Ajuste de cuentas

Vox, ni liberal ni social

Las propuestas económicas de Vox se alejan del liberalismo y abrazan un nacionalismo intervencionista

El poder de Bad Bunny (04/12/25)

Sede nacional de Vox en calle Bambú Guillermo navarro

Cuando Iván Espinosa de los Monteros abandonó Vox, se llevó consigo algo más que un nombre ilustre: desapareció con él la única voz que defendía, con cierta coherencia, un liberalismo económico en el seno del partido. Su salida ha despejado el camino para ... una deriva intervencionista que ya no se disimula. Carlos Hernández Quero, nueva figura en ascenso, representa este viraje con especial claridad.

Quero propone restringir la compra de viviendas por parte de extranjeros no residentes y establecer una fiscalidad más gravosa para ellos que para los nacionales. También defendió relanzar la vivienda protegida, pero únicamente para españoles. A primera vista, se trata de un discurso que busca proteger a la clase media nacional. En realidad, encarna una forma de proteccionismo nativista que contradice los principios básicos de una economía libre y abierta que tanta prosperidad repartió.

Estas ideas pueden sonar populares en oídos desesperados, pero perjudicarán a millones de españoles que son propietarios y que pueden ver cómo el valor de sus activos se convierte en una ruleta rusa si la demanda se restringe. Incluso la posibilidad de rentabilizarlos mediante el alquiler quedaría condicionada por un entorno regulatorio donde la hostilidad de la extrema derecha se uniría a la que ya ha conseguido plasmar el sanchismo en las actuales leyes. Conviene recordar esto en un país donde la vivienda constituye el principal ahorro familiar y el sostén patrimonial de varias generaciones.

Estamos ante una reedición del nacionalismo económico: Estado fuerte, propiedad subordinada al interés colectivo, desconfianza hacia el inversor y nostalgia del orden tradicional. Vox no propone menos Estado, sino otro Estado, muy parecido al que está forjando Sánchez: uno que se inmiscuye en los mercados para preservar una idea amurallada de comunidad. Sus promesas de rebaja fiscal tampoco son liberales, sino expresiones de antipolítica. No se trata de reducir impuestos para aumentar la libertad individual, sino de castigar al Estado que supuestamente ha sido capturado por 'la casta' o los 'globalistas'. La crítica al gasto no nace de una voluntad racionalizadora, sino de una pulsión punitiva y simbólica.

Ese mensaje, sin embargo, seduce a una clase media emparedada entre la presión fiscal del Gobierno y la erosión imparable de las rentas salariales. Vox ha sabido capitalizar ese malestar con un discurso emocional, mientras el PP permanece anclado en la tecnocracia y el cálculo. Si no reacciona pronto con un lenguaje firme, perderá a un votante que aún aspira a conservar lo suyo, pero ya no espera que nadie se lo garantice.

Vox no quiere liberar al ciudadano, sino sustituir al adversario en la gestión del poder. No persigue una sociedad de individuos responsables, sino una comunidad cerrada y jerárquica. El resultado no es libertad, sino dirigismo con acento patriótico. Ni liberal ni social: simplemente, antiliberal. jmuller@abc.es

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