el quinto en discordia
Dolor
El tono del presidente de la Reserva Federal en Jackson Hole fue más duro de lo que se esperaba y no deja dudas de cuáles son sus prioridades: la estabilidad de precios es ahora la primera
De las palabras del presidente de la Reserva Federal la semana pasada en el encuentro anual de banqueros centrales en Jackson Hole lo que ha llenado las portadas ha sido que seguirán subiendo los tipos de interés aunque duela. Dolor para familias y empresas ... parece ser la conclusión del aquelarre veraniego de los principales responsables de política monetaria del mundo.
Era sin duda alguna un titular demasiado jugoso para dejarlo escapar, pero se puede malinterpretar. Desde luego, el tono de la intervención fue más duro de lo que algunos esperaban. No deja lugar a dudas de cuáles son sus prioridades, y la estabilidad de los precios es ahora la primera. Y aunque los últimos datos de inflación hayan sido positivos, no lo son lo suficiente. Llegados a este punto, hay que anclar las expectativas de inflación a toda costa.
No hay margen de error. Ahora bien, lo lejos que vaya a llegar la Fed lo va a determinar la evolución de los precios y en este frente las noticias son positivas. El último dato de inflación y los indicadores adelantados sobre la evolución de los precios apuntan ya en la dirección correcta. Además, no lo olvidemos, los precios pueden bajar a la misma velocidad que han subido, por lo que en las circunstancias absolutamente excepcionales que hemos vivido en los últimos tiempos se pueden dar lecturas inverosímiles. Lo que mide la inflación es el diferencial de la evolución de los precios.
Los tipos van a seguir subiendo –más en Estados Unidos que en Europa porque no es lo mismo–. La economía crecerá menos porque es lo que necesitan en Estados Unidos para reconducir sus expectativas de inflación. Y los tipos, una vez que se estabilicen, van a tardar en bajar. Crecer por debajo del crecimiento potencial de la economía una temporada no es en absoluto comparable a la idea que todos tenemos en la cabeza de lo que es una recesión. Algo de dolor puede haber, pero no tiene pinta de que se llegue ni a la sangre ni a las lágrimas.
Europa y Estados Unidos no son lo mismo
La respuesta por parte del Banco Central Europeo (BCE) no tiene que ser la misma que la de la Reserva Federal. La gran diferencia es que parte de la subida de los precios en Estados Unidos se debe al sobrecalentamiento de la economía. El mejor ejemplo es la foto del empleo allí: pleno empleo y todavía pocos incentivos para que la gente se reincorpore al mercado laboral.
En Europa la inflación ha venido principalmente de la mano de los problemas en las cadenas de suministros derivados de los cuellos de botella que provocó la muy rápida, fuerte y desacompasada reapertura de la economía tras el encierro por la pandemia. Y también por la subida de las materias primas últimamente por la guerra en Ucrania. Las economías, aunque recuperándose, estaban lejos de estar sobrecalentadas.
La política monetaria poco puede hacer con respecto a los cuellos de botella o a la evolución del precio del gas. Seguirán su curso y pasará lo que tenga que pasar con independencia de que el BCE suba más o menos los tipos de interés.
Cómo pueda actuar sobre la otra pata del banco, que es la gestión de las expectativas del mercado, es discutible, aunque es probable que esta sea la excusa para seguir pisando el freno o, mejor dicho, para levantar el pie del acelerador.
Así las cosas, aunque lógicamente el endurecimiento del mensaje por parte de la Fed pese algo en lo que podamos hacer en Europa, no hay que dejarse llevar. No es lo mismo. Los precios en esta zona del mundo se van a reconducir a medida que las piezas del puzzle vuelvan a encajar. El jarabe de palo no es necesario, probablemente todo lo contrario. Los tipos subirán, pero deberían subir menos que en Estados Unidos y los precios se terminarán embridando antes porque no han subido del todo por las mismas razones.