Los 'coworkings' conectan la España vaciada a un nuevo futuro
Algunas iniciativas pioneras están comenzando a demostrar las posibilidades de dinamización del entorno rural que abren estos espacios
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Charo Barroso
La pandemia de Covid-19 y otros factores estratégicos están propiciando ciertas iniciativas empresariales alejadas de los núcleos urbanos que apuestan por zonas de la España vaciada. Tal movimiento tiene entre sus objetivos favorecer la economía de estas zonas, como pretende el 'coworking' rural.
En la última década, tres de cada cuatro términos municipales han perdido habitantes. Los expertos ponen el foco en las posibilidades del 'coworking' rural para frenar la despoblación. «El establecimiento de estos espacios con buenas infraestructuras y programas de actividades puede convertirse en un potente atractivo para las zonas rurales», señala Carles Méndez, investigador de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Es una vuelta de tuerca al negocio del turismo rural. En estos espacios se dan cita autónomos, empleados de pequeñas empresas o nómadas digitales con oficina lejos del mundanal ruido. La tipología de aquellos que optan por este modelo varía con respecto a las grandes ciudades, aclara el experto de la UOC: «El perfil de los trabajadores que optan por el 'coworking' rural es predominantemente autónomo y freelance, a diferencia del 'coworking' urbano, en el que también hay una significativa presencia de trabajadores corporativos». Los 'coworkers' rurales suelen estar vinculados a las TIC, a las ingenierías y al ámbito de la comunicación.
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En los últimos años se están impulsando diversas iniciativas de éxito como Cowocat Rural en Cataluña o el proyecto Sierra de la Demanda, en Castilla y León, precisamente una de las comunidades que más padecen la despoblación, junto con Extremadura, Galicia y Asturias. El 'coworking' de Sierra de la Demanda está considerado el más grande del mundo, con una extensión de 2.000 kilómetros cuadrados repartidos en cuatro espacios. Este proyecto se ha replicado en otras seis zonas de Castilla y León, formando la red de espacios de Coworking de Castilla y León, Cowocyl.
Los propósitos de esta red, declara Javier Ruiz, técnico de Emprendimiento y Community Builder en Agalsa, son «que los usuarios puedan trabajar sus proyectos en un espacio adecuado, aprovechar sinergias con otros 'coworkers' y recibir formaciones y mentorizaciones». «El caso más peculiar es el de un peregrino digital de Sudáfrica que pidió el uso de nuestro espacio de Atapuerca, en pleno Camino de Santiago, para teletrabajar durante su recorrido».
Según Ruiz, se busca «evitar que el talento se tenga que marchar por no contar con instalaciones adecuadas, que no haya que alquilar oficinas a elevados precios, crear comunidad y atajar la soledad del emprendimiento». Sobre el modelo de negocio, cree que «la clave del éxito del programa reside en la titularidad pública de los edificios y la colaboración de nuestro Grupo de Acción Local con los ayuntamientos para su gestión y dinamización».
Nuevos senderos
La viguesa María Rodríguez Gradín y el serbio Edo Sadikovic se instalaron en Lobeira (Orense) hace diez años. En la aldea de Senderiz, con 20 habitantes, estos dos educadores sociales levantaron su hogar y lo abrieron al mundo. Ahora son dos espacios de oficinas, pero en otra vida fueron casas, con sus cuadras.
Por Sende, así se llama este experimento social, han pasado más de 4.000 personas de más de sesenta países, entre ellos creativos de Google, Netflix, Marvel, Disney o Cartoon Network. Los residentes abarcan perfiles muy variados, comenta: «Todo el mundo puede trabajar online, diseñadores, programadores, arquitectos, ilustradores, personas que se dedican al 3D, al concept art, a hacer videojuegos».
El éxito depende de la conectividad. «Internet –dice Sadikovic– es una solución sostenible, porque gracias a que hay red podemos vivir y trabajar en una aldea, y que venga gente de fuera». Lo tienen tan claro que lo explicitan así en su web: «Somos un 'coworking' rural, pero internet va súper bien (por suerte). Velocidad media entre 160Mpbs (bajada y subida). Quiere decir que a la vez puedes estar en una videoconferencia mientras estás descargando archivos tochos y puedes estar viendo Netflix en otra pantalla».
Aquí los 'coworkers' comparten la preparación de desayunos, comidas y cenas. No es Sende una atracción turística. Para poder trabajar se precisa un proyecto y una estancia de al menos un mes. La ocupación máxima es de 25 personas. También organizan otro tipo de actividades, apunta Sadikovic: «Desde hace diez años se celebra Bosquexo, un festival de dibujantes, o Bitsommar, un evento para profesionales de videojuegos», recuerda Sadikovic.
De Gredos al mundo
Alberto Pérez, ingeniero de telecomunicaciones, y su mujer, Lorena Morente, especialista en marketing, decidieron dejar Madrid hace cuatro años para teletrabajar en la localidad abulense de Candeleda, a los pies de la sierra de Gredos. Poco después fundaron La Grulla Coworking Rural, iniciativa a la que consideran «un factor de dinamización del medio rural». «Aquí –sostiene Pérez– hay muchos menos servicios y facilidades y este tipo de espacio, más allá de un lugar donde poder teletrabajar, también sirve para organizar actividades, conocer gente y hacer comunidad».
En la Grulla Coworking están convencidos de que su propuesta «es una forma de atraer gente al medio rural para luchar contra la despoblación, pero también una manera de retener ciertos perfiles que ya vivían en el entorno rural y no tenían un espacio donde desarrollar su actividad». Pérez aporta un ejemplo de su granito de arena: «En febrero tuvimos durante todo el mes a un 'coworker' holandés que le ha gustado tanto la zona que se ha quedado a vivir aquí».
El espacio tiene habilitados escritorios con sillas ergonómicas y sala de reuniones para cubrir las distintas necesidades de las personas que teletrabajan, que van desde una clase particular a la terapia de un psicólogo. También disponen de un apartamento para aquellos que deseen pasar una temporada trabajando en su espacio y al tiempo tener un sitio donde alojarse.
Durante el periodo posterior a la pandemia, el número de trabajadores por cuenta ajena que usan el 'coworking' rural ha experimentado un aumento considerable. Sobre este asunto, Pérez estima que «la flexibilidad del teletrabajo ha propiciado que muchas personas hayan puesto en valor vivir en un entorno más abierto, no tan masificado como las ciudades». Son nuevos horizontes de esperanza para la España vaciada.
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