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La batalla por el propósito de las empresas

Un nuevo libro –titulado DESpropósito– se plantea si la corrección política, expresada en los criterios ESG, no ha ido demasiado lejos en su intento de definir los márgenes de actuación de las empresas. La respuesta es que necesitamos preservar la libertad de objetivos

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John Müller

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La historia de cómo la petrolera Royal Dutch Shell dejó de ser 'Royal Dutch' y quedó únicamente como 'Shell' es muy aleccionadora. El cambio de nombre se anunció el 20 de diciembre de 2021 junto con el traslado de su sede de La Haya, en ... Holanda, a Londres. La compañía llevaba una década siendo objeto de críticas y acciones legales de los ecologistas y en mayo de 2021 un tribunal de distrito les concedió una gran victoria: condenó a Shell a reducir un 45% sus emisiones de CO2 en 2030 al considerarla responsable del cambio climático no sólo por sus emisiones directas, sino también por las de sus productos. Faltaba la apelación, pero entonces el principal fondo de pensiones holandés, el ABP, dijo que las petroleras ya no eran elegibles para invertir y que, entre otros, vendía sus acciones de Shell. Por último, un fondo activista empezó a exigir que se dividiera la compañía en dos partes, una para que invirtieran los accionistas sensibles ante el cambio climático y otra para los que no. Resultado: la Shell se marchó de los Países Bajos en busca de un 'mejor' clima de negocios.

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