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Radiografía de las casas prefabricadas en España: construir viviendas como Legos

Aunque los edificios que salen de una fábrica no suponen ni el 2% del total, la mecanización del sector acortaría los plazos de entrega y aliviaría la falta de mano de obra. Una solución más para paliar el déficit de 600.000 inmuebles que hay en España

¿Se puede construir una casa prefabricada en cualquier tipo de terreno?

Una promoción de viviendas modulares de Sismo en construcción en Matalascañas Alberto Díaz // Vídeo: ABC Multimedia
Helena Cortés

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Seguimos construyendo nuestros hogares como los sumerios nos enseñaron hace miles de años: apilando ladrillos. Al menos el 98% de ellos. Porque hay casi un 2% de las nuevas edificaciones en España (1.115 viviendas entregadas en 2022 y 1.585 en 2023) que convierten a las máquinas en unos aplicadísimos albañiles, según el último informe elaborado por la consultora Alimarket. Así, aunque los cimientos se levantan como en cualquier construcción tradicional, el resto de las estructuras y elementos (o parte de ellos) se crean previamente en una fábrica, de tal forma que en obra solo hay que ensamblarlos. Como si fueran unos juguetes de Lego. O como en la cadena de montaje de un automóvil.

«Las viviendas industrializadas ya no son esas casas prefabricadas sin cimientos que se llevan hasta el emplazamiento final (también llamadas 'mobile homes'), ni aquellas construcciones de barrios marginales de los años setenta. Ahora, el concepto es más abierto: con módulos producidos en cadena se puede dar forma a edificios de todo tipo: pisos, bloques de oficinas, hospitales...», explica Ignasi Pérez, arquitecto y director del Congreso Nacional de Arquitectura Avanzada y Construcción 4.0. Y pueden ser desde modestos hogares de madera hasta verdaderas urbanizaciones de lujo.

Esta revolución industrial –que ya se aplica en el 50% de las obras de Países Bajos y Suecia– permite rebajar los gastos en la construcción entre un 15% y un 20%, según las estimaciones de Alimarket, y reducir los plazos de entrega entre un 40% y un 50%. De ahí que muchos vean en estos sistemas una solución para aliviar el déficit de vivienda que sufre nuestro país, que el Banco de España cifró hace una semana en 600.000 hogares. Para cubrir la actual demanda, calcula el regulador, en los próximos diez años sería necesario incrementar en más de un 150% la producción anual media, situada desde 2021 en torno a las 90.000 unidades. De hecho, hace un par de semanas el Gobierno –que prometió sacar al mercado 184.000 inmuebles de alquiler asequible– se reunió con el sector inmobiliario y anunció que agilizará los trámites para otorgar licencias y facilitará la financiación de proyectos de vivienda industrializada.

Sin nuevas vocaciones

Más allá de las ventajas de estos modelos, plantea Juan Carlos Cabrero, director del máster de Técnico Especialista en Construcción industrializada del Colegio de Aparejadores de Madrid, hay otros factores que en un futuro obligarán a acelerar el ritmo de industrialización de nuestras obras. En primer lugar, la normativa es cada vez más exigente en cuestiones de eficiencia energética, algo que solo se puede conseguir con cerramientos industrializados. Pero hay otro problema aún más acuciante: la falta de mano de obra. De hecho, según datos del INE citados por BBVA Research, la construcción es el sector donde más ha aumentado el número de vacantes sin cubrir desde 2016 y el envejecimiento de sus trabajadores es preocupante: la edad media ha pasado de 37,3 años en 2007 a 45,1 en 2022. Además, la mujer apenas ocupa un 10% de los puestos. «¿Y por qué a los jóvenes no les gusta la obra? Somos un sector líder en siniestralidad laboral, no se han recuperado los salarios previos a la burbuja y mucha gente que se cambió de ocupación no quiere volver porque ya ha rehecho su vida en otro oficio», apunta Cabrero. «Si quisiéramos duplicar o incluso simplemente aumentar la producción de inmuebles tendríamos un problemón no solo de operarios, sino hasta de aparejadores. No tenemos mano de obra y sí la necesidad social de garantizar el acceso a la vivienda a dos generaciones, los millennials y la generación Z, que hoy en día no pueden acceder a este mercado».

