con permiso
La operación retorno a Cataluña pesa 21 gramos
Salvador Illa apela ahora al «alma» de las empresas para que vuelvan por donde se fueron huyendo del independentismo, lo que por lo pronto convertiría en desalmadas a quienes se negasen. El president habla de normalización, como lo hacía del Covid durante la pandemia, pero el número de compañías que se marcharon de Cataluña en 2024 fue 351, casi el doble que en 2023

En 1907, Duncan MacDougall, médico de un pueblecito de Massachussets (Haverhill) publicó un singular estudio a propósito de que el alma humana tiene peso físico. A partir de la masa que un cuerpo pierde tras fallecer determinó que cada sujeto deja escapar tres cuartos de ... onza, 21 gramos, inmediatamente después de muerto... El president de Cataluña, Salvador Illa, tiró de mística pues, el pasado viernes, para reclamar la vuelta de las empresas a Cataluña, no ya por las condiciones fiscales ventajosas o por la seguridad jurídica contrastada, qué va, sino por un elemento mucho más espiritual, inmortal, y sobre todo difícil de cuestionar: el alma. Átenme esa mosca por el rabo.
«En el mundo que viene, el factor territorio, el factor país, será cada vez más relevante para las empresas. Empresas grandes y pequeñas, abiertas, con presencia en el mundo, pero claramente vinculadas a un país y territorio. Con el alma, si me lo dejan decir así. Quizás haya algo de eso, seguro que sí, en el retorno de algunas empresas a Cataluña», dijo Illa, como quien lee la carta de San Pablo a los Corintios y con la autoridad de quien ha superado los debates de terrícolas y está ya por los dogmas de fe.
Ahora sabemos que la operación retorno de Illa pesa exactamente 21 gramos. En la báscula del Partido Socialista de Cataluña (PSC), la vuelta de la sede fiscal está perfectamente tasada y con criterios tan inapelables que, a su lado, los informes del Colegio de Registradores son un mundano juego de niños. «Hubo un tiempo en que las empresas disfrutaban gozosas de los verdes pastos catalanes y las cristalinas aguas del país», le faltó decir a un Illa en plena levitación, repitiendo el mantra de la normalización y explicando que respira un nuevo clima de hermandad y que espera a los ejecutivos pródigos con los brazos abiertos, con humildad y determinación.
La vuelta de Banco Sabadell puede generar un efecto fatuo en el imaginario colectivo, casi idéntico al que produce escuchar al presidente de Fomento del Trabajo, Josep Sánchez Libre, cuando con una mano en la carrera de San Jerónimo y otra en el Paseo de Gracia, deja caer que sabe más nombres de corporaciones en proceso de retorno pero que no los dice por su natural discreción. Una, aún a riesgo de parecer desalmada, prefiere ir por la vía tomista en materia económica y creer en aquello que se puede ver y hasta tocar.
Así, Cataluña vivió el año pasado su mayor éxodo de empresas desde los críticos años del procés, precisamente el curso en el que el Gobierno se ha jactado de recuperar la seguridad institucional y la estabilidad para hacer negocios tras la designación del líder del PSC, Salvador Illa, como nuevo president de la Generalitat, según datos oficiales del Colegio de Registradores. El saldo de sociedades mercantiles que abandonaron la región en 2024 fue de 351, una cifra que casi duplica las 160 que se marcharon en 2023.
Desde 2017, la salida en valor de capital de las empresas ha sido de 42.504 millones, un dato que es aún más preocupante que la propia marcha de las mismas y que da buena cuenta del importante tamaño de las corporaciones que se han marchado.
Comparando con la Comunidad de Madrid, el capital que llegó en 2024 fue de 214 millones, levemente inferior a los 227 millones del año anterior. En los ocho años completos que han pasado desde el procés ha elevado su cifra en 32.415 millones, buena parte de lo que ha perdido Cataluña.
Para colmo, barones del PSOE y empresarios de distintas comunidades autónomas empiezan a sublevarse contra la operación del Gobierno dirigida a que las empresas que trasladaron su sede fuera de Cataluña tras el 1-O regresen ahora a territorio catalán, como parte de la «agenda del reencuentro» con la Generalitat trazada por La Moncloa.
Es una contraindicación similar a la producida por el cupo catalán, un daño transversal que cruza España de arriba a abajo y de izquierda a derecha hasta llegar a, ya saben, de nuevo Moncloa. Para colmo, la operación que despliega el Gobierno tampoco gusta al PNV, uno de los socios clave para la legislatura, ya que cientos de empresas originarias catalanas llevan instaladas varios años en territorio vasco, en concreto en el entorno de la zona industrial de Bilbao, por sus bondades fiscales únicas y un marco regulatorio estable y previsible. Comunidades como Valencia, País Vasco, Aragón y Baleares, se han beneficiado del desgaste provocado por la confrontación política y social en Cataluña, así como por su sistema impositivo más severo.
De momento, otras grandes del Ibex que decidieron huir de la región, tras la decisión del Sabadell, han reiterado que ni se lo han planteado, como Naturgy, Cellnex o Colonial. ¿Y el otro gran banco de origen catalán? Pues...En La Caixa insisten en que no les esperen, que están a gusto donde están –toca esperar–, mientras el independentismo saliva pensando en su lista de deseos para Pedro Sánchez y mascullando eso de tiempo al tiempo. Salvador Illa ha emprendido su alucinante viaje de la economía a las emociones y camina por el delgado hilo de la espiritualidad.
El otro día, en pleno trance socialista, vislumbró una nueva tierra de prosperidad en Cataluña, no solo frente a España sino ante Europa. Ahí quedan las cifras de los Registradores. Santa Lucía le guarde la vista a este nuevo y bendito socialismo que se ha propuesto reinventar el sentido de la vida y los fundamentales de las empresas.
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