La acuicultura lanza las redes a piensos más sostenibles

Los tradicionales aceite y harina de pescado están siendo sustituidos por otros productos fruto de la innovación. Se trabaja con piensos con soja o maíz, microorganismos y bacterias, larvas de mosca negra, microalgas o suplementos nutricionales específicos.

El profesor de la Facultad de Veterinaria de la Universidad CEU Cardenal Herrera (Valencia), Jordi López Ramón, explica «que los peces de acuicultura en España o en la Unión Europa en su mayoría se alimentan con piensos extrusionados». «En cuanto a ingredientes, son similares a cualquier otro pienso para animales de producción –sostiene–. Lo que se busca es el ingrediente que se añade para conseguir los nutrientes necesarios».

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«En los últimos tiempos se está intentando utilizar la proteína de insectos. Al final, los peces en el medio natural se alimentan de crustáceos e insectos. Lo que se busca con esto es utilizar una fuente de proteína mucho más sostenible, mucho más eficiente a la hora de producirla, como sucede con la harina de insecto», dice López. Pero matiza «que la capacidad productiva de las granjas de insectos en muy limitada por ahora, aunque está en desarrollo y llegará más pronto que tarde».

Las ventajas de la alimentación sostenible en las granjas acuícolas es evidente, según Jordi López: «Comparado con su alimentación en el medio natural, donde son depredadores y capturan lo que pueden, el beneficio es que el animal recibe diariamente los nutrientes que necesita. Tiene un suministro continuado de ese alimento que precisa para su mantenimiento y su crecimiento».

El pienso varía en función de la especie y el momento del ciclo biológico del animal, indica López: «No debe comer lo mismo, desde el punto de vista nutricional, un pez de 20 gramos que un pez de 300. Adaptamos la alimentación en función de la época del año y otros factores ambientales e individuales». Los beneficios para el consumo humano de las especies de granja acuícola son palpables, señala el experto: «Los peces de acuicultura tienen distinto perfil de ácidos grasos, algunas cantidades de ácidos grasos poliinsaturados son más elevadas incluso que el pescado procedente de la pesca extractiva, lo que convierte al pescado de acuicultura en un alimento saludable».

La acuicultura es una de las actividades que tiene el reto de contribuir al abastecimiento de alimentos a la población mundial, que en 2050 alcanzará los 10.000 millones de personas, según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura). Las empresas españolas del sector son conscientes de que los piensos sostenibles favorecen también la seguridad alimentaria y la supervivencia de los ecosistemas marinos. Se garantiza, además, el futuro de la industria acuícola, pues los piensos modernos optimizan la producción.

Dibaq Acuicultura forma parte de una empresa familiar con base en la localidad segoviana de Fuentepelayo, fundada en los años cincuenta por los abuelos de José Luis Tejedor del Real, su actual director general. Con diferentes líneas de negocio, como la alimentación para mascotas, la compañía tiene una división que fabrica, comercializa y distribuye alimentos para peces y crustáceos en los cinco continentes.

Dibaq apuesta por la alimentación sostenible, que «facilita el equilibrio social, económico y con el medio ambiente, y permite productos seguros, nutritivos y frescos». Para Tejedor, estas prácticas responden a una estrategia definida: «Con este tipo de alimentación no comprometemos la capacidad de crecimiento de este sector para futuras generaciones. No solo estamos proporcionando proteínas de manera eficiente, sostenible y de futuro. Estamos apostando por el porvenir del sector».

El sistema inmunitario de los peces es otra preocupación de la empresa. Con la formulación de sus piensos pretenden mejorar en funcionalidad contra los diferentes patógenos, bacterianos, fúngicos y víricos como responsables de altas tasas de mortalidad y de pérdidas en las granjas. Para ello usan inmunoestimulantes que aumentan las respuestas inmunitarias junto con su nivel de expresión génica mediante diferentes vías de señalización.

La seguridad alimentaria de los consumidores finales de pescado está en el foco de este tipo de piensos. «El pescado que procede de la acuicultura es un producto trazable –apunta Tejedor–, sabemos lo que ha comido, cómo ha vivido, cómo ha sido criado, en condiciones extremas de control y de seguridad alimentaria y bienestar animal».

Las harinas de insectos (larvas de mosca negra, grillos y gusanos) constituyen un futuro prometedor para la alimentación animal porque su proteína de alta calidad contiene aminoácidos importantes para el crecimiento y desarrollo. Este pienso aporta, además, vitaminas y minerales. De momento su producción, circular y sostenible, es limitada, pero con un horizonte muy prometedor.

Bioflytech es una compañía biotecnológica nacida en 2012, que produce harinas altamente proteicas y grasas funcionales a partir de la cría de larva de mosca soldado negra, y con el negocio enfocado en las mascotas y las gallinas ponedoras. Parte de su producción está destinada a la acuicultura, comenta su CEO Jesús Rodríguez: «La harina proteica que nosotros producimos es una de las materias primas utilizadas en este tipo de piensos. Ahora mismo es uno de los ingredientes noveles, de los que más se habla por las aplicaciones y posibles beneficios que pueden tener en el engorde del pescado, pero también para reducir la huella de fabricación, pues estas harinas buscan reducir las harinas procedentes de la prensa extractiva».

No toda la producción sirve para la acuicultura, expresa el CEO de Bioflytech: «Nosotros tenemos tres productos diferenciales, uno es la grasa, otro es la harina proteica, con distintos grados de proteína (desde el 55% al 70%) y el fertilizante, el compost de larva de mosca. A la acuicultura dedicamos básicamente la harina proteica».

Cuentan con dos plantas, Fuente Álamo (Murcia), donde tienen la producción de alevines, y la recién construida de Palas de Rei (Lugo), donde se lleva a cabo el engorde de la larva y el procesado. Aunque la investigación sobre este tipo de alimentación es incipiente, los estudios valoran los efectos sobre los peces, afirma Rodríguez: «Es beneficioso tanto para la salud intestinal como para el desarrollo de funciones motoras, así como la lucha contra los patógenos y las enfermedades, lo que reduce el uso de antibióticos».

«En este momento producimos 4.000 toneladas de larva fresca, que en harina proteica son unas 1.110 toneladas –declara–. En Palas de Rei está previsto producir 12.000 toneladas al año de larva fresca, que se traducen en unas 4.200 toneladas de harina, unas 1.300 de grasa y unas 10.000 de compost».