Semilleros de votos conservadores

Resulta muy esclarecedor analizar la evolución del voto en las regiones más depauperadas. En los últimos veinte años ha pasado de que los votos se repartieran por partes iguales entre el partido demócrata y republicano, a que hoy el 90% de los condados donde los subsidios representan más de una cuarta parte de los ingresos se decanten por el partido rojo que en el caso de Estados Unidos es, al revés que en el resto del mundo, el partido conservador o republicano.

En contra de lo que se podía pensar, las clases medias que más se han empobrecido -que van desde los obreros de las grandes industrias que tanto han sufrido por la globalización, a los 'cuellos rojos' que se dedican a la agricultura-, se han decantado por el partido conservador que en teoría debería ser el menos a afín con este grupo poblacional.

Lógicamente esto tiene mucho que ver con las dinámicas políticas de los últimos años y en concreto del auge del populismo que en el caso de Estados Unidos encarna probablemente la versión más zafia, Donald Trump. A los errores del Partido Demócrata que ha tratado de abanderar todas las nuevas corrientes ideológicas a costa de desnaturalizarse, hay que sumar el acierto de la bestia rubia para sacar tajada del descontento de capas cada vez más amplias de población.

Detrás de esto está no solo la falta de prosperidad económica, sino también el envejecimiento poblacional, el vaciado de las zonas más rurales y la emigración. Además, es algo que no es exclusivo de Estados Unidos, sino que, como vemos todos los días, se trata de un problema que afecta a prácticamente de una u otra forma a todos los países desarrollados. Es probable que estemos en los últimos coletazos de las soluciones sencillas a problemas complejos que han encarnado los distintos partidos populistas a lo largo y ancho del mundo estos últimos años. La mejor vacuna es haber superado la enfermedad como hemos visto en por ejemplo el Reino Unido.