Los test de estrés y el «palo a la pajarera»
«Las pruebas generan mucho ruido, pero no dejan ver las señales, que es lo que importa»
Carlos Balado (Periodista y director general de Eurocofin)
Un presidente de una entidad financiera decía que para romper con la inercia propia de toda organización y el efecto pernicioso, por el cual empleados y directivos ignoran los cambios, había que dar, de vez en cuando, un «palo a la pajarera» . Con ... el impacto, los individuos saltan alborotados por los aires hasta que consiguen volver a situarse, se agudizan los sentidos, se descubre a los impostores y aparecen las personas de éxito, decía él.
Los test de estrés de la banca que se harán públicos en noviembre parecen perseguir ese objetivo contra la inercia, aunque la forma en que se hace es tan inapropiada que el público, es decir, el mercado, espera y apuesta a cuántos caen fulminados tras el golpe.
Como no parece que sea esta la pretensión de los reguladores, el hecho de estresar la actividad de las entidades financieras para ver qué podría ocurrir en caso de …( todo muy adverso ) es peligroso por dos razones.
La primera es por la confusión que se produce entre riesgo e incertidumbre, como sabemos desde la crisis financiera del 2007. Las agencias de calificación no supieron o no quisieron ver esa diferencia. Frank H. Knight definió el riesgo como algo a lo que se le puede poner precio porque se conocen las probabilidades de que suceda. En cambio, la incertidumbre existe ante el desconocimiento de sucesos que pueden ocurrir, pero a los que no se pueden atribuir probabilidades. Mientras el riesgo engrasa las ruedas de la economía de libre mercado, la incertidumbre las atranca, como dice Nate Silver.
En aquel entonces, ni la economía ni el mercado inmobiliario gozaban de buena salud ; de hecho, el término burbuja inmobiliaria aparecía unas diez veces al día en periódicos y revistas acreditados.
Las agencias de calificación hicieron que todo lo que era incertidumbre pareciera riesgo y dieron la impresión de que todo estaba bajo control y eso es lo peor que puede ocurrir, creer que se tienen controlados los riesgos cuando no es así. Quien piensa de esa manera, no solo se engaña, sino que puede contagiar la confianza injustificada.
Obviamente las agencias siguen desde entonces calificando los riesgos, pero eso no es posible con la incertidumbre y hoy en día la mayor de todas es que la deuda en circulación en el mundo, en su mayoría en manos de entidades financieras, está un 60 por ciento por encima de la registrada en 2007 . Es decir, estamos peor.
La cuestión es que si esa deuda creciente se califica como riesgo, cuando en realidad es pura incertidumbre, la inestabilidad que se puede desencadenar es alta. Por ejemplo, China es el mayor tenedor de deuda de Estados Unidos y nadie sabe qué hará con ella en un entorno de guerra comercial. Otro ejemplo: la subida de tipos de interés encarecerá a los estados el coste de los intereses de la deuda, pero, ¿cuándo subirán?
¿Cómo valorar en los test de estrés el efecto de un endeudamiento tan alto si nunca antes se han alcanzado tales niveles? ¿Las agencias de calificación tendrán en cuenta estos efectos? No hay que olvidar que la mayor parte de los fondos de pensiones y otras entidades adquieren un producto de deuda en función de la calificación que haya hecho la agencia del mismo.
Mientras no se disponga de más información de las autoridades hay que confiar en que, de nuevo, no se confunda riesgo con incertidumbre, pero hasta entonces e incluso mientras se elaboran los test y a medida que se acerque la fecha de publicación, los inversores cruzarán apuestas de todo tipo que afectarán a la marcha de la economía. Es decir, el observador alterará lo observado .
El segundo peligro tiene que ver con las previsiones económicas. Los test de estrés se realizan a partir de suposiciones sobre la evolución de la economía. Se intentan detectar escenarios adversos y su impacto en las entidades financieras. Las previsiones de las autoridades suelen estar lejos de la realidad, pero son con las que trabajan las entidades financieras. Si los gobiernos se equivocan, apenas reciben el impacto directo . Sin embargo, los bancos lo sufren.
En enero de 2009 se creó una inyección económica para corregir la falta de demanda entre consumidores y empresas, con la conclusión de que se necesitaban 1,2 billones de dólares , si bien al final se bajó a 800.000 millones de dólares. Con la inyección, decían las autoridades, la tasa de desempleo no superaría en ningún momento el 8 por ciento. Se aprobó y el desempleo siguió creciendo, un 9,5 por ciento en julio y el 10,1 por ciento en octubre de 2009, es decir, mucho peor que un escenario sin inyección económica.
Las previsiones sobre las necesidades de la economía conllevan un margen de error elevado. Algunos economistas dicen que cada dólar inyectado en la economía se traduce en un incremento de cuatro dólares del PIB y otros aseguran que el rendimiento es de solo sesenta céntimos. Si esto es así, parece poco razonable esperar que las entidades financieras sean capaces de acertar más que los organismos oficiales y, sin embargo, los examinadores esperan que sea así .
Si nunca se cumplen y además crean incertidumbre, parece inútil persistir en unas pruebas que no descubren nada, pero confunden mucho. Se sabe, además, que será una historia que llegará a la opinión publica en forma de ganadores y perdedores, sin matices de ninguna clase, y esto hará que unos sean venerados y los otros despreciados, porque al ser una información compleja, debe simplificarse al máximo para que la entienda todo tipo de público.
De esta forma, por mucha seguridad que se quiera dar no se va a conseguir. Mejor sería crear un marco económico para reducir las incertidumbres y así las entidades trabajarían con tranquilidad y orden, sin necesidad de someterse a ninguna clase de test, que resultaría superflua.
Los test de estrés generan mucho ruido, pero no dejan ver las señales, que es lo que de verdad importa.
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