Cabreo español
Probablemente seamos unos simples acomplejados, pero eso no nos impide que le tengamos cogida la medida a Sánchez
La inflación toca techo
En China, las cosas, parecen que pueden dejar de seguir su curso habitual como demuestra la rápida respuesta tras las revueltas de estudiantes en contra de la política de COVID cero. Las manifestaciones son síntoma del profundo malestar de, por lo menos, parte de ... la sociedad que podría propagarse si como parece la economía se tuerce. La estabilidad social, clave de bóveda del régimen chino, está por primera vez en riesgo. De ahí la pronta respuesta en los planteamientos de lucha contra la pandemia a lo que, probablemente, le sigan otras medidas de corte económico y de política exterior. Enmendar el planteamiento de COVID cero es un paso en la dirección correcta, pero no es suficiente porque tardarán en ver los efectos en la economía. El resto de medidas que habitualmente adoptan las autoridades chinas probablemente tampoco lo sean, porque el pinchazo de la burbuja inmobiliaria está ya en marcha y, aunque puedan evitar el efecto contagio, no van a poder reactivarlo por los enormes desequilibrios que acumula.
Es probable que en esta situación aumenten la presión sobre Rusia para que termine la guerra, para que dé esta manera tanto el precio de las materias primas como las economías de sus principales socios comerciales cojan algo de aire. Ya han dado alguna señal pero es probable que, en las próximas semanas, se intensifique al calor de las protestas internas.
Por primera vez, en mucho tiempo, la economía china podría crecer muy poco o incluso contraerse lo que sin duda repercutirá en la estabilidad social del país y pondrá presión al régimen. En los últimos años, las ganas de prosperar de la población han opacado cualquier revidicacion política. Ahora, si la economía se tuerce, esas reivindicaciones podrían surgir.
Las manifestaciones de los últimos días podrían ser el principio de algo más profundo que de primeras debería repercutir positivamente en la economía mundial, como consecuencia de las primeras reacciones de las autoridades chinas. Que tengan o no más recorrido estas protestas pasa, sobre todo, por como de efectivas sean las medidas a la hora de enderezar la maltrecha economía del país asiático. Lo veremos.
Cabreo español
El semanario 'The Economist' nos daba a los españoles en su edición de esta semana una recomendación: que no nos cabreáramos tanto con la cosa política que no está tan mal (traducción libre). Una vez que, como pasa con muchas publicaciones inglesas, somos capaces de digerir la condescendencia con la que nos tratan creo que podemos sacar algunos aprendizajes de las líneas que nos dedica la prestigiosa cabecera británica. No hay duda de que el nivel de enfado de la sociedad española es mucho, que nos van a contar. Ahora, que no esté justificado es otro cantar. Probablemente y en una visión más amplia de la jugada, el relativo de la política española no sea tan malo comparado con otras geografías. Sin ir más lejos, los amigos ingleses, que tienen consejos para todos, todavía siguen pagando los platos rotos del experimento de Cameron.
Por no hablar de Estados Unidos que, aunque ahora respiramos aliviados tras el resultado de las 'midterm', en pocos días se cumple el triste aniversario del asalto al Capitolio con un personaje con cuernos de bisonte al frente que, dejémoslo ahí, nunca fue condenado por el presidente Trump. O de que en Italia gobierna una líder de extrema derecha y de que, en Francia, ha estado muy cerca de hacerlo. Sin embargo que estemos mejor no quiere decir que estemos bien. Y aunque tenga razón, el semanario británico, en señalar nuestra baja autoestima como causa de mucha de nuestros problemas, no parece que esté influyendo en hacer una correcta composición de lugar sobre la política patria.
Como reza el resultado del análisis del informe del Real Instituto Elcano, somos de los pocos países que tenemos peor opinión de nosotros mismos que la que tienen por ahí fuera. Y sin duda esto muchas veces nos impide valorarnos bien. Somos propensos a ver la paja en nuestro propio ojo, en un mundo en el que muchos caminan con vigas incrustadas en el suyo. Son muchos los ejemplos y para entenderlo nos tendríamos que remontar en la historia. Pero eso no es óbice, para que estemos errando el diagnóstico del actual presidente del gobierno como pretenden hacernos creer la buena gente de 'The Economist'. Probablemente seamos unos simples acomplejados, pero eso no nos impide que le tengamos cogida la medida a Sánchez .
Lo mejor del encabronamiento generalizado que muy bien detecta la publicación inglesa es que tiene remedio. El alivio que vamos a sentir todos cuando el año que viene por esta fechas saquemos de La Moncloa a Pedro Sánchez va a ser de proporciones bíblicas (y lógicamente tendrá sus consecuencias económicas). Espero que entonces 'The Economist' también se haga eco en sus influyentes páginas.