Los secretos de los archivos universales que blindan el tesoro natural de España

Una red de 37 instalaciones gestionadas por centros tecnológicos y de investigación custodian y conservan todas las semillas y especies vegetales

Cámara de conservación (a -18ºC) de las semillas de la colección base del Centro de Recursos Fitogenéticos (CRF). Es una copia de seguridad de las semillas que custodían todos los bancos del país

El envío de una selección de más de mil variedades vegetales de nuestra colección nacional al Banco Mundial de Semillas de Svalbard (Noruega), un Arca de Noé mundial, ha sacado a la luz la labor de los guardianes de un gran tesoro para nuestra ... sociedad que es prácticamente desconocido. Los bancos de semillas (y de germoplasma) custodian, conservan y mantienen las simientes de las que nace la vida en los campos españoles. Incluso una parte de ellas datan de tiempos ancestrales. Se trata de una red de 37 instalaciones gestionadas por centros e institutos tecnológicos y de investigación agrícolas y agroalimentarios que cuentan con auténticas colecciones de semillas (cultivadas y silvestres) y de otras especies, como árboles frutales, para que nunca se olviden ni se pierdan ante cualquier catástrofe que sobrevenga, desde una guerra, o la erupción de un volcán hasta los efectos del cambio climático o el abandono de las tierras de cultivo. Su conservación es vital para garantizar nuestra alimentación. Y también porque nunca se sabe lo que pueden aportar en el futuro.

Todas esas colecciones tienen una copia de seguridad en el Centro de Recursos Fitogenéticos (CRF) de Alcalá de Henares (Madrid), adscrito al Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria de España (del CSIC). «Somos el banco de semillas de referencia nacional. Tenemos una colección base del resto de los bancos de semillas de España, además de nuestro propio banco de cereales y leguminosas», cuenta Luis Guasch, director de este centro.

Algunas semillas pueden interesar en el futuro por su resistencia a la sequía o a patógenos

Aquí se guardan 45.000 muestras de semillas que se han ido recogiendo durante décadas. «Las conservamos para que se puedan utilizar ahora o en el futuro. Pueden tener características especiales, como resistencia a la sequía, a algún patógeno o propiedades organolépticas, que pueden interesar en cualquier momento», señala Guasch.

Cada diez años (a veces cada cinco), dependiendo de la especie, se realizan ensayos de germinación para comprobar la viabilidad que tienen las semillas. Aquellas que están en peligro, se vuelven a replicar en tierras de cultivo conservando toda su pureza, sin mezclas ni cruces. «Cada año multiplicamos entre 100 y 200 variedades diferentes. Hay algunas especies más complicadas como los centenos. Algunos tienen 40 años y pierden viabilidad.Requieren espacio para su multiplicación, tienen que estar separados al menos 200 metros y se cubren con mallas antipolen para que no se crucen con otras especies. Mantenemos la composición genética de cada especie», explica Guasch.

Es un proceso que se cuida al detalle. De hecho, una vez que se multiplica una variedad «hacemos una comprobación de identidad mediante el uso de caracteres morfológicos y bioquímicos. Comprobamos que no ha habido ninguna alteración. Queremos estar seguros de que lo que multiplicamos es lo mismo que está en la colección base», añade Guasch. Después, las semillas se deshidratan y se guardan en tarros que se conservan en cámaras frigoríficas a -18ºC de temperatura.

El CRF también mantiene una colección activa propia de semillas de cereales y leguminosas, en este caso en cámaras a -4ºC. Estas se utilizan para investigación (mejoramiento de cultivos) y se donan a agricultores que quieren sembrarlas para un uso comercial. «Este material ha sido donado por agricultores que no utilizaban fitosanitarios. Ahora estas variedades tradicionales están recuperando su lugar, porque aunque tengan producciones menores cuentan con un valor superior en el mercado», apunta Guasch.

Referentes mundiales

Los centros de la Red de Colecciones del Programa Nacional de Conservación y Utilización Sostenible de los Recursos Fitogenéticos para la Agricultura y la Alimentación están distribuidos por todo el país. «Cada centro está especializado en una especie o un grupo de especies», detalla Guasch. Algunos son referentes internacionales. Por ejemplo, en Córdoba está el Banco Mundial de Germoplasma de Variedades de Olivo (del IFAPA) con más de 1.000 variedades procedentes de 28 países.

