España abandona la economía circular en el vertedero
A pesar de las reiteradas amonestaciones de la UE, nuestro país sigue cosechando un eterno suspenso en la gestión de los residuos sólidos urbanos
Las empresas españolas trazan el círculo avanzado del reciclaje químico
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Iniciar sesiónEn la gestión de residuos sólidos urbanos España tiene un suspenso como una catedral. La Unión Europea ya nos ha dado varios tirones de oreja por diversos motivos: nos encontramos entre los países comunitarios que menos reciclamos estos desechos y figuramos entre los que más ... basura depositamos en vertederos (incluso tenemos 195 que son ilegales). Y las soluciones por las que están apostando otros países para dar circularidad a todos estos residuos aquí no avanzan. Por ejemplo, no separamos ni tratamos como es debido los restos orgánicos que se pueden transformar en compost de calidad para abonar cultivos. Y tampoco se despliegan plantas de revalorización energética con las que exprimir jugo a toda esa basura doméstica cuando ya no tiene ninguna solución de reutilización o reciclaje. Antes de que engorden el vertedero puede generar electricidad y calor en ese tipo de instalaciones.
Y hablamos de ingentes cantidades de basura. En 2021, los últimos datos que tiene disponibles el Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco), se recogieron 22,1 millones de toneladas de residuos municipales en toda nuestra geografía. En el sector se dice que ocuparían la superficie de 800 campos de fútbol. El 46,9% se depositó en vertedero (la media europea es la mitad: el 23%), esto es 10,3 millones de toneladas. El 22,4% fue para compostaje, el 19,8% se recicló y solo el 10,8% se valorizó energéticamente, es decir se transformó en energía.
Esas cifras nos colocan en muy mala posición respecto a los vecinos. Somos el octavo país de la UE de los 27 que más basura llevó al vertedero en 2021, año en que los datos están completos en Eurostat. Por delante de nosotros están Malta, Grecia, Chipre, Portugal, Chequia, Croacia y Rumanía. Nos encontramos muy lejos de emular países como Alemania, Dinamarca, Bélgica, Países Bajos, Finlandia y Suecia donde es una práctica insignificante y menos del 10% de sus residuos llega a vertederos, que es el objetivo europeo para 2030. Nos quedan cinco años para conseguirlo.
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Amonestaciones
Que echamos mucha basura al vertedero nos lo ha advertido Europa más de una vez. Incluso la Comisión Europa (CE) nos ha denunciado ante el Tribunal de Justicia de la UE por la «persistencia de, al menos, 195 vertederos ilegales que aún no han sido cerrados, sellados ni restaurados desde 2008 provocando daños graves al medio ambiente y poniendo en peligro la salud humana», figura en un comunicado de Bruselas. Así, incumplimos la Directiva marco sobre residuos.
También incumplimos la de vertederos, por otro motivo: hemos depositado, sin tratar previamente, el 12,7% de nuestros residuos urbanos en estos grandes basureros. Los desechos deben tratarse de la manera más adecuada para reducir los efectos negativos sobre el medio ambiente y la salud humana. «Además -dice la CE-, España no ha establecido una red integrada y adecuada de instalaciones de gestión de residuos urbanos mezclados que abarque todos los vertederos de su territorio». Esto ha llevado a la Comisión a iniciar los trámites de un procedimiento de infracción enviando una carta de emplazamiento a España, que dispone de dos meses para responder y subsanar las deficiencias.
El último tirón de orejas ha sido este verano. Es cierto que la CE abrió procedimientos de infracción a todos y cada uno de los países miembros de la UE por no llegar en 2020 al 50% de reutilización y reciclaje de residuos municipales de materiales como papel, metal, plástico y vidrio (y el 65% de peso medio de aparatos eléctricos y electrónicos). Pero en nuestro caso es que estamos entre el grupo que menos recicla estos materiales. Solo conseguimos el 38% y el año que viene la ley obligará a que sea el 55%. Por este motivo, «la CE ha remitido una carta de emplazamiento a España, que es la fase temprana del procedimiento sancionador a nivel europeo», explican fuentes del Miteco.
