Las técnicas de agricultura sostenible han permitido aumentar los rendimientos
A partir de 2003 se ha producido un descenso en la renta agraria y un aumento en los costes de producción

La agricultura y la ganadería española muestran desde hace tiempo una evolución favorable de sostenibilidad, gracias a la aplicación y desarrollo de diversas tecnologías agrarias. Esta evolución se ha puesto de manifiesto en un amplio estudio que abarca más de 20 años y que analiza cada uno de los elementos de que se compone el desarrollo sostenible: la sociedad, la economía y el medio ambiente.
El estudio, realizado por el Centro de Estudios e Investigación para la Gestión de Riesgos Agrarios y Medioambientales (Ceigram), abarca casi 30 años y en él se examina tanto los indicadores socioeconómicos como medioambientales, adoptando un doble enfoque que incluye la agricultura en su globalidad.
También se desprende en el estudio presentado por la Plataforma Tecnológica de Agricultura Sostenible que la producción final agraria en euros corrientes ha mantenido una tendencia creciente con la excepción del periodo 1989/1992, debido a las desfavorables condiciones meteorológicas. El crecimiento se mantuvo hasta el año 2003, en que alcanza un máximo para descender desde entonces, con ligeros repuntes en el 2007 y 2008 provocados por la subida de los precios de los productos agrarios.
Asimismo, la evolución de la renta agraria, en euros corrientes, ha seguido una senda ascendente desde 1980 hasta el 2003, especialmente desde 1993, en que comienzan las ayudas directas de la Política Agrícola Común (PAC), aumentando significativamente el componente de subvenciones dentro de la renta agraria. En euros constantes se observa esta misma evolución. Sin embargo, desde el 2003, y más acusadamente en euros constantes, la Renta Agraria no ha dejado de disminuir, de forma que en 2008 se ha situado en los niveles de mediados de la década de los noventa.
Varias causas explican este importante deterioro de la Renta Agraria, producido a pesar del aumento de las subvenciones directas. Por un lado, el descenso en el valor de la producción final agraria, provocado no solo por las condiciones climatológicas adversas, sino también por la reforma de la Política Agrícola Común, y la introducción de los pagos desacoplados de la producción en el 2006.
Proceso de ajuste
Esta reforma ha aumentado la orientación al mercado de los agricultores, pero con ello también ha inducido un proceso de ajuste y de disminución de la superficie cultivada, y por tanto de la producción en aquellas zonas menos productivas.
Pero también se ha producido un importante deterioro de la relación entre los precios percibidos y los precios pagados por los agricultores, especialmente entre el 2005 y el 2008. En estos años, mientras que el Índice de Precios Percibidos por los agricultores aumentó un 11.2%, el de Precios Pagados por los factores de producción, lo hizo un 34,5%.
Finalmente, en estos años se ha producido también un importante endeudamiento del sector agrario. Según datos del Banco de España, el endeudamiento total del sector agrario ha pasado de 15.839,6 millones de euros en el 2004 a 22.647,6 millones de euros, lo que representa un incremento del 34,5%.
Este aumento del endeudamiento, refleja por un lado la creciente incapacidad de la agricultura en generar renta para financiar las inversiones productivas, requiriéndose cada vez más crédito y por otro un aumento en el pago de los intereses generados por esa deuda, que gravitan sobre la renta agraria.
El descenso del valor de la producción final agraria (PFA) en términos reales de los últimos anos ha producido también un deterioro importante de la capacidad de la agricultura para proporcionar alimentos y materias primas a la población en los últimos anos. La PFA disponible por habitante, tanto en euros corrientes como constantes, aumento significativamente, especialmente en el periodo 1996/2003 y desde entonces ha experimentado un importante descenso, a pesar de los aumentos registrados en la productividad.
Frente al aumento de la producción y la renta observado hasta el 2003, se ha constatado una importante redacción en el empleo agrario, con tasas de disminución que se mantienen durante todo el periodo aunque inferiores desde mediados de la década de los noventa, en que incluso se registro en 1998 un pequeño aumento.
