La guerra pasa factura: precios altos, rentas a la baja y parón económico

Un año después de la primera incursión de las tropas rusas en Ucrania los españoles pagamos más caro prácticamente todo, el poder de compra de los salarios se ha desplomado como no ocurría en cuarenta años, la actividad económica se ha enfriado hasta el punto de casi congelarse y ya se atisban los primeros indicios de deterioro en la capacidad de nuestras empresas para competir en el exterior.

El cuadro no es tan sombrío a la luz de las estadísticas. Estas indican que la economía encadenó en 2022 su segundo año creciendo al 5,5%, que se crearon cerca de medio millón de nuevos empleos y que el valor de las exportaciones alcanzó niveles récord, por no hablar del crecimiento de los ingresos por impuestos que dejarán en caja más de 30.000 millones de euros extra a golpe de retenciones en las nóminas, anticipos por los beneficios de las empresas y el IVA de las compras y contrataciones de servicios.

Los analistas llaman a no dejarse fascinar por estas cifras. Aseguran que cuentan más del pasado que del pulso de la economía, en el que ya adivinan algunas arritmias que amenazan con dejar cicatrices permanentes.

El poder adquisitivo de los salarios se ha desplomado. Mientras los sueldos han crecido un 3,7%, según los datos de retenciones en nómina de la Agencia Tributaria, los precios se han encarecido un 8,5% y hay bienes de consumo masivo como los alimentos que lo han hecho un 16%. «La inflación es el gran cambio estructural. Hemos normalizado precios que en 2019 eran inasumibles y se van a tener que absorber tanto por las empresas como los trabajadores», opina Alicia Coronil, economista jefe de Singular Bank. «El FMI ya ha advertido del riesgo por crisis del coste de la vida, ya que tiene implicaciones en el bienestar y en la capacidad de empresas y trabajadores para consumir e invertir».

«Somos más pobres. Hay que asumirlo», coincide Javier Díaz-Giménez, profesor de Economía del IESE. «El coste de la vida se ha encarecido. Queda trabajar más para subir los ingresos o gastar menos. Si la gasolina es más cara habrá que comprar menos».

La reflexión del profesor del IESE apela a la respuesta del Gobierno, que ha realizado un esfuerzo presupuestario de 40.000 millones para tratar de sostener las rentas de los ciudadanos con un serie de medidas (rebajas IVA, bonificación al carburante) cuya eficacia y eficiencia han cuestionado el Banco de España y el think tank de Hacienda por su escasa focalización.

«El Gobierno ha optado en su respuesta política por alterar los precios de los mercados, con efectos perniciosos porque genera deuda pública e impide a los consumidores amoldarse al nuevo entorno de precios de mercado», cuestiona Díaz-Giménez.

La otra cara de ese esfuerzo fiscal son las subidas de impuestos aprobadas para financiar esos gastos. «Una de las fortalezas con las que España salió de la crisis financiera fue la competitividad en costes, pero las subidas en los costes fiscales, laborales y regulatorios de las empresas puede traducirse en pérdidas de competitividad», advierte Alicia Coronil.

«Los grandes fondos están buscando inversiones verdes y España es un destino atractivo, pero debe garantizar un clima de seguridad jurídica», advierte Antonio Madera, responsable de ratings soberanos de Ethifinance. El tiempo apremia. Estados Unidos ha puesto sobre la mesa un millonario plan de inversiones que supone un desafío para el resto de regiones del mundo en un momento en que las subidas de tipos están encareciendo tanto la financiación pública como la privada.

El director de Coyuntura de Funcas, Raymond Torres, cree que el riesgo de que España se vea arrastrada por la pérdida de competitividad de Europa es real e insta a utilizar los recursos a su alcance. «España tiene ventajas en el despliegue de renovables que se necesita para atenuar la vulnerabilidad energética», asegura, «pero para aprovecharlas tiene que orientar bien las inversiones de los fondos europeos».

Las estadísticas de volúmenes exportados muestran un incremento vigoroso, aupado por el encarecimiento de los precios, pero los indicadores de pedidos y sentimiento del sector exportador llevan meses cayendo.

El efecto más inmediato de la guerra fue el encarecimiento de la energía, «algo que podría provocar una recesión en Europa y afectar negativamente a las exportaciones españolas de bienes y servicios», explica Ignacio de la Torre, de Arcano. En su opinión, la caída del 85% del precio del gas desde máximos ha diluido ese riesgo. Otros analistas creen que los precios no volverán al nivel previo a la guerra y que presionarán a familias y empresa.

El otro flanco de incertidumbre viene de los tipos de interés del BCE. «El tensionamiento de la política monetaria se va a prolongar durante bastante tiempo», vaticina Gregorio Izquierdo, del IEE. Y esto augura curvas. Para las familias, a las que se les encarecerá la hipoteca; para las empresas, a las que invertir les saldrá más caro; y para el sector público, que soportará más gastos financieros.