El 46,9% de los residuos de nuestras ciudades terminan enterrados en vertederos
Por si las amonestaciones fueran pocas, corremos otro riesgo: el contenedor marrón para recoger la materia orgánica (los biorresiduos), que supone entre 40 y 50% de la basura municipal, no está desplegado de forma masiva en todos los municipios del país. Y este año era la fecha límite para hacerlo. «Bruselas nos va a poner una multa porque deberíamos tener el quinto contenedor en todas las ciudades para recoger selectivamente la fracción orgánica», cree María Pilar Bernal, presidenta de la Red Española de Compostaje y profesora de investigación del CSIC en el Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura de Murcia.
La gestión de los residuos urbanos (recogida, tratamiento, reciclaje, valorización y eliminación) corresponde a los ayuntamientos (hay más de 8.100 en España). Y los vertederos son competencia de la comunidad autónoma donde estén ubicados. «No obstante, el incumplimiento de una obligación comunitaria afecta al Estado miembro correspondiente, independientemente de cómo tenga este distribuidas las competencias internamente», dicen desde el Miteco. Pero si los procesos iniciados por Bruselas contra España derivan en una multa, «esta puede repercutirse a las comunidades autónomas o entidades locales que hayan ocasionado dicho incumplimiento», aseguran las mismas fuentes.
Los municipios
Los ayuntamientos están en el punto de mira. Y hacen todo lo que pueden. «El problema es muy complejo y no tiene una única causa. Hay que partir de la base de que todos y cada uno de los municipios españoles recogen la basura y la gestionan en mayor o menor medida. No hay un sólo ciudadano sin servicio», asegura Luis Martínez-Sicluna, secretario general de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP).
Desde hace 25 años es obligatorio la recogida selectiva de residuos municipales y cada vez es más compleja. «Hemos pasado de tres contenedores clásicos (papel, envases y vidrio) a la recogida de aparatos eléctricos y electrónicos, pilas, biorresiduos y, a partir del 1 de enero de 2025, también los textiles, los aceites de cocina usados, los residuos domésticos peligrosos, los residuos voluminosos (muebles y enseres) y las fracciones de residuos determinadas reglamentariamente», explica Martínez-Sicluna.
Reciclamos el 38% de papel, metal, plástico y vidrio que llegan a través de los residuos urbanos
Es un reto mayúsculo para muchos municipios, grandes y pequeños. «La recogida selectiva requiere un esfuerzo técnico, logístico y económico que, en algunos casos, no han podido afrontar los municipios. Pero una vez recogidos los residuos falta capacidad de tratamiento lo que explica, aunque no justifica, el uso de vertederos por encima de lo deseable. Creemos que no se soluciona el problema con más tecnología sino produciendo menos residuos y más reciclables», considera.
De todas formas Martínez-Sicluna enumera otros muchos problemas: «La financiación de la gestión de los residuos a través de la responsabilidad ampliada del productor es un reto que los municipios debemos afrontar, y no aceptar en ningún caso, una infrafinanciación. A esto se une una insuficiente inspección y un lento desarrollo normativo que hace que su aplicación vaya muy por detrás de la realidad, donde el ecodiseño no se aplica y cada vez se ponen en el mercado más productos de difícil reciclado».
El propio Ministerio para la Transición Ecológica reconoce que las medidas que está poniendo en marcha para gestionar los residuos municipales de acuerdo a las normas comunitarias «tardarán algunos años en dar resultados, pues están empezando a implementarse desde 2023». Entre ellas: la obligación de recoger de forma separada nuevos tipos de residuos como la basura orgánica o los textiles; o el impuesto por depositar residuos en un vertedero (40 euros por tonelada) o por incinerarlos (15 euros/tn); o los 950 millones de euros de los fondos europeos que van destinados a actuaciones en materia de residuos municipales.
