ajuste de cuentas
La amenaza cripto
Trump y Milei capitanean la legitimación global de las criptos que erosionan nuestro orden monetario
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Durante tres lustros, las criptomonedas han vivido en el limbo entre el paraíso libertario y el infierno especulativo. Se han vendido como revolución tecnológica, promesa de emancipación financiera, incluso como refugio frente al intervencionismo estatal. Lo paradójico –e inquietante– es que ahora están ... entrando en una fase de legitimación institucional de la mano de políticos más interesados en concentrar el poder en torno suyo que en ejercerlo con transparencia y contrapesos.
Este fin de semana, Javier Milei, cuya fama por acosar a los periodistas ha cruzado las fronteras, ha venido a Madrid para intervenir en un foro patrocinado por plataformas de criptomonedas y empresas con intereses coincidentes. Las imprudencias de Milei son conocidas. Que insista en asociar su marca presidencial a estos activos después de haber protagonizado en febrero un frívolo escándalo con la cripto $LIBRA, con aroma a estafa, no parece importarle a él o a sus asesores. Lo de Madrid es una melé que incluyó a jubilados políticos como Albert Ribera o Espinosa de los Monteros, gestores de fondos y exdirectivos que han hablado desde el wokismo hasta la okupación. Hubo intervenciones que apenas disimularon su condición de evangelistas del pelotazo.
Pero lo más grave está ocurriendo en EE.UU. Donald Trump –que en su primer mandato calificó al Bitcoin de «estafa» y defendía al dólar como «la única moneda real»– ha cambiado de discurso. Ahora acepta donaciones en cripto, tiene con su esposa sus propios 'memecoins', ofrece cenas promocionales a ejecutivos del sector, y su equipo discute, en serio, la posibilidad de que la Reserva Federal incorpore criptomonedas a las reservas de Fort Knox. La operación de legitimación de una actividad que es tan poco transparente como los sellos de Fórum Filatélico y Afinsa es evidente. El peligro no es tecnológico, es simbólico. Si la primera potencia mundial legitima una criptomoneda como reserva de valor pública, lo que hace no es «innovar»: es erosionar la arquitectura institucional sobre la que se asienta el dinero fiduciario. No es proteger al ciudadano: es ponerlo a merced de un mercado opaco, volátil y lleno de humo.
Y frente a esto, demasiados guardan silencio. El BCE ha trabajado en un euro digital (que no tiene nada que ver con una criptomoneda), pero sin narrativa, sin convicción, sin explicar por qué importa tener un ancla monetaria creíble. Christine Lagarde fue de las pocas que alzó la voz tras el colapso de FTX: «Las criptomonedas no son monedas, son activos altamente especulativos que pueden crear riesgos para la estabilidad financiera». Tenía razón. Pero no basta con una frase suelta si al otro lado del Atlántico están entregando la política monetaria al marketing cripto. Las instituciones deben hablar claro. Porque cuando Milei se presenta en Madrid como oráculo del futuro, o cuando Trump suma el Bitcoin para su rebeldía populista, no estamos ante una moda, sino ante un intento de reconfigurar el sistema monetario sin reglas ni garantías. jmuller@abc.es
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