España lidera la subida de precios entre las principales economías europeas

La tasa de inflación armonizada, que calcula el indicador en base al consumo realizado por los hogares para hacer comparaciones, se situó en julio en España en el 10,7% frente al nivel del 6,8% de Francia, el 8,4% de Italia o el 8,5% de Alemania. Todo ello a pesar de la menor dependencia de España del gas ruso y de la excepción ibérica aprobada para rebajar el precio de la electricidad en el mercado mayorista.

Aunque los precios se encuentran desorbitados en casi todas las regiones europeas, también registraron menores presiones inflacionistas otros países como Portugal, donde el nivel fue del 9,4%, o Irlanda, con una cota del 9,6%.

No obstante, los porcentajes más altos de inflación se encontraron en Estonia (23,2%), Letonia (21,3%) y Lituania (20,9%). Entre el resto de países de la UE , las mayores subidas de precios en julio correspondieron a la República Checa (17,3%), Bulgaria (14,9%), Hungría (14,7%), Polonia (14,2%), Rumanía (13%) y Croacia (12,7%). Otros países como Eslovaquia (12,8%), Eslovenia (11,7%), Países Bajos (11,6%) o Grecia (11,3%) también registraron tasas de dos dígitos.

Dentro de nuestro país, la inflación armonizada se quedó en julio en el 10,7%, por encima de la media interanual de la eurozona. En concreto, Eurostat informó ayer que la cota repuntó en la zona euro tres décimas en julio en relación con junio y se situó en una tasa récord del 8,9%. Por su parte, en el conjunto de la Unión Europea el alza interanual de precios alcanzó el 9,8 % en julio, frente al 9,6 % en junio, mientras que en julio de 2021 se situaba en el 2,5 %. Es decir, la tasa española fue 1,8 puntos superior a la de la eurozona y nueve décimas mayor que la media de la Unión Europea.

En base a datos del INE, los factores detrás de unos precios desbocados en nuestro país en julio fueron la electricidad, que se encareció un 49,4% en los últimos doce meses, y los hoteles, cuyo precio se desbocó un 33,8% interanual. También influyeron al alza partidas como la gasolina (23,9%), el gas (23,9%) o los vuelos internacionales (21,6%). La cesta de la compra de alimentos también siguió al alza con un aumento del 13,5% interanual por el repunte del coste de los piensos de alimentación animal y de otras materias primas básicas. Estadística avanzó hace unos días que el plan de choque de Pedro Sánchez no está sirviendo para atajar la subida de precios en la medida que estimaba el Ejecutivo: el efecto de la acción gubernamental tan solo ha servido para rebajar en apenas siete décimas el índice general de inflación. Pese a ello, el indicador del INE solo tiene en cuenta el efecto de las medidas fiscales y no descuenta como la bonificación de 20 céntimos sobre el precio de la gasolina. Cabe recordar que frente a las ayudas a los más vulnerables y subvenciones aprobadas en España, otros países, como Alemania, han decidido bajar un total de 10.000 millones en impuestos para que los ciudadanos puedan hacer frente a la merma de poder adquisitivo.

La tasa de inflación subyacente -sin alimentos frescos ni productos energéticos- también fue muy superior en España frente a la media de la zona euro. Este indicador aumentó en julio seis décimas, hasta el 6,1% y registró su valor más alto desde enero de 1993. Mientras, en la zona euro se situó en julio en el 5,1%, frente al 4,6% del mes anterior. Al dejar fuera también el efecto de los precios de los alimentos frescos, el alcohol y el tabaco, la tasa de inflación subyacente se ha situado en un récord del 4%, tres décimas más que en junio.

En la eurozona, los precios siguen subiendo sin frenos en la zona euro por culpa de factores como la energía, la cesta de la compra y los servicios turísticos. La oficina de estadística comunitaria apuntó ayer que la partida que más impulsó el incremento de los precios en la zona euro en julio fue la energía, que subió 4,02 puntos porcentuales, aunque se situó ligeramente por debajo del incremento de 4,19 puntos marcado en junio. Así, a los productos energéticos como la electricidad, el gas o los carburantes le siguieron la alimentación, alcohol y tabaco (2,08 puntos), los servicios (1,6 puntos) y el resto de bienes industriales (1,16 puntos), con alzas respecto a junio en todas esas las categorías.

En términos interanuales, la subida del precio de la energía subió un 39,6%, menos que el 42% de junio, mientras que el aumento del precio de los alimentos frescos en julio fue del 11,1%, cuando en junio fue del 11,2%. Por su parte, los servicios se encarecieron un 3,7% interanual en julio, tres décimas más que el mes anterior, mientras que los precios de los bienes industriales no energéticos subieron un 4,5%, frente al 4,3% del mes anterior.

Los precios en la eurozona y la UE se situaron en julio por debajo de los registrados en Reino Unido, donde la inflación repuntó un 10,1%, tras el alza del 9,4% de junio. La presión inflacionista sí fue mayor que en Estados Unidos, donde la inflación dio un respiro al bolsillo de los consumidores y se moderó en julio al 8,5%, seis décimas por debajo del 9,1% observado en junio.

Diferentes casas de análisis pronostican que la presión inflacionista se mantendrá en Europa y en España de aquí a final de año y que la subida de precios será particularmente acusada en verano por la campaña turística. En concreto, desde la Fundación de Cajas de Ahorro (Funcas) vaticinan que la inflación seguirá en una tasa de dos dígitos en julio y agosto y que se moderará a partir de otoño para bajar al entorno del 8% en diciembre.

Con el objetivo de frenar la inflación, el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) decidió en julio acometer por sorpresa una subida de los tipos de interés en 50 puntos básicos. La entidad central tiene previsto incrementar de nuevo los tipos en los próximos meses con el fin de alcanzar la media del 2% que tiene como meta de estabilidad. Pese a ello, las medidas acordadas en las últimas semanas por los bancos centrales para frenar la espiral inflacionista aún no se han trasladado al valor del dinero ni han conseguido atajar de forma inmediata el aumento de costes en origen para las empresas ni tampoco la traslación de estos a los precios de venta finales a los consumidores.