con permiso
Objetivo: ocupar todas las empresas públicas y reguladores
El Gobierno sabe de la debilidad estructural de la legislatura y se ha propuesto llenar las empresas públicas de peones a toda prisa y por lo que pudiera pasar. Hispasat, Correos y Paradores son solo el comienzo
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Editorial | La ocupación del sector público
Madrid
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Iniciar sesiónLos enchufismos del PP se iban a acabar con él y las puertas giratorias se cerrarían a cal y canto también con él. Tal cual lo prometía en su momento el que fuera jefe de la oposición de Mariano Rajoy antes de arrebatarle el puesto ... allá por junio de 2018. Seis años después, efectivamente, los enchufismos y las puertas giratorias de la era Rajoy se han acabado –lógico, ya no está–, eso sí se han permutado por las «incursiones» de los otros que, al parecer, deben de ser más tolerables... para ellos supongo. «Si tengo el honor de ser presidente del Gobierno pondré en marcha un plan de retorno del talento», decía el susodicho líder socialista hoy al frente del país. Así sonaba mejor, desde luego. No serían cambios por capricho y devolvería los conocimientos a cada puesto público.
Pues, dicho y hecho, instituciones y empresas públicas o semipúblicas se han inundado de talento, no me cabe la menor duda. Pero la estrategia del sanchismo va más allá del radio de acción del propio Gobierno. El plan es una profunda reingeniería social y económica que permita mantener tanta influencia dentro como fuera del Ejecutivo y que, en el muy hipotético caso de tener que abandonar La Moncloa, el poder del sanchismo quedara tan afianzado en empresas e instituciones que hiciera inmanejable el país sin contar con el mismo sanchismo.
La primera fase de la promoción socialista se ha completado con el levantamiento del muro ideológico. Y entre sus cuatro paredes, a oscuras y lejos de la molesta opinión pública, se está edificando una auténtica ciudad de estómagos agradecidos a los que, llegado el momento, ya se les pedirá el favor de vuelta. Paradores, Correos, Autopistas del Estado y, sobre todo, Hispasat, son solo parte del encofrado en que el Ejecutivo está vaciando el hormigón de enchufados. Mención aparte, ya digo, merece Hispasat, pues ahí el objetivo es doble, pues de una parte sirve para acomodar al astronauta y exministro Pedro Duque, y de otra se va cebando la pata de una futura división aeroespacial de otra empresa satélite mayor, con el bueno de Miguel Ángel Panduro por medio, que de eso sabe tanto como de conexiones monclovitas. Por supuesto todo regado con un chorro generoso de fondos europeos de Defensa y no menos cantidad de gramática parda a propósito de la importancia de empresas estratégicas patrias.
En este reparto de adeptos talentosos en empresas e instituciones públicas también se dan ejemplos que han pasado desapercibidos, pero no por ello dejan de ser lo mismo. Es el caso de Francisco Blanco, efímero secretario general del Ministerio de Industria que, desde septiembre preside Sepides, dependiente de la SEPI; y de Enrique Fernández, que era senador desde 2023 y portavoz en la Comisión de Industria y Turismo de la Cámara Alta, hoy flamante presidente de la pública minera Hunosa. También en diciembre pasado, el periodista Miguel Ángel Oliver, que fue secretario de Estado de Comunicación con el propio Sánchez, fue nombrado presidente de la agencia EFE.
Lejos parecen quedar los otros 'dedazos' de la larga lista de enchufados de los socialistas desde que llegaran al poder como fueron Maurici Lucena, presidente de Aena, José Luis Navarro, de Enresa, o Raül Blanco, de Renfe, entre muchos otros.
Ahora que, digno de destacar, ningún caso mejor que la estatal postal. «La situación de Correos es crítica. No he visto ninguna empresa pública con estas cifras». Así se ha despachado estos días Pedro Saura al tomar posesión de su poltrona en la empresa pública que recibe del exjefe de Gabinete de Pedro Sánchez, Juanma Serrano. Y se habrá quedado tan ancho. Uno denuncia el desastre y al que ha pilotado la nefasta situación le premian con otra compañía pública. En eso, quizás, consiste el sanchismo, en una falta de vergüenza torera insólita acompañada de una no menos capacidad de desparpajo para soltar lo que venga en gana sin atender a responsabilidades. Es la política del «a ver si cuela», doctrina depurada por maestros como el exministro Alberto Garzón, que ha generado más titulares en la última semana por deshacer lo hecho que durante los últimos años por no hacer nada. La criatura quería embarcarse con Pepiño Blanco en Acento para facturar no sabemos si a Huawei o a Marruecos, ambos en la órbita de Rodríguez Zapatero, por instruirles en prospectiva geoestratégica. Átenme esa mosca por el rabo.
Para cerrar el círculo virtuoso, a la ocupación empresarial –las compañías asimiladas dará para un serial– se une el asalto de los reguladores, guinda del manoseo de las instituciones con la que empezó todo. Especialmente en dos sectores tan rebeldes como claves: financiero y energético. El Gobierno ampliará su control en el Banco de España –con la salida del gobernador Pablo Hernández de Cos en junio–, y pondrá en marcha la nueva Comisión Nacional de la Energía –producto de la escisión de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia–, donde habrá una auténtica lluvia de sillones a ocupar. ¡Con 'Fabras' y a lo loco, venga!
Y es que en esta depurada técnica de 'las gallinas que salen por las que entran', pues ahí tienen la desbandada de los responsables de los fondos europeos en puertas de que se produzca la inspección de Bruselas al manejo de los mismos. Jorge Fabra es el segundo que toma las de Villadiego en los últimos tiempos. Se ve que aquí el muro sanchista todavía no ha alcanzado la altura necesaria y se escuchan y ven algunos lamentos indeseados. Tiempo al tiempo porque en esto de poner barreras artificiales y silenciar escándalos tenemos un Gobierno de primera. Y si no, esperen a lo que suceda hoy en las elecciones de Galicia y me contarán.
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