Menos basura
Pero no todo es negativo. En lo que hemos mejorado es en generar menos residuos municipales. De 653 kg por habitante/año en 2000 hemos reducido a 467 en 2022, cuando la media europea se sitúa en 513. «Los avances legislativos apuntan en dos direcciones: reducir la generación de basura y recoger selectivamente cada vez más lo que generamos. El futuro inmediato pasa por seguir desarrollando una recogida selectiva cada vez de mayor calidad y a todos los tipos de residuo, incorporando nuevas tendencias como el reciclaje incentivado (el pago por generación)», valoran desde Ecoembes. Esta figura se basa en el concepto 'quien contamina paga'. Está muy extendida en Europa y se empieza a implementar en algunos ayuntamientos españoles. El ciudadano paga la tasa de basuras en función de los residuos que realmente genera y de lo que separa y clasifica para su reciclaje. Se ha demostrado que así aumentan las tasas de reciclaje.
Pero la economía circular en los residuos no cala en nuestro país. «España avanza a dos velocidades. Por una parte, es uno de los países UE que mejor recicla sus envases (70,1% en 2021, el 9º) y a la vez es de los que peor recicla los residuos urbanos en general (38,6% en 2022, el 14º). En el caso concreto del reciclaje de envases, también tenemos camino por recorrer. De poco sirve consolidar el reciclaje de envases como uno de los hábitos medioambientales más sólidos si, en paralelo, seguimos suspendiendo en reciclaje del resto de residuos y generando basura de todo tipo como nunca», dicen desde Ecoembes.
Esta organización propone medidas que cumplan la jerarquía de las 3Rs (Reducir, Reutilizar y Reciclar). Pero el reciclaje no es suficiente. «Las empresas -consideran- deben apostar aún más fuerte por el ecodiseño y reducción; las administraciones deben garantizar un modelo de gestión de residuos que priorice la reducción en origen y el reciclado; y los ciudadanos debemos alinear nuestros hábitos de consumo a las urgencias medioambientales».
Compostaje
De todas formas hay prácticas que sí tienen éxito entre nuestros vecinos y que están consiguiendo aumentar el reciclaje, la reutilización y aprovechamiento de estos residuos y que en nuestro país parecen no despegar. Por ejemplo, el compostaje. En España el 22,4% de los residuos municipales se compostan pero no lo hacemos con la misma eficiencia que los europeos. Son los residuos que provienen en su mayor parte del contenedor gris, es decir de una amalgama de materia orgánica «sucia», como lo denomina Pilar Bernal. «En las plantas de tratamiento de residuos se separa la fracción orgánica, que sigue teniendo plásticos, metales, vidrio... que son imposibles ya de separar. Se produce así un compost de baja calidad, difícil de vender y de bajo precio. Realmente la normativa no lo reconoce como compost, sino como material bioestabilizado que normalmente va al vertedero o a incineración para generar energía», cuenta la investigadora.
Si el contenedor marrón estuviera extendido por todos los municipios (como exige la normativa para este año), en él se depositarían solo los residuos orgánicos. «Se obtiene así un compost de buena calidad para aplicar al suelo como fertilizante. En Cataluña llevan varios años con este quinto contenedor», asegura Bernal. Sus ventajas: «Es un proceso espontáneo -cuenta-, no se inoculan otros microorganismos ni se produce ningún otro residuo que gestionar. Si los residuos orgánicos van a vertedero, se compactan y tienen unas condiciones anaerobias (sin oxígeno) que generan metano. En una planta de compostaje la descomposición es con oxígeno y se genera CO2, un gas con un potencial de calentamiento global mucho menor al metano. Es una instalación cerrada, sin gas ni olores».
