Las empresas digitalizadas se toman el futuro con filosofía
Su capacidad de pensamiento crítico y para resolver los interrogantes éticos de tecnologías como la IA abren a los filósofos la puerta del mundo corporativo
Las humanidades, el elemento distintivo de la innovación
¿A dónde vamos? Responder a esta pregunta tan universal que siempre ha acompañado al ser humano se ha ido haciendo cada vez más urgente a medida que la tecnología ha desdibujado sus fronteras. La filosofía se convierte en un brújula que permite mantener el rumbo ... sin perder de vista el sentido común. Así, esta disciplina empieza a considerarse un ingrediente más en el planteamiento de soluciones con base tecnológica. Tras valorarse incluso eliminarla como asignatura en los institutos, el interés por esta carrera ha crecido: de los 7.091 alumnos matriculados en el curso 2015-2016 se pasó a 9.421 en 2021-2022, según la estadística del Ministerio de Universidades. Por ejemplo, en la UNED estos estudiantes han crecido más de un 40% desde 2018.
Por otro lado, el informe EPyCE 2020, publicado por EAE Business School, la Asociación Española de Directores de Recursos Humanos (AEDRH) y Foro Inserta de la Fundación Once, el experto en ética de datos y privacidad es la sexta posición más demanda por los responsables de recursos humanos en España, lo que pone de relieve que la filosofía es esencial para entender los cambios que están por llegar. Sin embargo, la empleabilidad actual de los filósofos todavía es baja. Tal y como expone el informe 'Jóvenes universitarios y empleabilidad', elaborado por Randstad Research y la Universidad CEU San Pablo, la inserción laboral de estos graduados cinco años después de haber finalizado sus estudios representa solo el 18,4% del total.
Entender la filosofía como un saber caduco, incompatible con el devenir del hombre, no podría estar más lejos de la realidad. «No es la tecnología la que te dice qué se debe hacer con ella, ni cómo se debe emplear; quien responde a estas preguntas es tu visión del mundo», indica Jesús Zamora, decano de la facultad de Filosofía de la UNED. La comunión entre la teoría y la práctica es más significativa que nunca, ya que «la digitalización de la sociedad produce una profunda transformación que no solo afecta a la productividad y a la eficiencia, sino que modifica hábitos, costumbres y relaciones», señala Txetxu Ausín, director del Instituto de Filosofía del CSIC, donde forma parte del grupo de investigación de Ética Aplicada (GEA).
Pensamiento crítico
Pararse a reflexionar acerca de las consecuencias que podrían tener determinadas herramientas de carácter disruptivo resulta esencial para tomar las decisiones adecuadas. «Con los mundos tan inciertos en los que vivimos y a una velocidad que va más allá de la luz, el valor de la filosofía es fomentar ese pensamiento crítico que lleva a cuestionarnos por qué hacemos las cosas de determinada forma», comenta Pilar Llácer, doctora en Filosofía y experta en recursos humanos.
En el curso 2021/22 se matricularon 9.421 alumnos en esta carrera
Esa capacidad de no limitarse a los detalles y de ofrecer y evaluar argumentos racionales escapa de la obsolescencia, por eso Zamora subraya que «contar con personal familiarizado con la filosofía es algo muy rentable para las empresas innovadoras».
El reto de la IA
Desde Elon Musk a Steve Wozniak, pasando por los propios creadores del revolucionario sistema ChatGPT, son muchas las voces que han alertado sobre los peligros de la inteligencia artificial y la necesidad de regularla. El catálogo de riesgos es amplio: «Desde la posibilidad de manipulación y modificación de la identidad y la autonomía personales, a los riesgos de discriminación e injusticia algorítmica a causa de los sesgos, pasando por la erosión de la esfera política ante el enorme poder las corporaciones que controlan las redes o el impacto medioambiental y geopolítico de la digitalización», enumera Ausín. Es aquí donde la filosofía es capaz de realizar una gran aportación a la hora de resolver los interrogantes éticos que se abren.
La IA ha dado vía libre a la automatización, sustituyendo rutinas que hasta ahora se realizaban de forma manual. Esta ruptura frente al modo tradicional de hacer las cosas «abre nuevas preguntas sobre qué prácticas son éticamente adecuadas, qué derechos deben tenerse en cuenta o incluso ser creados y qué normas deben implementarse o cuáles deben ser superadas», asegura Zamora. El aprendizaje automático de la IA exige «una mirada crítica hacia los datos que tenemos del pasado para poder hacer predicciones sobre el futuro», opina Llácer. La era generativa de la IA también genera debates éticos. Solo hay que fijarse en la proliferación de 'fake news'. «Saber identificar qué es lo real, que es lo verdadero, siempre ha sido el territorio de la filosofía», recalca la especialista en liderazgo ético.
Itinerarios híbridos
La apuesta por la innovación se nutre de físicos, matemáticos, informáticos y otros ingenieros, pero hacerles trabajar codo con codo con personas preocupadas por comprender el mundo, la sociedad y al ser humano en sus aspectos más fundamentales gana puntos entre las empresas. De hecho, la eterna lucha entre las ciencias y las letras parece haber pactado una tregua a la vista de la hibridación que plantean determinados dobles grados. «Debemos hacer autocrítica y comprender que la filosofía debe mantener un diálogo permanente con las carreras STEM», matiza el directivo del CSIC, que se refiere a esta disciplina como «un puente que aporta análisis conceptual, argumentación y reflexión sobre los fines».
Muchos directivos ya se están formando en estos conocimientos
En la misma línea, Llácer recuerda que «la mayoría de los grandes filósofos eran matemáticos, por lo que la filosofía ayuda a ver ese avance de la tecnología, no criticándolo, sino cuestionando de forma positiva o negativa».
Formación clave
Decantarse por la filosofía no es solo una vocación entre los jóvenes universitarios, sino una formación complementaria para muchos directivos que se ha puesto de moda. «La ética constituye un elemento indispensable para generar confianza, lo que es un intangible necesario e indispensable para cualquier organización», declara el director del Instituto de Filosofía del CSIC. Este acercamiento hace que estos líderes empresariales aprendan, según Llácer, «una forma de gestionar muy diferente, no basada solo en un por qué, si no en un para qué, en una búsqueda de valores y de propósitos».