Una revolución arquitectónica con vistas a la naturaleza
La arquitectura bioclimática, que intenta integrar los edificios en su entorno para optimizar el confort térmico y mejorar la eficiencia energética, busca su lugar en España
La innovación da una nueva consistencia a la rehabilitación de edificios

La arquitectura bioclimática busca diseñar (o reformar) edificios para que se integren con el entorno natural y así aprovechar las condiciones locales con el propósito de optimizar el confort térmico y limitar el consumo energético. Esta manera inteligente de construir usa los recursos a su ... alcance, como la ubicación, el sol, el viento y la vegetación para crear espacios saludables y eficientes. La arquitectura pasiva bioclimática puede reducir el consumo energético hasta un 90%.
Jade Serra, socia en Slow Studio, aclara cuáles son los factores que se tienen en cuenta antes de diseñar una vivienda de este tipo: «La sostenibilidad marca la reducción de demanda energética, de carbono y de impacto medioambiental, y la elección de materiales». Las herramientas las pone la naturaleza, indica la arquitecta: «La orientación solar, la renovación del aire o la ventilación cruzada permiten minimizar el consumo, porque nos beneficiamos de la energía que nos proporcionan los medios naturales». «Los materiales utilizados deben ser de procedencia local, saludables, que no incorporen tóxicos y que estén enfocados en la estrategia bioclimática», añade.
Milenario
Esos componentes llevan millones de años en la historia de la humanidad, afirma: «Tierra, cal, madera, ladrillo cerámico o cocido, fibras vegetales, corcho, lana, fibra de madera…». La innovación pretende recuperar técnicas tradicionales y mejorarlas. «Lo más novedoso con lo que estamos centrados en el estudio ―expone― son bloques de tierra compactada, fabricados en la misma factoría donde se hacen los bloques de hormigón industrializados, pero en lugar de utilizar el cemento como ligante se hace con cal».
Esta técnica se está desarrollando en Alemania en gran formato. En Lérida se localiza la primera instalación que realiza bloques de tierra. En Mallorca, para vivienda pública (edificios de cuatro y cinco plantas) se ha empleado este método, incluso hacen bloques con las ruinas de edificios que se han tenido que derribar. En los últimos años, el Slow Studio está favoreciendo un modelo de comunidad de viviendas en formato de autopromoción: «Actualmente, tenemos dos proyectos en marcha, en Girona y en el Vallés. Creo que va a ser un cambio de paradigma porque a la sostenibilidad medioambiental se une la sostenibilidad social y económica».
La calidad de vida es objetivo de los arquitectos especializados en el bioclimatismo, expresa Serra: «El confort y el bienestar que impulsa la construcción sostenible está muy vinculado a la salud, porque en el momento en que se logra un confort térmico mediante medios naturales, si evito activar la climatización o la calefacción, conseguimos una salud ambiental de forma natural». «Conviene destacar la salud emocional o mental que también se genera», apunta.
Ahorros futuros
¿Pero las viviendas bioclimáticas son más caras que las 'normales'? Gorka Álvarez, socio de Ruiz-Larrea Arquitectura y director de Diseño, estima que un diseño pasivo termina causando «un ahorro en producción y consumo de instalaciones y medios mecánicos». Como especialista en diseño bioclimático de edificios, considera que «el Código Técnico de Edificación en España y otra serie de normativas ya están obligando a construir un edificio de baja demanda energética».
El camino para alcanzar los estándares tiene dos vías, según Álvarez: «A través de materiales de alto coste, como ventanas o soluciones de fachadas con mayor aislamiento, o se puede hacer partiendo de un diseño previo en el que se optimizan orientaciones, protecciones, elementos que favorecen las condiciones de control del propio edificio».
El producto estrella de la arquitectura bioclimática, para el socio de Ruiz-Larrea Arquitectura, es la madera. «El impacto a nivel transversal ―comenta― resulta infinitamente inferior al hormigón o el acero. En cuanto al resto de materiales utilizados en la edificación, nosotros tendemos, sobre todo en el aislamiento térmico, a evitar aquellos que procedan de derivados del petróleo, y queremos que sean naturales y estémuy clara la trazabilidad de su origen».

