AJUSTE DE CUENTAS
La trampa de la mediocridad
La razón de la infelicidad laboral está clara: en 2023, el salario medio real fue un 1,9% más bajo que el de 2018
El Banco de España (26/5/25)
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Iniciar sesiónEl Gobierno se queja de que los ciudadanos no son felices ni se muestran exultantes pese a que la Moncloa no cesa de proclamar que la economía española va como un tiro. Quizá la razón esté en la última Encuesta Anual de Estructura Salarial del ... INE que se conoció ayer. En 2018, cuando Pedro Sánchez llegó al poder, el salario medio bruto anual en España era de 24.009,12 euros. En 2023 fue de 28.049,94 euros. Esto significa que entre 2018 y 2023 se ha producido un incremento nominal del 16,8%. Sin embargo, al ajustar estos valores por la inflación acumulada -que ha sido del 19,1% en el mismo período-, se observa una pérdida de poder adquisitivo real de aproximadamente el 1,9%.
Los datos de este estudio son más que una radiografía de los sueldos: son el retrato incómodo de un país que no acaba de despegar. En términos estructurales se sigue confirmando una evidencia que llevamos años arrastrando: España no es un país de rentas altas, ni de rentas medias sólidas, ni siquiera de una prosperidad generalizada. Es, sencillamente, una economía mediocre en lo que a generación de riqueza per cápita se refiere. Y no es una afirmación ideológica, sino empírica. El poder adquisitivo medio apenas ha mejorado en estos años. Dos décadas de crecimiento, globalización y revolución digital no han bastado para cambiar el escalón económico en el que vive la mayoría de los españoles. No estamos ante una sociedad empobrecida -hay protección social, pensiones, ayudas-, sino ante una sociedad estancada. Una sociedad que trabaja, que cumple, que se esfuerza... y que, sin embargo, no prospera. El 30% de los trabajadores no llega a los 18.000 euros brutos al año. El sueldo más común apenas roza los 15.500. No hablamos de excepciones: hablamos de la normalidad salarial de millones de ciudadanos.
Lo que estas cifras revelan no es tanto desigualdad como una mediocridad estructural. No es que unos pocos ganen mucho y muchos poco. Es que demasiados ganan poco y muy pocos ganan bien. No hay una élite económica que concentre la renta: hay una base laboral desnutrida en ingresos que apenas se sostiene con fijeza discontinua, sueldos mínimos y escasa productividad. Mientras tanto, los gobiernos se felicitan cada vez que sube el salario mínimo, como si fuera un logro estructural y no el reflejo de una economía obligada a empujar desde abajo porque no es capaz de tirar desde arriba. La verdadera prosperidad se construye con productividad, inversión, capital humano, tamaño empresarial y escala internacional. Nada de eso ocurre aquí a la velocidad ni con la ambición necesaria. España se ha resignado a una economía de rentas justas -por no decir modestas- como si fuera su condición natural. No lo es. Es el síntoma de una falta de rumbo, de ambición y de estrategia nacional. Y lo más preocupante no es que los salarios sean bajos, sino que apenas nadie espera que lo dejen de ser. jmuller@abc.es
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