El calvario de alquilar un piso en Madrid (I): un fondo de inversión me echa de mi casa
Tras 14 años viviendo en el barrio de Lavapiés con una renta razonable, esta es la historia de cómo me he visto empujado a un mercado excluyente y especulativo que se encuentra en el peor momento de la democracia para los inquilinos
El calvario de alquilar un piso en Madrid (II): mis tres meses de búsqueda entre fraudes y abusos
El calvario de alquilar un piso en Madrid (III): un final (no tan) feliz en una casa más pequeña y más cara
No sé cuántas llamadas había hecho cuando cundió finalmente el desánimo, pero recuerdo perfectamente el momento. Marqué el teléfono de una conocida inmobiliaria para visitar un piso que creía que podía alquilar. Nada del otro mundo: 45 metros cuadrados con una pequeña habitación y ... una cocina minúscula, que está ubicado más allá de la M-30, en Madrid. Precio: 800 euros al mes. Tras aguantar una alocución pregrabada de un minuto, un contestador automático me indica: «Si está interesado en algunos de nuestros inmuebles, pulse 1, en caso contrario, pulse 2». Pulso 1. «Si la suma de los ingresos de todos los inquilinos es al menos tres veces el precio del alquiler, pulse 1, en caso contrario, pulse 2». Echo cuentas. Pulso 2.
«En ese caso, no podemos continuar con la gestión de su alquiler».
Ni siquiera pude comunicarme con una persona y explicarle mi situación. Que llevaba 14 años trabajando en ABC, un periódico de ámbito nacional con más de un siglo de historia. Que tenía contrato indefinido y que nunca había dejado de pagar un alquiler. Que no tenía deudas, que había cuidado mi anterior piso como si fuera mío y que, incluso, si lo deseaba, podía facilitarle el teléfono de mi último casero para que pidiera referencias sobre mí. Pero nada de eso. Largo. «No podemos continuar con la gestión de su alquiler». Un robot me acababa de dar la patada.
El calvario había comenzado un mes antes, con la llamada del propietario de la que había sido mi casa durante los últimos 14 años y el pertinente burofax, no fuera a quedar alguna duda de que me tenía que largar: «Al término del actual periodo de arrendamiento el próximo 30 de junio de 2023, el contrato no se prorrogará y, por lo tanto, quedará extinguido».
Sentado en el que había sido mi piso durante 14 años, en el barrio de Lavapiés, pocos minutos antes de entregar las llaves definitivamente
Llamada del casero y un burofax
El casero me comunicó que iba a vender el piso a un fondo de inversión, que necesitaba el dinero, pero que no me preocupara, que iba a intentar por todos los medios que dicho fondo me lo siguiera alquilando a mí. Me agarré a la esperanza de continuar en el piso e, inocente de mí, pregunté: «¿Pagando lo mismo?».
Ley de Vivienda
Desesperado, escribí al sindicato por si había algún resquicio. La respuesta fue clara: «Lo que ha hecho tu casero es legal, aunque muy injusto»
La respuesta de los dos agentes inmobiliarios que se pusieron rápidamente en contacto conmigo, contratados por mi casero, para ver el inmueble y venderlo cuanto antes, fue ambigua. No hay tiempo para el luto. Me hablaron de cifras poco concretas y varias promesas sospechosas, de las diferentes vías que había para que esta posibilidad remota se pudiera dar, de los porcentajes de beneficios que el fondo tenía que sacar, sí o sí, con el siguiente inquilino e, incluso, de la posibilidad de ser yo el comprador a un precio amigo, «por los años que has vivido aquí sin dar problemas», y que resultó ser entre 10.000 y 30.000 euros más caro que el que marcaba el mismo mercado. Así me lo terminó confesando, al menos, el mismo agente contratado por el propietario. No parecía haber luz al final del túnel en aquellos primeros días tras la noticia.
Desesperado, hasta escribí al Sindicato de Inquilinas e Inquilinos de Madrid, por si había algún resquicio en la nueva Ley de Vivienda al que me pudiera agarrar. La respuesta llegó de inmediato: «Lo que ha hecho tu casero es legal, aunque muy injusto». En ese momento, me percaté, para mayor tristeza, de que había sido la casa en la que más tiempo había vivido. Un piso en el céntrico barrio de Lavapiés, un primero, interior pero con buena luz, de 70 metros cuadrados y dos habitaciones que en algunos períodos había compartido y por el que había pagado entre 650 y 750 euros mensuales. Lo sé, precios de 2009, de cuando me mudé y que ahora se han convertido en un chollo imposible.
