Los 'lobitos' de la Plaza de Castilla: guía para sobrevivir a una Big Four
Beatriz L. Echazarreta
Llegar a socio, fichar por una empresa del Ibex 35, salir por la puerta de atrás del rascacielos o quedarse atrapado para siempre. Todo eso le puede suceder a un 'lobito', esos jóvenes recién salidos de la universidad que entran como becarios en Deloitte, KPMG, PwC y EY: las cuatro grandes empresas de auditoría y consultoría en España.
El recién llegado se cree 'El lobo de Wall Street', pero, al contrario que en la película de Scorsese, en la Big Four no hay lujo ni excesos sino café de máquina y horas de fluorescente
Con la tinta de los exámenes de la universidad aún sin secar, Fede se vio vistiendo de traje cada mañana para ser admitido en un rascacielos donde se habla 'spanglish', lo importante se dice con siglas y los jueves se va de 'afterwork'. Era ... un 'lobito'.
O lo que es lo mismo, un recién graduado que arrancó su vida laboral en una Big Four, las cuatro grandes firmas de consultoría y auditoría en España: Deloitte, KPMG, Ernst & Young (EY) y PwC, abreviatura de PriceWaterhouseCoopers. El resultado es que hoy, ya con 32 años recién cumplidos, acaba de fichar por una de las grandes empresas del Ibex 35. Así que parece que le valió la pena.
Se echan horas, claro, y se aprende tan rápido que dicen que la experiencia allí es como la edad de los perros: un año dentro de una Big Four son como siete fuera. Él pasó cinco siendo un 'lobito', miembro de esa manada de jóvenes que mora en los alrededores de Plaza Castilla, que se cree 'El lobo de Wall Street'. Pero, al contrario que en la película de Scorsese, aquí no hay lujo ni excesos sino café de máquina, ensaladas preparadas de supermercado y una mochila corporativa con puerto USB integrado.
Los 'lobitos' son los herederos de los 'arturitos' en los 90. Hoy, muchos de aquellos son directores generales o están en consejos de administración
Los 'lobitos' son los hijos de lo que en los años 90 fueron los 'arturitos', otra tribu urbana salida del cascarón de la auditoría Arthur Andersen (ya disuelta), con silla hoy en numerosos consejos de administración o despachos con el letrero 'director general' en la puerta. Los 'arturitos 2.0' van ascendiendo, con su mochila a cuestas, en una pirámide empresarial donde cada escalón conlleva nuevas cargas, renuncias y muchas más siglas que dominar.
Casi nadie llega a la cúspide y no es por falta de capacidad, sino por la decisión -meditada- de utilizar el trampolín Big Four para dar el salto a otras compañías ansiosas de recibir su talento y su formación. Normalmente, el que entra sabe que le espera una especie de 'mili' en el mundo financiero, con sus premios y sus castigos. Aunque la respuesta no siempre es la misma: hay bajas, gente que aguanta más, menos; que sufre un estrés galopante, que lo ve como una prolongación de la universidad o como una grandísima oportunidad, y la aprovecha.
La ilusión del recién llegado, la monotonía del que se queda y la liberación del que se fue… preguntamos a seis 'lobitos' que conocen bien el hábitat de un rascacielos.
Bienvenidos al club, becarios
Las luces de las oficinas siempre están encendidas; basta caminar por el Paseo de la Castellana y levantar la vista a partir de las ocho de la tarde. Ginés, que trabajó cinco años en EY, era de los que miraba hacia arriba para comprobarlo. El fluorescente no entiende de horas, es el reflejo lumínico del trabajo duro. Un preludio de lo que espera a estos jóvenes en el que, al principio, no reparan. Están demasiado entusiasmados por haber sido admitidos en el club Big Four como para detenerse en su consumo eléctrico.
Después de los pantalones chinos y las camisas –eso sí, por fuera– de su última clase de ADE o Derecho en ICADE, se ven vistiendo un traje azul marino a los pies de un edificio de 50 plantas, con su nombre en el correo electrónico de una empresa que además les paga un salario más bien generoso en el baremo precario del becario.
Aunque quien dice ICADE, dice Universidad Autónoma, o Carlos III. Y quien dice ADE, dice Económicas o cualquier doble grado con Derecho en la ecuación. La sensación de poderío la comparten todos ellos, chicos y chicas que no se despegan del marchamo de calidad, una mochila corporativa que siempre arrastran.
«Sí, claro. Te la dan con el 'Welcome pack'», responde Ginés a la pregunta de dónde hay que ir para hacerse con tan codiciado complemento. El pack de bienvenida es un obsequio con el que las Big Four reciben a sus becarios y suele constar (con algunas variaciones) de ordenador o tablet, móvil, una botella corporativa, cuadernos, bolis, pelotita antiestrés…y la mochila, por supuesto.
Deloitte, KPMG, EY y PwC saben recibir a los empleados que conforman la base de la pirámide, una palabra que ninguno olvida, incluso años después de convertirse en ex. Escalarla es costoso, requiere tiempo y una paciencia que con los años puede terminar expirando, pero el 'lobito' se siente orgulloso de tener el contrato para intentarlo. Su boleto en la rifa. «Es que son empresas muy tochas», argumenta sonriente a este diario un becario Big Four que ha salido de 'afterwork' por Azca, en Madrid.
