Menos próspera, más pequeña: los datos de 2023 muestran la ralentización estructural de China
La economía del gigante asiático crece un 5,2% sin rebotar tras la pandemia mientras la población pierde dos millones de personas con fallecimientos y nacimientos en récords opuestos
La economía de China, en declive: el silencio tras el 'boom'
El distrito financiero de Shanghai, China
En 2023, China se volvió un poco menos próspera y un poco más pequeña. Las autoridades del gigante asiático han publicado esta mañana los datos económicos y demográficos correspondientes al último ejercicio. Estos revelan que su PIB creció un 5,2% y su población ... perdió dos millones de personas; en suma, un retrato de la ralentización estructural de su auge.
El guarismo económico, expresado en términos anuales, es más modesto de lo que aparenta, dado que tiene por referencia comparativa el 3% de 2022, el segundo peor resultado en casi medio siglo solo por detrás del 2,3% de 2020; este provocado por el estallido de la pandemia, aquel por la política de covid-cero que durante tres años aisló al país hasta su catastrófico final.
Las cifras de hoy, por tanto, demuestran que en su primer «año normal» China ha sido incapaz de ejecutar el ansiado «rebote» tras la crisis sanitaria. Estas cumplen con las previsiones oficiales, «alrededor del 5%», pero quedan lejos del vertiginoso ritmo de antaño y resultan insuficientes para apuntalar el desarrollo de un país con profundas desigualdades. En la segunda economía mundial, 600 millones de personas vivían en 2021 con menos de 130 euros al mes y su PIB per cápita compite con Costa Rica por el puesto 63º en la lista del Banco Mundial. La crisis del sector inmobiliario, la agobiante deuda y el escaso consumo evidencian los desequilibrios de un modelo agotado.
La tasa de paro juvenil constituye otro indicio esclarecedor. Quizá demasiado. Por eso las autoridades suspendieron su publicación en julio, después de que en junio registrara un máximo histórico con 21,3%. En esta ocasión la métrica reaparece, «mejorada y optimizada», arrojando un moderado 14,9%. La falta de oportunidades amenaza con corroer el núcleo de un contrato social que intercambia prosperidad por libertad, el año en un récord de 11,79 millones de graduados universitarios accederán –o al menos lo intentarán– al mercado laboral. La encuesta de desempleo urbano, de representatividad limitada al no incluir las masas de trabajadores migrantes, ha repuntado hasta el 5,1%, una décima porcentual más que el mes pasado.
El primer ministro chino Li Qiang, sin embargo, ofreció una lectura optimista de los resultados durante su intervención en el Foro de Davos, en la que trató de atraer la inversión extranjera defendiendo la fortaleza de la economía y su irreversible apertura. «La economía china está progresando de manera constante y seguirá proporcionando un sólido impulso al desarrollo de la economía global», aseguró este martes. «El compromiso de China con la apertura permanece inquebrantable, y seguirá creando condiciones favorables para que países de todo el mundo compartan las oportunidades». «Elegir el mercado chino no es un riesgo, sino una oportunidad», remató.
China menguante
Los datos demográficos ilustran otra dimensión de este relativo declive. 1.409 millones de chinos hay hoy en el mundo, dos millones menos que en 2022. La población cae así por segundo año consecutivo y más rápido que el anterior, cuando la mengua en 850.000 individuos supuso cotas sin precedentes desde las hambrunas provocadas por el catastrófico Gran Salto Adelante impuesto por Mao Zedong en los sesenta. A consecuencia, en abril del año pasado India adelantó a China como el país más poblado del mundo.
Los fallecimientos avanzaron un 6,6% hasta 11 millones, cómputo sensible después del colapso de la política de covid-cero, cuyo impacto auténtico en términos humanos las autoridades han ocultado. Asimismo, los nacimientos disminuyeron un 5,7% hasta 9 millones, el séptimo año seguido de retroceso, hasta el punto de que el registro de 2016 dobla al actual.
Ambos frentes aceleran el envejecimiento –por causas universales pero también específicas, como el impacto de «la política del hijo único»– de una sociedad que será anciana antes que rica, la de una potencia que parece haber rebasado la cúspide de su apogeo.