Ismael Clemente: «España es un país en el que rara vez se piensa en términos económicos»
Afianzado como referencia del sector inmobiliario, el CEO de Merlin Properties dibuja un futuro marcado por los centros de datos
«Me pueden garantizar la energía, pero la ofrecerán carísima e impagable para la población», dice sobre el cierre de la central de Almaraz
Merlin augura un encarecimiento del suelo por la especulación con los centros de datos

Valencia del Mombuey (Badajoz), municipio limítrofe con Portugal y de apenas 700 habitantes, es la cuna de Ismael Clemente (1970). Cuna y casa, a la que siempre 'baja' desde Madrid, para no perder el marcado acento extremeño que, sin duda, caracteriza a una de las ... voces más influyentes del país en materia inmobiliaria. Bajo su liderazgo, Merlin Properties se afianza, crece y mira hacia un horizonte marcado por los centros de datos.
—Últimamente hay una palabra mágica en economía: digitalización. En Merlin es el eje de toda la estrategia.
—Hablamos de digitalización, pero todo en base a un razonamiento matemático. Consideramos que las rentas que extraemos del comercio online, vía logística, están asociadas a la digitalización de la economía. ¿Por qué apostamos por mover las rentas desde un 100% analógico hasta un mix analógico-digital? Porque la digitalización, más allá de las pamplinas que se hablan sobre ella y de adorarla como si fuese un becerro de oro, es como la llegada del tractor al campo. Así de simple. El que sabe utilizarla gana mucha más productividad que el que se queda por el camino. Si yo voy con tractor y el vecino de parcela va con una vertedera, él cubrirá menos terreno y con muchísimo más trabajo.
—Esa apuesta de Merlin por la digitalización pasa por los centros de datos.
—Somos una empresa inmobiliaria que no hace lo que España cree que es inmobiliario, como viviendas u hoteles. Hacemos oficinas, centros comerciales o logística. No es más que una empresa de sector terciario que presta un servicio que no se mide en horas, sino en metros cuadrados. Como prestador de servicios, tenemos que saber lo que la sociedad demanda. Y los centros de datos responden a una necesidad social. Me hace mucha gracia la gente que los critica como si fuese una cosa que viene de Marte y que consume mucha energía, cuando realmente eres tú el que está demandando esa energía con tus apps, con tu email o con el TFG que tu hijo hace con Chat GPT. Hace poco, en una región española, un político decía que no eran necesarios. Lo decía en un artículo que colgaba en la web de una universidad y después en sus redes sociales. Entiendo que, en política, la coherencia está un poco sobrevalorada.
—¿Es un mito que consumen una ingente cantidad de agua?
—En el caso de los de tercera generación, que son los nuestros, no es que sea un mito, es mentira. Gastamos 0,0 en agua. Ojo, yo, extremeño, crecí en un pueblo donde daban agua dos veces a la semana durante dos horas. Todavía hoy, corto la ducha para enjabonarme. Por eso, en 2019 o 2020, cuando fuimos a EE.UU. a comprar tecnología, elegimos la de tercera generación, que funcionaba por decantación y no consumía agua, aunque fuese más cara. Acertamos, porque en España, cuando pides una licencia a un ayuntamiento, celebran que no consumas agua.
—Hablando de Extremadura. ¿Proyectan allí dos centros de datos?
—En Extremadura tenemos demasiada creencia por el mesianismo, pero no hay mesianismo en esto. Todo lo cambia la IA, que al tiempo que avanza requiere cada vez más y más energía. Y ahí, entra Extremadura, que tiene un 600% de generación eléctrica respecto a su consumo. Un sitio con una enorme potencia eléctrica y que está razonablemente comunicado desde el punto de vista de fibra.
—¿Los centros de datos extremeños dependen estrictamente de Almaraz?
—El dedo todopoderoso de la administración pública puede decirme «no te preocupes que te doy la potencia que me has pedido». Pero, claro, si eso lo sometes a un análisis de sentido común, parece difícil que eso pueda pasar sin Almaraz. Pueden traer la energía de otra nuclear, pero, para eso, ¿por qué cerrar Almaraz? Puedes incluso decirme que me garantizas la energía sin ninguna nuclear. Pero, en cualquiera de esos casos, me la vas a dar carísima. Y si es carísima para mí, la electricidad será carísima e impagable para la población.
—¿Se revertirá el cierre de Almaraz?
—Creo que sí. Es de sentido común. Lo que ahora estamos testeando es la valentía política, que siempre es un elemento complicado. Porque, cuando tienes bases tan ideologizadas, es difícil que entiendan cosas necesarias. España es un país donde raramente se piensa en términos económicos.
—En una guerra comercial con EE.UU., ¿dónde quedaría el inmobiliario?
—Somos un sector bastante aislado de los vaivenes en materia comercial. Inicialmente, claro. A medio plazo, no somos inmunes. Si afecta a tus clientes, te acaba llegando. Lo que ocurre es que el inmobiliario es bastante predecible. Tenemos contratos y los contratos en países de primer mundo, se cumplen. Durante el Covid, se decía «el inmobiliario, verás…» y al final no pasó nada.
—¿Pasó la amenaza del Gobierno sobre el régimen fiscal de las socimis?
—Creo que sí. El Ejecutivo ha dicho explícitamente que se iba a limitar a regular esta figura en el ámbito del residencial, pero no a nosotros que nada tenemos que ver en todos los problemas de la vivienda. Yo entiendo que ha pasado el peligro de que pudiesen adoptar una medida irracional.
—Para acabar con el problema de la vivienda, ¿hay receta mágica?
—Quizás no mágica, pero receta hay. Y es opuesta a la tendencia actual en materia regulatoria. Hay que meter vivienda y desregular. Tenemos una creación neta de hogares de unos 200.000 y una capacidad constructiva de unos 100.000. Y eso presiona, afectando a toda la cadena de valor. Por eso hay que crear vivienda en general, no solo hablar de la milonga de las viviendas asequibles. Si esto te lleva cinco o seis años porque faltan trabajadores y maquinaria, seguirán subiendo los precios. Solo te queda desregular, para incentivar que el propietario ponga su vivienda en el mercado. Además de buscar un equilibrio entre arrendador y arrendatario y dejar atrás la tolerancia con la okupación y la inquiokupación, consecuencia de medidas estrafalarias mal definidas. Hoy, quien tiene una vivienda hace cualquier cosa con ella, menos ponerla en el mercado. El político se empeña en seguir con un látigo para disciplinar a la población. Y la población es muy difícil de disciplinar. Sobre todo, cuando la mayoría del mercado son individuos.
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