Pack de bienvenida
Tarjeta de acceso | Móvil iPhone, según categoría + funda y auriculares | Botella de agua | Vaso | Portátil o tablet + ratón, soporte docking y línea SIM | Pelota antiestrés | Cuaderno y bolígrafo | Tarjetón de bienvenida y de proyectos solidarios
Precisamente 'afterwork', junto con 'networking', es una de esas palabras esenciales para no perderse en este universo. Si eres un 'lobito', los jueves «se sale a tomar una», que acaban siendo varias, con los compañeros. Ginés recuerda que sus primeras semanas vivió algo parecido a unas novatadas, con sus respectivos sudores fríos el viernes por la mañana, cuando hay que mantener el tipo después de una noche que se ha alargado. «El afterwork era un 'must'», describe con puntería Patricia, que aguantó tres años y medio en el departamento de auditoría externa de PwC. La forma de expresarse, también es un 'must': «Es un mundo de 'spanglish', si no hablas como ellos no eres uno de ellos», explica Catalina, que también pasó por el departamento de auditoría de la misma empresa.
Ella, al igual que otras personas que han colaborado en este reportaje, ha preferido que no figurara su verdadero nombre. Tampoco todos los entrevistados se han atrevido a mostrar su voz, y han optado por la distorsión para preservar el anonimato y hablar con mayor libertad.
La forma de hablar, el bar al que hay que ir, las convivencias.... El objetivo: que la vida social y la laboral acaben siendo la misma cosa
La forma de hablar y, por supuesto, los sitios a los que ir para que te vean. Bicai, cerca de Nuevos Ministerios, era el lugar en el que había que estar. Y lo sigue siendo. Aunque hubo otros, como 'El Brokers' o eso nos dicen a las puertas de un Bicai con la música a tope en el que uno se tiene que abrir paso a codazos.
Ginés, que estuvo en el departamento de abogacía y ahora trabaja en Endesa, cuenta que la cultura de lo social, «de hacer piña», forma parte de la esencia de estas empresas. Llegas en septiembre, recuerda, y te vas de convivencias con todos los becarios que han entrado contigo, «que igual son unos mil»: el objetivo es que la vida social y la laboral acaben siendo la misma cosa.
Para Fede, el treintañero que acaba de conseguir un puestazo, aquello funcionó y hasta ha sido padrino de boda de antiguos compañeros de KPMG. En esos años en los que empezaba su jornada en la Torre de Cristal del Paseo de la Castellana conoció a una parte de su círculo más íntimo, algunos de los que hoy son sus mejores amigos. Dicen que es similar a esas amistades que de niño surgen en los campamentos, en las primeras veces lejos de tus padres. Los 'lobitos' viven en estas empresas su estreno en el mundo laboral, fuera de la universidad, 'fuera de casa': «Todos los jueves no faltaba. Íbamos al Rita o al Toppings o a cualquiera de estos que están por Azca. Esto es un 'efecto campamento': te pasas horas y horas con gente con la que trabajas mano a mano», explica Anabel, que sigue siendo empleada de EY después de cinco años y medio.
Pero aún hay otro gran acontecimiento social: las fiestas de Navidad. «Son las mejores de España…te traen a Taburete, a Leiva, alquilan Las Ventas…Son empresas en las que siempre te están ofreciendo la zanahoria, en forma de un buen cátering o un concierto», resume Ginés. Aunque no a todos la dieta a base de zanahorias les sacia para siempre.
Pirámide o embudo: trepar en la Big Four
Junior, senior, manager, director y socio. Se dice pronto, pero se escala despacio en una pirámide, ahí vuelve la palabra, que además es un embudo: si te quedas, asciendes. Los que no promocionan es porque están fuera, pero eso no importa, porque al año siguiente llegará una nueva camada de 'lobitos' que reemplazará a la anterior.
«Todos somos conscientes de que hay un socio por cada cien soldaditos», cuenta Fede. Porque el número de soldaditos y el de socios es constante. Igual a K, como en una fórmula física.
Al igual que en las Fuerzas Armadas, las Big Four tienen sus 'cuerpos' especializados donde hacer esa 'mili': auditoría, consultoría, jurídico o financiero. Y, por supuesto, no se asciende igual si eres abogado o si eres auditor pues cada microuniverso en la Big Four tiene sus tiempos y sus procesos de promoción interna.
El salto de nivel se produce, más o menos, cada dos años o dos años y medio. ¿La subida? Las tablas salariales están bajo llave
Sin embargo, hay patrones que se repiten: tras los seis meses iniciales, la beca se puede ampliar a un año, y luego ya 'asciendes' a junior. Con ese rango, nuestros entrevistados pasaron a declarar unos 23.000 brutos anuales. El salto de nivel se produce, más o menos, cada dos años o dos años y medio.