Pisos a 1.400 euros
Yo sabía que pisos como el mío en el mismo bloque se estaban alquilando en la actualidad por 1.300 o 1.400 euros. Otros, de casi la mitad de tamaño y con una habitación, por 1.100. Imposible para un solo inquilino como era mi caso. Estaba claro que me tenía que ir lejos, como le ha ocurrido a otros muchos españoles de este y otros barrios céntricos de las grandes capitales en estos últimos años de gentrificación. Varios vecinos cercanos lamentaron la situación, se cabrearon de que los fondos de inversión hubieran entrado en nuestra pequeña comunidad y hasta alguno me ofreció su casa gratis en verano, a cambio de que le cuidara el gato, para que buscara con más tranquilidad. Hay esperanza en la humanidad, pero... ¿Cuál era el escenario real al que me enfrentaba?
Crisis histórica
El golpe emocional fue tremendo. Me llevé la noticia que menos esperaba en el peor momento posible
El abogado Carlos Castillo, portavoz del sindicato, me explicó la situación: «La burbuja del alquiler no ha dejado de crecer debido a la irrupción de los pisos turísticos, Airbnb y, efectivamente, los fondos buitre, que han convertido el mercado en algo excluyente e inaccesible para la mayoría de los inquilinos. No solo en Lavapiés, Malasaña o el barrio Salamanca, sino en todo Madrid, incluidos los distritos con una tradición más obrera, donde los precios han subido un 50 o 60% en los últimos siete años, mientras que los salarios solo un 1 o 2%».
El golpe fue importante. La noticia que menos esperaba en el peor momento posible. Según publicó Idealista en febrero, los precios del alquiler en las principales capitales españolas han desbordado todas las previsiones y han alcanzado máximos históricos. «La situación es bastante problemática, porque en 2013 los alquileres representaban menos del 9% y ahora son el 25%. Hay pocas viviendas y la demanda no para de crecer, lo que encarece las rentas. Cada vez es más difícil que la gente que más lo necesita alquile una vivienda», me confirma Francisco Iñareta, portavoz de esta conocida web.
Mucha demanda
Desde los primeros días de búsqueda me di de bruces con esta realidad, en los que respecta a un problema que se ha convertido en uno de los asuntos más relevantes de la campaña electoral para el 23-J. Ningún gobierno, sin embargo, ha conseguido atajarlo en los últimos años: «De hecho, han fomentado la burbuja. El Partido Popular modificó la Ley de Arrendamientos Urbanos en 2013, con la que los inquilinos quedaron muy desprotegidos y empezaron a sufrir contratos y subidas abusivas, mientras que con el Gobierno de coalición, los alquileres no han dejado de subir y el mercado no ha mejorado a pesar de los intentos», advierte Castillo sobre la recientemente aprobada Ley de Vivienda.
Inmobiliarias
Fue un robot el que me dio la patada cuando quise visitar un piso que creía que podía alquilar. Ni siquiera pude comunicarme con una persona para explicarle mi situación
Lo primero que hice fue informar a amigos y conocidos que tenía que empezar a buscar un nuevo alquiler y que solo tenía tres meses, por si conocían alguna buena oportunidad de alguien que buscara a una persona de confianza, pero nada. Un compañero de trabajo comentó que él ha tardado un año en encontrar, en el que vive hace solo unos meses, pero que tiene que compartir con otras tres personas. De otra forma no hubiera podido acceder a ella, reconoce. No daba mucho ánimo, la verdad.
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Comenzaba mi búsqueda en una ciudad donde los precios de los alquileres están desatados y donde la ubicación ya no es una excusa. Hace un par de meses, al principio de mi búsqueda, llegué a ABC, abrí el periódico y me encontré con la siguiente noticia: en 13 de los 21 distritos que forman la capital, las rentas han llegado a unos niveles sin precedentes. Se han disparado, especialmente, en Centro (+18,4%), Chamberí (+16,4%), Salamanca (+15,9%) y Retiro (+14,8%), pero también en Usera (+18%), Tetuán (+10,5%) y Villaverde (+9,6%). Ninguna zona parecía estar a salvo en esta jungla… que me vi obligado a explorar mientras la fecha de salida se acercaba cual espada de Damocles.
Y lo que viví superó con creces lo que había imaginado…