El precio del gas

Importa recordar que fue hace cuatro días cuando tras la invasión de Ucrania el precio se fue muy por encima de los 300 euros. Entonces se dispararon las alarmas y fueron muchos los que auguraron cierres de capacidad, reducciones de consumo e incluso apagones. La bola de partido se salvó mucho mejor de lo esperado y hoy el precio ha vuelto prácticamente a la banda donde ha fluctuado estos últimos años. El consumo en Europa se ha reducido sin que se haya impactado en la producción industrial –ni que decir tiene que no ha habido apagones ni reducciones de capacidad–.

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Probablemente el cómo se ha adaptado el mundo al cierre de los gaseoductos rusos sea uno de los principales logros de los últimos tiempos. Y a estas alturas de la película podemos descartar que el gas vaya a volver a las portadas de los noticiarios –y ya saben en economía solo las malas noticias son noticia–, por lo que en este casos aplica más todavía lo de que no haya noticias es buena noticia.

Las aguas van volviendo a su cauce mucho antes de lo que se esperaba y una vez más los peores augurios han quedado en papel mojado. Y probablemente los precios que estamos viendo ahora sean el mejor anticipo de mayores caídas futuras.

Sin muchas más bolas de partido que la economía mundial con su capacidad de adaptación se ha encargado de ir despejando. Sin embargo eso no va a suponer que seamos capaces de superar el derrotismo con el que siempre nos enfrentamos a cualquier eventualidad. De saque somos unos cenizos que tendemos a verlo todo color hormiga. Ensalzamos a los pesimistas y menospreciamos a los que tienen planteamientos más constructivos. El optimista es algo exótico que en el mejor de los casos nos despierta ternura.