De los proyectos del estudio, destaca Carabanchel 34, hogares de la Empresa Municipal de Vivienda (EMV), de alquiler con protección oficial. Fueron las primeras viviendas colectivas passivhaus de Madrid. «Hacer casas para personas desfavorecidas, que apenas tenga coste el consumo de calefacción y de refrigeración, sin gasto energético para climatizarla, nos parece muy importante», dice. «Carabanchel 34 es un ejemplo de un edificio de vivienda pública, de alquiler, bien construido en un proceso de diseño cuidadoso y de una aplicación material y de un control de la ejecución muy preciso», apostilla.
Sobre las últimas investigaciones en torno a las viviendas bioclimáticas, Álvarez se inclina por las envolventes, «fachadas que sean capaces de transformar su configuración para modificar sus prestaciones; es decir, que la envolvente del edificio deje de ser una un elemento estático para convertirse en uno dinámico». «Que tu fachada, cuando realmente necesite estar muy aislada, lo esté, pero al mismo tiempo, cuando el cambio estacional exija cambios, que tenga la capacidad de adaptarse y mutar», sentencia.
El concepto de biomímesis se inspira en las posibilidades de la naturaleza para resolver desafíos que afrontamos los seres humanos. «Mi investigación se centra en cómo se pueden aplicar las estrategias, los mecanismos de los seres vivos en el entorno natural, especialmente las adaptaciones a su hábitat concreto. A partir de este conocimiento, se pueden diseñar edificios y ciudades que se parezcan más al funcionamiento de la naturaleza; los núcleos urbanos se desarrollarían como ecosistemas saludables para las personas y el planeta».
Así lo explica Marlén López, doctora arquitecta y cofundadora del Laboratorio Biomimético (localizado en Ladines, en el parque natural de Redes, en Asturias), donde se ocupa de la educación y la divulgación científica.
La tesis doctoral de López en la Universidad de Oviedo describe cómo las hojas de los árboles se pueden adaptar de manera eficiente a las condiciones climáticas de cada lugar: «Podemos diseñar las envolventes de los edificios lo más parecido posible a cómo funcionan esas hojas». Se prototipó y se validó un proyecto centrado en una planta de crecimiento almohadillado que tiene la capacidad de gestionar bajadas de temperatura y que crea un microclima interior. El grupo Giconsime, de la Universidad de Oviedo, lo sigue investigando. «Esto se puede trasladar a un sistema para fachadas y aprovechar de manera pasiva las condiciones de soleamiento para hacer unas burbujas de calor y que ese calor durante la noche se vaya transfiriendo», argumenta.
Otro ejemplo. La ciudad esponja constituye una posible solución para los devastadores efectos de una DANA como la que ha asolado distintas localidades de la Comunidad Valenciana y Castilla la Mancha. Consiste en implantar superficies porosas para absorber el agua, a la manera de parques inundables o fachadas verdes. Así podrían prevenirse inundaciones y las sequías, con el almacenamiento de agua y ejerciendo como depuradora.
En China, ciudades como Xiamen, Baicheng o Jiang ya lo han adaptado. Shanghái ha amoldado parte de sus infraestructuras al modelo. En Europa, Berlín también explora en este sentido. «Este diseño resulta ideal para ciudades que están a cotas muy bajas, casi a nivel del mar, y que sufren el impacto negativo de lluvias intensas, porque reciben una acumulación de agua en momentos determinados. La propuesta se basa en crear unas áreas tipo humedales, sin tanto asfalto, sin tanto suelo duro, sin edificaciones», relata la experta. Además, el Laboratorio tiene una línea de investigación de biomateriales orgánicos para utilizar el producto en diseño de interiorismo. Manuel Persa está al frente de este trabajo.
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