Sin embargo, esta disminución total del empleo incluye un importante descenso del trabajo no asalariado, o trabajo familiar, y un ligero aumento del trabajo asalariado, y consiguiente profesionalizar de la actividad. Esta evolución responde al proceso de modernización y fuerte capitalización que ha experimentado la agricultura española.
Durante el periodo 1980/2003, la productividad del trabajo (renta agraria en euros constantes por unidad de trabajo agrario) ha crecido considerablemente. Sin embargo, desde 2003, ano que marca el máximo de la serie, y a pesar de la disminución del empleo, comienza a descender, con un ligero repunte en el 2007, debido al alza de los precios de los productos agrarios.
Evolución de los precios
Mientras que los índices de precios al consumo han aumentado significativamente en el periodo del estudio, no ha ocurrido lo mismo con los índices de precios percibidos por agricultores y ganaderos.
Los productores han tenido que afrontar una evolución desfavorable de los precios pagados por los factores de producción —especialmente energía y fertilizantes— al tiempo que han experimentado una negativa evolución de os precios percibidos por sus producciones, lo que no ha permitido mejorar la renta de los agricultores.
Este proceso ha coincidido a su ves con un aumento de ña productividad, debido a las mejoras tecnológicas, algo que ha contribuido a poner a disposición de os consumidores productos más baratos..
Como consecuencia el estudio afirma que e sector agrario ha mejorado su competitividad, pero esa mejora no se ha visto reflejada en beneficios empresariales para el sector.
«Es necesario seguir mejorando —añade el texto— la eficiencia productiva para reducir los costes de producción y contribuir a una mejora de la rentabilidad de los agricultores. Sin embargo, el aumento progresivo de esos costes, tanto por el incrementos de las materias primas como por la aplicación de normas que definen el modelo europeo de producción (sanidad y bienestar animal, medio ambiente, seguridad alimentaria, etc) pueden comprometer seriamente la competitividad de muchos productores y empresas y, por tanto, su viabilidad.
Indicadores agrícolas
Respecto a los indicadores medioambientales, el estudio concluye que la agricultura española consume cada vez menos agua y energía, pierde menos suelo y emite menos CO2 a la atmósfera. Destacan en este sentido los incrementos habidos en algunas producciones como olivar de transformación, remolacha, viñedo, maíz, melón o tomate, requiriendo solo una fracción del agua o la energía que eran necesarios para la misma producción hace 30 años.
Los rendimientos crecientes en todos los cultivos analizados en el estudio marcan tendencias positivas durante el periodo 1980/2008, ya que se hace necesaria menos tierra para producir una tonelada de cualquiera producto, especialmente en maíz, remolacha, olivar viñedo, tomate o melón. Por su parte, el girasol y los cítricos muestran signos de estabilización, pese a una tendencia positiva en productividad.
En cuanto al agua, la productividad por metro cúbico de agua utilizada ha experimentado un notable avance, dependiendo de si es agua de lluvia o agua de riego.
Además, los niveles de producción por unidad de consumo energético son claramente crecientes.
Otra factor importante a tener en cuenta en, según se destaca, la pérdida de suelo, ya que con el empleo de diferentes tecnologías, sistemas de producción o cultivo, éstas contribuyen a aumentar significativamente las unidades de producto o valor de cosecha por tonelada de suelo perdido debido a los procesos de erosión.
Algunas técnicas de cultivo como la agricultura de conservación se están mostrando muy útiles para emitir menos CO2 a la atmósfera.
En cuanto al uso de fertilizantes, la aplicación de nitrógeno, fósforo y potasio analizados en el estudio ha disminuido drásticamente al llevar a cabo un uso más eficiente.
Indicadores ganaderos
En los sectores del porcino y avícola (pollo y huevos) se ha producido una disminución en el consumo de agua y de las emisión de gases de efecto invernadero.
Igualmente, se ha producido un incremento de la eficiencia en la alimentación animal. Consecuencia de ello es que la mejor conversión del pienso implica, según Ceigram, un menor consumo del mismo —y por tanto de agua—, una menor producción de estiércol, y a su vez disminuyen las emisiones de metano y óxido nitroso, por unidad de producto obtenido.
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