el quinto en discordia
Elogio de la riqueza
Ser rico es un deber moral de todo ciudadano. Es precisamente esa aspiración, que no es incompatible con la generosidad ni con el desprendimiento, la mejor forma de encarar el ahorro
Calor y turismo (18/8/25)
Conversaciones veraniegas (11/8/25)
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Iniciar sesiónLas lecturas veraniegas que desde esta página he recomendado sobre el ahorro deberían haber estado encabezadas -este error es solo mío- por un libro que tiene como objeto desmontar una de las ideas más asentadas en nuestra sociedad: la riqueza es mala. El libro « ... Elogio de la riqueza» echa por tierra este prejuicio mediante un ejercicio de puro sentido común, que sirve para desenmascarar al desenmascarador.
Comienza con una confesión de su autor, Javier Hernández-Pacheco: «a mi me gustaría ser rico». El simple hecho de que esta declaración se considere como una provocación da sentido al ensayo. No solo es algo que es deseable en sí mismo, sino que, como explica muy bien Hernández-Pacheco, es bueno. Se trata de una aspiración que está más que justificada desde todos los órdenes de la vida. De la misma manera que la guapa no es mala tampoco lo es el rico. Se trata de la misma distorsión fruto de la moralidad imperante. La riqueza, como la belleza, puede ser circunstancialmente mala, pero es buena en sí misma.
Como reza el subtítulo del libro, ser rico es un deber moral de todo ciudadano. Y es precisamente esa aspiración, que desde luego no es incompatible ni con la generosidad ni con el desprendimiento, la mejor forma de encarar el ahorro. Vamos a vivir más y mejor, por lo que vamos a tener más tiempo para alcanzar ese ideal en el bien entendido de que la riqueza solo le llega al que ya es rico.
Ni la riqueza ni el ahorro deberían suscitar ninguna controversia moral. Sendas pretensiones son buenas, no solo para uno mismo sino para todos. Hay que desterrar las consignas que el martilleo constante de los biempensantes de guardia han instalado en la sociedad. Como enfatiza Higinio Marín en su indispensable prólogo de la última edición del libro: «Como sentenció Hegel, nada merece más desconfianza que la desconfianza sistemática».
El mayor riesgo de las bolsas
Estos últimos días de vacaciones en los que la melancolía nos invade puede que no sean los más adecuados para adentrarnos en analizar los riesgos para unas bolsas que han tenido tan buen verano.
Sin embargo, el Financial Times en su edición del fin de semana, llevaba a su contraportada un claro aviso a navegantes: «Las grandes compañías tecnológicas están mandado señales de alarma» rezaba el título de la crónica semanal sobre mercados de la reputada periodista Katie Martin.
En este análisis, la periodista inglesa volvía a repasar los argumentos que algunos llevan ya tiempo repitiendo y que, básicamente, se pueden resumir en el riesgo que supone para las bolsas un puñado de compañías que tienen un peso muy grande en los índices de renta variable y que están cotizando a múltiplos que hay quien considera difícilmente justificables. Todas estas compañías protagonistas tienen el mismo denominador común: están tocadas por la varita mágica de la Inteligencia Artificial (IA).
Hay quien elabora más el argumento y establece similitudes con la burbuja de internet. Como entonces, la Inteligencia Artificial es una revolución que no admite discusión y que va a deparar enormes beneficios en términos de ganancias de productividad, pero también, como en la célebre burbuja de las 'puntocom', los retornos de las enormes inversiones que requiere el desarrollo de estas utilidades no justifican en absoluto los precios que actualmente asigna el mercado a las compañías que las están desarrollando. Añaden que el mercado está acercándose al momento de la verdad, en el que, de un día para otro, muchos pueden acabar desengañados de una sola vez.
Las consecuencias para el mercado de un eventual pinchazo de la burbuja de la IA -si es que la hubiera- serían muchas. Quizás el mejor patrón para anticiparlas sea lo que pasó en el año 2000. Entonces hubo claros ganadores y perdedores. Los posibles perdedores tienen nombre y apellidos. Los ganadores, como entonces, serían aquellos sectores o mercados que están más olvidados de la mano de Dios. Bien mirado, y si nos atenemos a lo que está pasando con las bolsas , puede ser que el mercado ya le esté empezando a poner en precio
Powell contra Trump
La semana pasada vivimos un nuevo capítulo del pulso que está echando la Reserva Federal de Estados Unidos, en la persona de su presidente, Jerome Powell, a l presidente del Gobierno del país, Donald Trump. En la cita anual de banqueros centrales en Jackson Hole, el discurso del presidente de la Fed se interpretó como un cambio de rumbo en la política monetaria en el país. Tras unos meses en los que no ha dado su brazo a torcer a pesar de las zafias presiones a las que le ha sometido Trump, Powell ha anticipado una bajada de tipos en la próxima reunión de la Reserva Federal del mes de septiembre.
Se trata de un anuncio de muchísima profundidad y que suscita muchas reflexiones. No hay que olvidar que, tras las repetidas injerencias de Donald Trump, lo que está en entredicho es la independencia de la máxima autoridad de política monetaria del mundo.
El anuncio de Powell se puede interpretar de muchas formas. La interpretación más benevolente es que la Reserva Federal, tras revisar la evolución de los indicadores habituales, ha llegado a la conclusión de que lo más adecuado a día de hoy para cumplir con su doble mandato de velar por la estabilidad de los precios y la evolución del empleo es empezar a bajar los tipos de interés. Como enfatizó Powell en su discurso del pasado viernes, los aranceles van a pasar factura al crecimiento de la economía de Estados Unidos, las eventuales presiones inflacionistas serán temporales y toca bajar el precio del dinero.
Otra forma de verlo es que Jerome Powell ha sucumbido finalmente al acoso de la Administración Trump y que aunque, como ha repetido en numerosas ocasiones, es todavía pronto para hacerse una idea del impacto que van a tener tanto en la inflación como en el crecimiento económico los planteamientos extemporáneos del presidente en materia comercial, ha decidido tirar por la calle del medio para rebajar las tensiones con el 'presidente matón'.
El mercado de saque lo ha interpretado bien. La bolsa subió y el dólar cayó en una clara muestra de que el posible cambio de rumbo de la política monetaria ha cogido a todos con el pie cambiado.
Con independencia de la primera reacción del mercado, si la segunda interpretación fuera la válida los riesgos para la economía norteamericana de una política monetaria ejecutada al dictado de un personaje como Donald Trump son numerosos e imprevisibles. No parece probable, en cualquier caso, que una institución del prestigio y el poder de la Reserva Federal vaya a abdicar de sus responsabilidades de esta manera de un día para otro. Puede que, como otros muchos protagonistas de la actualidad en el vigente escenario internacional, el banco central haya optado por dejar que Donald Trump se apunte la victoria del relato como el menor de los males.
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