El miedo a España encarece la financiación de las grandes empresas

Los mayores grupos nacionales lidian con primas de riesgo muy superiores a las de las compañías alemanas

LUIS M. ONTOSO

«Íbamos a reformar los mercados y los mercados nos han reformado a nosotros». La cita se le atribuye a un José Luis Rodríguez Zapatero desprovisto del optimismo de antaño, tras aplicar un contundente paquete de medidas fiscales con el que pretendía echar tierra sobre ... la hoguera de la deuda pública. Un tono muy distinto al de aquel presidente de Gobierno que en los meses anteriores al zarpazo de la crisis se jactaba de que la economía española, aquella «con más capacidad de crecer», superaría en «renta per cápita» a Alemania e Italia en cuestión de años.

Hoy, el sector privado de nuestro país está sufriendo el aumento desbocado de la prima de riesgo, índice que refleja la falta confianza de los inversores extranjeros en los activos españoles. Después de semanas de turbulencias, en los que el transcurrir de los días se ha traducido en la consecución constante de nuevos récord, el diferencial con el bono alemán superó en algunos momentos de la sesión de ayer los 300 puntos básicos. Una amenaza que se agrava conforme se estrecha el plazo de inversión. A cinco años, la prima de riesgo escala hasta los 365 puntos. Cifras espeluznantes que obstaculizan la financiación de las compañías españolas.

Estigma generalizado

El sobreprecio que exigen los inversores por comprar la deuda de las empresas del Ibex 35 rebasa ampliamente el de las alemanas e, incluso, en algunos casos lo cuadriplican, pese a contar con mayor fortaleza que aquellas en algunos casos. Por ejemplo, en el caso de Telefónica, los CDS a cinco años se sitúan, actualmente, en 200,45 puntos básicos, mientras que los de Deutsche Telekom, la «teleco» alemana por excelencia, descienden hasta los 87,88 puntos básicos, casi la mitad. Y eso a pesar de que los resultados de la española son de envidiar por los de su «colega» alemana: Telefónica aumentó su beneficio neto un 65,6% de enero a septiembre, hasta los 8.835 millones. Deutsche Telekom, por su parte, obtuvo un beneficio neto ajustado de 2.674 millones. Un crecimiento de un 7,6% respecto a igual periodo del año pasado.

La de César Alierta es solo una de la larga nómina de empresas internacionalizadas y de solvencia hoy día incuestionable castigadas por la impronta española. En el sector de las finanzas, Santander, pese a casi doblar en las cifras de beneficio de 2009 a Deutsche Bank (8.943 millones, frente a 4.958 millones) tiene una prima superior en más de un 100% (240,77 puntos ante los 116,16 de la alemana).

En el caso de la energía la diferencia es brutal. Iberdrola escala hasta los 214,93 puntos, mientras que E.on se ajusta a un nimio 77,55. Una brecha que, con los resultados sobre la mesa, pone de relieve el riesgo país. La eléctrica que preside Ignacio Galán registró en los nueve primeros meses del año un beneficio neto de 2.069,6 millones, frente a los 3.522 millones del grupo germano. Diferencia que, por sí sola, no justifica este abismo en la prima de riesgo.

Otro ejemplo: los seguros de impago de Criteria, el «holding» inversor de La Caixa, se elevan hasta los 340,4 puntos, mientras los de Abertis descienden levemente, hasta los 258,88 puntos. Frente a ello, la prima de Daimler —fabricante de automóviles y motores de vehículos, un sector desgarrado por el desplome del consumo— apenas sobrepasa los 100 puntos básicos (107,15).

Recluidas y a contracorriente Fuentes empresariales definen como algo «sintomático» que las compañías españolas dispongan de diferenciales menores que la prima del Estado, algo que no ocurre en Alemania, donde sucede a la inversa. Mientras su prima de riesgo a cinco años se encuentra en 55,21 puntos básicos, sólo de forma excepcional se pueden observar márgenes menores por parte de las empresas (como en el caso de Basf, en 53,02 puntos básicos).

«Esto pone de manifiesto que la confianza es mayor hacia las empresas que hacia el país», recalcan desde el sector privado para recordar, además, que como respuesta al debilitamiento de la llamada «marca país», cada vez más multinacionales buscan desesperadamente la internacionalización, sobre todo con rumbo a los países emergentes. Un mensaje que se repite con insistencia en todos los sectores. La banca, en busca de mercados con menor morosidad; las constructoras, golpeadas por el recorte en obra pública, o las energéticas, cercadas por la irregularidad normativa.

En el caso de Abertis, el 50% de los ingresos y el 47% del ebitda se generaron fuera de España durante los nuevos primeros meses del año. BBVA registra en Iberoamérica un porcentaje similar. Supone cerca del 50% de los beneficios del grupo. Entonces, ¿por qué pesa tanto el estigma español? Fue el consejero delegado del Santander, Alfredo Sáenz, en la última presentación de resultados reconoció que la condición de español es un lastre. «No nos beneficia», aseguró categórico. «El mercado nos identifica como banco español a todos los efectos».

En economía las comparaciones siguen siendo odiosas, pero no por ello pierden su valor como radiografía de la actualidad y las constantes vitales del mercado. Al margen de las diferencias estructurales y económicas entre ambos países, España y Alemania comparten moneda y tipos de interés y, por tanto, se presupone que el rendimiento de sus emisiones debe discurrir por cauces similares. Una deducción sencilla, aunque falsa en la práctica.

Los inversores se decantan por emisiones que les ofrecen mayor fiabilidad, situación que empuja a las economías más debilitadas a vender su deuda a tipos de interés más elevados. Todos salen perdiendo: el Tesoro, porque debe emitir bonos a mayor coste, y las empresas, que ven su atractivo erosionado. «La imagen de los países se ha convertido en cuestión de Estado, es un activo fundamental para defender sus intereses en las nuevas relaciones económicas y políticas internacionales», destacaba antes del estallido de la crisis Javier Noya, investigador del Real Instituto Elcano. Sus palabras recobran su vigencia.

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