CUENTAS SIN CUENTOS

El cambio climático y el soñado maná europeo

Los fondos pueden ayudar en la anhelada transformación hacia una economía más sostenible. La pregunta es cuánto se podrá estirar un dinero que todos esperamos como agua de mayo

11/04/2021 a las 01:30h.

El Congreso ha dado luz verde esta semana, con la única oposición de Vox, a la ley de cambio climático que prevé que España sea neutra en carbono en 2050 , para lo que diez años antes, en 2040, dejará de vender coches contaminantes. Además, entre otras medidas, prevé modificar el sistema energético y eléctrico para evolucionar hacia una energía más verde y sostenible, y prohibir la explotación de hidrocarburos y la minería de uranio. Aunque todavía tiene que pasar por el Senado, se esperan ya pocas modificaciones en la normativa y está claro que su aplicación va a suponer, sin duda, un cambio en la manera de producir de las empresas y, sobre todo, en la vida de los ciudadanos.

La puesta en marcha de un plan con cobertura legal para reducir emisiones era necesaria independientemente de la pandemia, pero está claro que los fondos que la Unión Europea va a desembolsar para reactivar la economía encajan como anillo al dedo en estos objetivos y son una gran oportunidad para impulsar la necesaria transformación energética y dar un paso de gigante hacia una economía más sostenible. Pero antes de vender la piel del oso, hay que cazarlo. De modo que el Gobierno debe ponerse manos a la obra y presentar no solo buenos proyectos que encajen en los objetivos de Bruselas, sino también las reformas que la Comisión Europea exige para desembolsar esos fondos y mucho me temo que algunas de las medidas incluidas en el acuerdo de Gobierno PSOE-Podemos, como la derogación del núcleo de la reforma laboral aprobada por el PP, y que la vicepresidenta Yolanda Díaz tiene encima de la mesa, poco tiene que ver con lo que pide Europa.

Lo que no le faltarán al Gobierno son buenos proyectos. No hay empresa o asociación empresarial que no haya diseñado algún plan de digitalización, de descarbonización, de innovación... que van paseando de ventanilla en ventanilla, de ministerio en ministerio, en espera de que sea uno de los agraciados que se convertirán en destinatarios de esos miles de millones de euros de fondos europeos. Es cierto que las grandes multinacionales, que también tienen sus proyectos, la mayoría incluyendo la participación de otras empresas más pequeñas, no le están dando mucha publicidad a sus planes , quizás ante el miedo de que los populistas intenten desacreditarlos diciendo que al final el dinero se lo llevarán las grandes compañías.

La pregunta es cuánto de sí dará ese dinero europeo, porque mucho temo que por muy grande que sea la suma, y lo es, no dará para llegar a tantos que esperan los fondos como agua de mayo para reflotar sus negocios o para transformarlos. Y cuando los recursos son limitados, que lo son, es necesario que se haga una buena selección de los proyectos a financiar , y ahí es donde el sistema elegido por el Gobierno español para realizar la selección hace aguas.

No parece que dejar todo en manos de los distintos ministerios sea lo más adecuado para garantizar que no se despilfarran los fondos, que no hay arbitrariedad o amiguismos en la selección de los proyectos y que se hace un seguimiento sobre su utilización que garantice que efectivamente se están consiguiendo los objetivos previstos. Sería mucho más fiable, para los que presentan sus proyectos, y para la propia Comisión Europea, que se hubieran creado comisiones de expertos para la selección de los proyectos , y que el proceso fuera más transparente. Una vez más nos queda confiar en que sea Europa quien garantice ese buen uso de unos fondos que no podemos despilfarrar.