Un nuevo escalón supone una nueva subida salarial, aunque es difícil precisarla: este periódico se ha puesto en contacto con algunos departamentos de prensa de estas empresas y las tablas salariales permanecen bajo llave. De hecho, ni siquiera los empleados de Big four las conocen.


La peor posición, según dicen, es la de manager, aunque Anabel, que es la única que sigue en EY, no piensa igual: «La situación no cambia, o sea ni mejora ni empeora. No te pagan las horas extra ni como extra de salario, ni como vacaciones», se queja. A veces echa en falta la palmadita.
Además, la curva de aprendizaje, según indica Ginés, se va aplanando y la motivación va decreciendo. «Hacemos trabajos muy repetitivos. Somos como una fábrica de churros: sacamos informes, sacamos informes… al final eso te acaba cansando», opina Anabel. El sueldo, dice, no es tan alto para ser una multinacional y eso te va echando cada vez más para atrás. Esta joven aún no se ha desilusionado del todo, aunque a veces escriba informes como en una cadena de montaje de una fábrica, y eso que calza tacones. A día de hoy, reconoce, «hay nombres de departamentos llenos de siglas que son verdaderos jeroglíficos». Sigue sin saber qué significan.
Aquellos 'lobitos' que dejaron la manada
La exigencia en las Big Four puede acabar en terapias a las diez de la noche, después de la jornada de trabajo. Pero, ¿existe una leyenda negra alrededor de las condiciones laborales de estas empresas? Para la mayor parte de los entrevistados, sí, en parte, pues todo el mundo sabe a lo que va. Aunque la respuesta no siempre es la misma. Patricia se llevó de PwC un gran aprendizaje, pero también un estrés difícil de gestionar. Fue de las primeras de su 'promoción' en marcharse, estuvo de baja por ansiedad un tiempo y decidió que eso no era lo que quería. «En las Big Four entras sabiendo que nunca se va a cumplir el horario. Pero nunca es nunca. De hecho se dice siempre que sabes cuándo entras pero no sabes cuándo sales», explica Catalina, otra 'exlobita' de PwC.
Estas dos auditoras no tuvieron que recurrir a sesiones con el psicólogo nocturnas. Pero sí lo hicieron algunos compañeros de Ana, que estuvo en consultoría en EY. A aquellos 'lobitos' no les quedó otra para mantenerse fuertes mentalmente y «no caer en el síndrome de Estocolmo».
«Llega un momento en el que no puedes hacer planes a corto plazo. Yo no podía planificar ni unas vacaciones», cuenta un 'exlobito'
Ana también abandonó y por eso ahora se atreve a hacer alguna broma sobre el microcosmos que uno respira en estas grandes empresas. Fue testigo de escenas que entonces tomaba por normales, como aquella vez que vio cómo un mánager corría al baño para taponar una nariz inoportuna, que empezó a sangrar por estrés. «¿Ictus a los 35? No, gracias», se responde a sí misma.
No fue esa la experiencia de Fede. Para nuestro auditor de KPMG, la vida en la Big Four fue como una prolongación de la época universitaria: le pagaron un máster nada más llegar y no fue, dice, demasiado exigente: «El primer año fue el mejor de mi vida», sentencia. Aunque reconoce que esa indulgencia que tuvieron con él cuando aún era junior iba desapareciendo y fue a partir del tercer año cuando empezó a echar más horas. Eso sí, nunca llegó a cenar frente a un monitor encendido.
Anabel, que se resiste a abandonar el barco con la bandera de EY, introduce un matiz respecto a las horas y asegura que todo el equipo «pringa», desde el primero al último: la responsabilidad la asumen aquellos que llevan más años, pero el grupo, con sus distintas jerarquías, siempre se mantiene unido. Eso no impide que la promoción, de forma paulatina, se vaya desarmando.
La encrucijada se produce a los cinco o seis años. «No era el hecho de echar tantas horas. Cuando entras en la rueda no te parece excesivo, pero llega un momento en el que no puedes hacer planes a corto plazo. Yo no podía planificar ni unas vacaciones», comenta Ginés. Utiliza otro de esos términos omnipresentes en el mundo Big Four: trampolín. «El nombre de una Big Four no tiene comparación con nada», resume Catalina, ex de PwC. Les llueven las ofertas a través de Linkedin y en el mundo de la auditoría es una escuela como ninguna.
Los que se van lo hacen porque les ofrecen un mejor salario y por acabar con la incertidumbre en el largo plazo, pero esos años determinarán para siempre el ADN laboral del que un día fue 'lobito': «Aprendí a mandar el email perfecto. Cómo firmarlo, el orden, las jerarquías, a quien poner en copia...», dice por lo bajini Ginés.
La huella de la Big Four permanece, a veces visible, en esas pequeñas cosas: como saber a quién poner en la copia oculta de un correo electrónico. El 'lobito' siempre estará en los detalles y, por fin, podrá ser un alfa más de la manada.
Créditos
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Texto: Beatriz L. Echazarreta
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Audio: Blanca Nava y Rodrigo Ortiz de Zárate
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Desarrollo: Jorge García Gómez
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Diseño: Julián de Velasco, Rodrigo Parrado y Javier Torres
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