El Imida cuenta con la segunda colección más importante de variedades de vid del mundo

Otra de estas joyas es la colección de más de 3.700 variedades de vid (de España y otros países), ubicada en la finca El Encín, en Alcalá de Henares (Madrid), que se ha recopilado desde finales del siglo XIX. «En aquella época un parásito de la vid, la filoxera, estaba haciendo desaparecer gran parte de los viñedos europeos. De ahí que los países vitivinícolas comenzaran a hacer colecciones de sus variedades para que no se perdieran», cuenta Gregorio Muñoz, responsable del grupo de Viticultura y Enología que lleva esta colección y director del departamento de Agroalimentación del Imida (Instituto de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario de la Comunidad de Madrid) que gestiona este banco.

Es la colección de variedades de vid más importante de España y la segunda del mundo (por detrás de la de Montpellier-Francia). Puede presumir de albergar muestras de incalculable valor por su antigüedad, como la variedad «teta de vaca» que data del siglo II. «Hemos podido recopilar cien variedades antiguas que se cultivaban en la Edad Media. Los agricultores las conservaban en parcelas centenarias, sabían que tenían una variedad rara y no las cultivaban a gran escala», afirma Muñoz. «Esta es la misión de los bancos de semilla —destaca—: preservar el material para que no desaparezca. El hecho de que no se cultiven no quiere decir que no sean importantes. Ahora, con el cambio climático, se buscan variedades más resistentes».

En el caso de la vid, como las especies leñosas (árboles frutales, olivo...), las colecciones se conservan en el campo, y no en tarros de semillas. «Son plantas vivas que se multiplican vegetativamente. Por eso necesitamos grandes espacios para su conservación. También tenemos duplicados en otras colecciones españolas y extranjeras», cuenta Muñoz.

Cámara de conservación de semillas, a -18ºC, del Banco de Germoplasma Hortícola de Aragón CRISTINA MALLOR

Otro de los referentes es el Banco de Germoplasma Hortícola del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA). Cuenta con más de 18.000 muestras de 300 especies de hortalizas y legumbres, sobre todo locales, que también se conservan en cámaras a -18ºC. Nabos, zanahorias, cebollas, puerros, tomates, pimientos... que se fueron «recolectando de los hortelanos durante las década de los 80 y 90, cuando cultivaban sus propias variedades locales. El objetivo era recuperarlas porque se podían perder por falta de relevo generacional, porque se abandonaban muchas huertas y estaban cambiando las técnicas de cultivo. De hecho, algunas de nuestras muestras son las únicas que existen de variedades que ya no se cultivan», cuenta Cristina Mallor, responsable de este centro. Como muchos otros bancos de semillas esta colección está abierta a la investigación, a su divulgación y a los agricultores que quieran recuperar estos cultivos.

Árboles madre de cítricos protegidos con mallas antiinsectos del Banco de Germoplasma de Cítricos de Valencia.

El Banco de Germoplasma de Cítricos del IVIA (Institut Valencià d’Investigacions Agràries) funciona desde 1975 y contiene muestras de 471 especies. En este caso hay tres colecciones: una de campo para su caracterización (es decir, para observar su maduración, tamaño, aspecto...). Una segunda colección se encuentra en recintos con malla antiinsectos, para evitar su contaminación de patógenos y pérdidas por estres abiótico. Este material se utiliza para su posterior uso comercial. «Los cítricos es el único cultivo que tiene un sistema de certificación obligatorio por ley. Todos los cítricos que se cultivan en el país han salido de los árboles madre que tenemos en IVIA», cuenta Gema Ancillo, la coordinadora científica de este banco. Una tercera colección está criogenizada en nitrógeno líquido para la investigación. «Son especies que, aunque no tengan interés comercial, suponen un reservorio de genes para el futuro de estos cultivos por ser la principal herramienta para la mejora genética», destaca la investigadora.

No obstante, los bancos de semillas «está en peligro», advierte Luis Guasch. Las ayudas del Estado concedidas en 2017 (hasta 2021) se han agotado. Y estos arcas de Noé esperan nueva financiación para seguir siendo los guardianes de la gran agrodiversidad de nuestros campos. Esperemos que llegue pronto para que no desaparezca tanta riqueza.

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