5% en las pymes y que España redujo el crecimiento del trabajo hasta un 1% con respecto al que venía experimentando hasta la espiral de subidas que ha continuado hasta este año, impulsadas por la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz.
El análisis de Fedea sostiene que aquellas medidas tuvieron un impacto «muy significativo» en el tejido empresarial de pequeñas empresas y autónomos que tienen contratadas a pocas personas para sus negocios. En concreto, el estudio apunta que «se destruyó claramente en las más pequeñas, porque la subida del SMI se comió el crecimiento del empleo y más allá«, según ha explicado Marcel Jansen, uno de los autores del estudio.
Se trata de la primera conclusión tan contundente que ofrece un organismo independiente sobre la espiral de alzas del SMI, que ha llegado este año hasta los 1.184 euros al mes. El único estudio similar al de Fedea fue el elaborado por el Banco de España en 2021, donde apuntaba que aquella medida provocó que se hubieran dejado de activar unos 100.000 puestos de trabajo. Pero no se indicaba el impacto en las pymes, como ahora se materializa.
Además, Fedea concluye que esos efectos se han dejado notar en toda la economía «a pesar de que se ha seguido creando empleo en estos años», hasta superar los 21 millones de afiliados en la actualidad. Las sombras de estos registros esconden que España ha reducido el ritmo de crecimiento del empleo entre 0,5 y un punto porcentual, con respecto al ritmo acelerado que venía experimentando hasta 2019, cuando mejoraba un 3%.
Otra de las sombras de las subidas del SMI está vinculada a las condiciones laborales de los trabajadores. En este sentido, el estudio de Fedea apunta a que las empresas «no solo han despedido, sino que no han contratado y, a la vez, lo han hecho con trabajos parciales y cada vez con más rotación«. Es decir, los pequeños empresarios, que han sido los más afectados en términos económicos por estas decisiones que tomó el Ejecutivo de coalición hace seis años, han derivado precisamente en formalizar trabajos con duraciones inferiores a las ocho horas diarias como vía para amortiguar sus estructuras. De hecho, a principios de año, España alcanzó el récord de tres millones de trabajadores en estas circunstancias, de los que la mitad lo hacen sin haberlo demandado y no tener otra opción. Señala que en 2019 había un 27% de rotación de los puestos de trabajo, una tendencia que se ha consolidado con las subidas del salario mínimo. Y alega que también se ha recurrido a la figura del fijo discontinuo para solventar esta situación.
El perfil de los empleos que se han visto lastrados en los últimos años por estas alzas del sueldo mínimo han sido los jóvenes, mujeres y los puestos de trabajo menos forados, insiste el informe.
Además, Marcel Jansen ha advertido sobre el hecho de que «los ajustes pueden ser importantes» si llega una época de recesión. Ha anticipado que cuando llegue una etapa económica de menor crecimiento, los efectos sobre determinados tipos de empleos vinculados al SMI pueden ser mucho mayores de lo esperado. Por ello, ha pedido que ante cada subida que se plantee el Ministerio de Trabajo, se analicen los impactos positivos -que los hay, en términos de renta y poder adquisitivo- como negativos.
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