En la promotora AEDAS Homes pronto vieron que la mano de obra iba a ser un problema a corto plazo, así que empezaron a incorporar la industrialización a sus procesos en 2018, relata José María Quirós, delegado de la rama en la compañía. Además, así podían reducir los plazos de entrega (y por tanto aumentar la rentabilidad) y mejorar la calidad del producto final y su eficiencia energética. Hoy, el 25% de sus promociones incluyen elementos prefabricados. A nivel de usuario, indica este promotor, la diferencia respecto a la construcción tradicional es imperceptible en el interior. Sí se nota en el ahorro en las facturas de la luz y el gas y en el servicio posventa: las máquinas no cometen los fallos que sí puede tener cualquier obrero.

No obstante, de momento, para el comprador estos hogares no tienen por qué ser más económicos. Al final, dice el portavoz del Colegio de Aparejadores, la construcción supone el 30 o el 35% del precio de la vivienda, a lo que hay que añadir el suelo, los costes financieros, impuestos... «A medida que se vayan haciendo más construcciones de este tipo se reducirán los precios. De momento estamos en una fase de equilibrio de costes. Nosotros asociamos industrialización a mejor calidad», asegura Quirós, que cree que la adopción de estos sistemas es cada vez mayor.

De hecho, señala, hace seis años apenas había un par de fábricas de componentes, mientras que hoy tienen muchos más proveedores donde elegir y con un producto más desarrollado, en constante evolución y a precios cada vez más competitivos gracias a la robotización y mecanización.

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Fuente: Alimarket Construcción / ABC

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Fuente: Alimarket Construcción / ABC

En Sismo Spain llevan más de una década fabricando sistemas industrializados. De hecho, desde sus talleres pueden producir hasta 100.000 metros cuadrados de muros y forjados al año. Aunque en zonas tensionadas como Madrid y Barcelona se apuesta por la industrialización para la construcción de primera vivienda, Javier Rabadán, director comercial de Sismo Spain, asegura que estas construcciones tienen una buena acogida como segunda residencia en las zonas costeras del sur y levante.

Los compradores, estima Ferran Font, portavoz de Pisos.com, suelen ser perfiles que valoran esos nuevos atributos que tienen que ver con la sostenibilidad y la rapidez en la ejecución. Ese es el caso de la arquitecta Concha Haro, que tras dos años de espera, está a punto de mudarse a una casa industrializada hecha a su medida y situada en el centro de Puente Genil (Córdoba): «Elegí este sistema sobre todo por la cuestión energética, quería que mi hogar estuviera muy aislado y tener un microclima agradable y estable todo el año. Cualquier construcción tradicional no alcanza esos niveles de estanqueidad». El sistema modular, además, le daba la libertad suficiente para diseñar cada estancia, incluidas sus canalizaciones e instalaciones. Durante la obra, recuerda con humor Haro, los vecinos miraban con cierto recelo el edificio forrado de corcho negro y grafeno. Les parecía imposible que pudiera mimetizarse con las fachadas claras del casco histórico. Y ahora es una más.

La arquitecta Concha Haro, a punto de mudarse a una casa industrializada diseñada por ella misma Rocío Díaz

Límites a la innovación

En Rebuild, la feria de referencia del sector, calculaban que en 2030 el 10% de la obra nueva en España sería industrializada. Grandes constructoras como Avintia ya tienen su división especializada, Ávita, que produce viviendas (incluidas varias promociones de pisos asequibles de la Comunidad de Madrid) pero también hoteles y residencias para mayores y estudiantes. Es en esos últimos proyectos masivos de habitaciones idénticas, de hecho, donde más rentabilidad puede tener la industrialización.

Pero para que estas fábricas amorticen las inversiones millonarias que requiere su puesta en marcha hay que dar cierta estabilidad a la demanda, apunta Cabrero. No es el único freno a la generalización de estos sistemas. En la construcción, asegura Rabadán, hay una mentalidad muy conservadora y cierto desconocimiento por parte de los profesionales sobre cómo trabajar con estas nuevas técnicas. «El mundo inmobiliario siempre ha ganado dinero con facilidad, no se ha visto obligado a innovar», afirma Ignasi Pérez. No es, desde luego, lo único que necesita el sector para construir más, reconoce Cabrero: «Previo a todo esto hay cuestiones de índole política que se tienen que resolver: la agilidad en las licencias de obra, disponibilidad de suelo urbano...». No todo puede arreglarlo la tecnología.

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