Sánchez envuelve la crisis con papel de «intereses ocultos» y se larga de vacaciones

Sánchez se sitúa en una perspectiva caballera para diseñar su modelo de España desde una posición privilegiada, como si no fuera con él y los suyos más que para lo bueno. El dato de la subida de los precios (10,8% en julio, el nivel más alto desde 1984), incluido el de la subyacente (6,1%, el mayor desde 1993), marca el final del silencio cómplice de los sindicatos, que en septiembre tendrán que enseñar los dientes a las empresas con tal de seguir en Babia y aún a riesgo de morder la mano que les da de comer.

En una semana repletita de resultados semestrales de las grandes compañías españolas no hay 'conference call' en la que analistas e inversores no pregunten cuáles son las razones para invertir en España, y lo cierto es que van quedando pocas, casi ninguna, sobre todo tras el anuncio del pasado jueves por la banca dudando de la constitucionalidad de los nuevos impuestos a la carta. Los dineros llegan a nuestro país por un solo motivo: reputación, que genera confianza. Sin ella no hay nada, nada salvo un país con mimbres bolivarianos en el que es más fácil percibir una ayuda para malvivir que abrir un negocio para emprender. Es la 'España by Maduro' importada por Zapatero y aplicada por Sánchez el 'incongruente', ese que se presenta en rueda de prensa el viernes sin corbata como «medida de ahorro energético» (sic) para después salir volando... ¡en helicóptero!, en el Súper Puma del Ejército del Aire con el que quemó 180 kilos de queroseno. ¡Superahorrando!

El caso es que la caída de Draghi al frente del Gobierno italiano y sus durísimas palabras advirtiendo de la profunda crisis que se avecina han pasado de puntillas ante una sociedad que pide la prórroga hasta septiembre, con un tejido territorial asolado por los incendios y una política diezmada por partes médicos que suceden como daños colaterales de los resultados andaluces. Cosas de las dolencias caprichosas.

Y es que las restricciones de energía van a coger a España en bañador, para que haya que pedirle explicaciones al maestro armero, con Sánchez repanchingado a vista del erario público y sus voceros repitiendo que la culpa es de los de la chistera y el puro, que le tienen entre ceja y ceja. El Gobierno sabe, y así ha pactado con Bruselas, que la única forma de cumplir con los recortes de luz y gas es limitar el suministro por franjas horarias, de tal manera que en determinados momentos del día se vea topada la capacidad de consumo de los ciudadanos. Pero calla y aguarda el momento para anunciarlo para coger a la opinión pública fuera de juego. Esta vez se equivoca, porque será solo la gota que colme un vaso ya rebosante.

En La Moncloa no quieren ni oír hablar de elecciones anticipadas, pero los barones se guardan esa carta en la manga para dentro de unas semanas, porque antes de desaparecer en unas autonómicas suicidas se llevarán por delante al resiliente en unas generales. Así, una vez exorcizada la inacción de este Gobierno, por ejemplo, en enero de 2023, será más fácil que algún líder territorial socialista preserve el cargo. Los barones en campaña primero piensan en su poltrona y luego, en el partido.

En el terreno de la empresa la cosa no va mejor. Las pymes apenas pueden sacar la cabeza, con unos costes de financiación creciente y unas ventas generalizadas en caída por la inflación. Las grandes, entre la espada y la pared por un dólar cada vez más fuerte frente al euro y un Gobierno que busca sus beneficios para presentarlas como los insolidarios culpables de que a los españoles se les arruguen los bolsillos. Vean si no a Santander e Iberdrola explicando con apenas unas horas de diferencia que sus negocios van de fábula fuera de España y muy mal de puertas adentro. La geometría variable de Sánchez y sus socios independentistas y comunistas ha terminado por cuajar una economía tangencial, donde la acción corporativa apenas quiere tocar el mercado español para evitar quemarse. Y en estos incendios también la mayoría son provocados. Señores, que les sea leve este largo y cálido verano.

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P.D.: Mención especial a los datos de paro: El ministro Escrivá se pasa de espabilado jugando con el buen dato de empleo, a sabiendas de que este parámetro no es un indicador fiable a corto plazo para medir los daños de la inflación. Al contrario de los precios, el nivel de desempleo tarda en manifestarse y por eso la vice Yolanda Díaz, más taimada, ha salido al paso a echarle agua a la fiesta de su colega de SS. El alza de los productos básicos encarece automáticamente la producción y se traslada a los precios, destruyendo consumo y empleo. Y esto Sánchez también lo sabe, porque tiene buenos economistas en su oficina económica, pero calla y da patada a seguir a una crisis de mil caras con la que no hace más que escupir hacia arriba. ¡Ponte corbata y evita el Falcon, campeón!