Experiencia piloto
El centro tecnológico BETA de la UVic-UCC (Universidad de Vic y Universidad Central de Cataluña) lidera el proyecto europeo Decost que está desarrollando experiencias piloto para la valorización de residuos orgánicos a través del compostaje comunitario. «En lugar del compostaje centralizado convencional donde la materia orgánica se recoge de contenedores en la calle y se transporta a una planta que trata miles de toneladas, el compostaje comunitario está dirigido a pueblos pequeños o barrios de grandes ciudades. Instalamos compostadores donde los vecinos depositan los residuos orgánicos y luego pueden obtener un compost que utilizan en sus huertos y jardines. Se cierra el círculo de la materia orgánica dentro del propio municipio», cuenta Joan Colón, responsable del proyecto.
Este sistema funciona desde hace cinco años en Les Masies de Roda, un pequeño municipio de Barcelona. «Es una solución para localidades de menos de 1.500 habitantes. El pueblo ha pasado de una tasa de reciclaje de 30-40% a 85%», afirma Colón.
Generar energía
Y también están las plantas de valorización energética, muy extendidas entre nuestros vecinos, que pueden contribuir a reducir la cantidad de basura que enviamos a los vertederos como ha valorado la propia Naciones Unidas. Desde luego que llama la atención que algunas de estas centrales se encuentren en medio de ciudades europeas, como en París, que tiene una ubicada al lado de la Torre Eiffel. El 50% de su red de calefacción urbana se abastece de tres instalaciones de este tipo. En Copenhague la planta CopenHill luce una pista de esquí y en Viena estas instalaciones forman parte del tour turístico. «Están en el centro de ciudades porque proporcionan calor para los hogares a través de la redes de calefacción de distrito», cuenta Joaquín Pérez Viota, presidente de Aeversu, la patronal de la industria.
En España hay 11, donde van a parar casi el 11% de los residuos municipales. Transforman la basura que ya no se puede reciclar ni reutilizar en energía eléctrica, vapor o agua caliente para uso doméstico e industrial. «El 30% de los residuos son imposibles de reciclar o reintroducir en el sistema y hay que darles una solución. Estos se valorizan energéticamente en muchos países. Alemania con una tasa de reciclaje del 65% y un 29% de valorización energética, transforma en energía todo lo que no puede recuperar».
Gases controlados
Pérez Viota defiende la seguridad de estas instalaciones. «Están sometidas a unas exigencias de control y depuración de los gases generados por la combustión que están entre las más elevadas de la industria. Los vertederos emiten metano que tiene 28 veces mayor poder de calentamiento global que el CO2 producido por la combustión de residuos». Para cumplir con el objetivo de enviar menos del 10% de residuos al vertedero en 2030, Pérez Viota estima que habría que duplicar el número de plantas de revalorización energética en España. «Podríamos satisfacer el 10% de las necesidades eléctricas de los hogares», asegura.
La planta de valorización energética de Sant Adrià de Besòs es gestionada desde hace 40 años por el Grupo Tersa y forma parte de un gran complejo donde se tratan el 31% de los residuos municipales del área metropolitana de Barcelona, los que los ciudadanos no separan y depositan en el contenedor gris. Esta basura se somete a un proceso mecánico-biológico para separar la materia orgánica y los materiales reciclables. Lo que queda y no se puede aprovechar se transforma en energía. «Mediante un proceso de combustión controlada, reducimos de forma considerable el volumen de residuos y aprovechamos su poder calorífico para generar electricidad y vapor. Una parte de la electricidad producida se destina al autoconsumo de la instalación y el resto se vende a la red eléctrica. El vapor se suministra a la red urbana de calor y frío, también conocida como 'district heating', que da servicio a más de 180 edificios (oficinas, hoteles, hospital) de las zonas del Fòrum y 22@ de Barcelona, para su utilización en calefacción, climatización y agua caliente sanitaria», cuentan desde la compañía.
Desde luego, parece haber soluciones para que España consiga un merecido aprobado en la gestión de sus residuos municipales.
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