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«Riders»: 50 kilómetros a contra reloj para conseguir solo 25 euros

La Inspección de Trabajo ha dinamitado el marco laboral de estos repartidores, a los que ABC acompaña durante su intensa jornada

Repartidor de comida en Madrid Maya Balanya
Jorge Aguilar

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Como cada día entre semana, Agustín Rioja, nombre ficticio para mantener su identidad, comienza a las ocho de la tarde a repartir comida a domicilio con su vehículo. Él es uno de los «riders» de Glovo, una de las plataformas de entrega de comida a las que la Inspección de Trabajo ha puesto el ojo por la estructura laboral que mantienen. Empieza su ruta merodeando los alrededores de una hamburguesería del sur de Madrid, ya que esa cadena de comida rápida es considerada uno de los «puntos calientes» a la hora de realizar pedidos por la alta demanda que presenta. Mientras espera, confía en no tener que moverse de la zona sur porque así su trayecto con su moto hasta su casa no será largo.

Tras casi una hora de espera, recibe su primer encargo. Debe ir a Gran Vía para luego entregar el pedido en Vallecas. Le preocupa ir al centro de Madrid porque cuando esto ocurre «lo normal es que te vayan desplazando al otro extremo de la ciudad». Al llegar al restaurante, debe esperar unos minutos «para variar», comenta. Los retrasos en la preparación de la comida por parte de las cadenas es algo generalizado. Diez minutos después, Agustín logra salir hacia su destino de entrega.

Nada más finalizarla recibe un segundo encargo. En esta ocasión tiene que desplazarse hacia la calle Atocha para volver de nuevo a Vallecas. Al contrario que en el primero, esta vez en la recogida no ha tenido problemas y el tiempo de entrega ha sido bastante rápido. Tras acabarlo, decide, como en el inicio de su jornada, situarse cerca de otra hamburguesería del barrio vallecano por si, como al final acaba ocurriendo, debe llevar un pedido desde allí. Tras acabar su tercera y última entrega, llega el momento de volver para casa. Son las once de la noche, hora límite que tiene para trabajar.

En el momento de realizar un balance, lo resume, resignado, como «un día flojo» . En concreto, durante estas tres horas de intenso trabajo ha realizado unos 50 kilómetros de recorrido a cambio de recibir unas ganancias de solo 25 euros. Por pedido tienen de base 2,5 euros, una cantidad que sube según los kilómetros que circulen (si se cuentan en línea recta son 0,55 más, mientras que en kilómetros reales son 0,34) y el tiempo de espera en los restaurantes (0,05 euros por cada minuto que empiezan a contabilizarse a partir del quinto).

Expuestos a la puntuación

A Agustín le gustaría trabajar más horas para lograr mayores ganancias, pero esto no es posible porque «todo depende de la puntuación que tengas». La plataforma clasifica a los «riders» con un sistema de puntuación con un máximo de 5 . Cuanto más puntos se tenga, más horas se pueden elegir para trabajar, aunque la mayoría solo pueden hacerlo de ocho de la tarde hasta las once o doce de la noche, como Agustín. «Solo los que cuentan con un 4,9 pueden repartir desde la mañana», explica.

La manera de crecer es realizar más pedidos o trabajar los fines de semana porque son considerados jornadas de alta demanda. Sin embargo, no trabajar esos días conlleva una bajada en la puntuación y mayor complicación para poder repartir más horas. «Nos acaban medio obligando a trabajar el fin de semana para subir los puntos o para que estos no bajen. Al final, siempre se sube a costa de echarle más horas».

Además, como la mayor parte de los «riders», trabajan por necesidad, ya sea porque se encuentran desempleados o porque son estudiantes que tratan de costearse la universidad, muchos acaban repartiendo los días de alta demanda para tratar de mejorar su estatus y obtener mayores beneficios. Sin embargo, la asignación de los pedidos es aleatoria, por lo que aunque estén dispuestos a realizarlos, pueden acabar la jornada sin llegar al mínimo para que no le penalicen. «Todo el mundo quiere hacer el máximo de pedidos posible, pero uno solo puede esperar a que le asignen uno. Que tu puntuación baje te trastoca el horario y te puede suponer unas pérdidas de unos 300 euros en dos semanas. Con el sistema de puntos estamos coaccionados», lamenta Agustín.

Un modelo cuestionado

Desde hace unas semanas, la Inspección de Trabajo ha puesto su radar en este tipo de plataformas porque entiende que cometen irregularidades en cuanto a su estructura laboral. Sus trabajadores deben darse de alta como autónomos, aludiendo la empresa a que el régimen de los empleados es el de «autónomos dependientes» para así no responsabilizarse de los gastos de alta a la Seguridad Social. Sin embargo, algunos métodos que realiza esta compañía y sus homólogas Uber Eats y Deliveroo (que ya cuenta con varias actas de liquidación) suscitan dudas a los inspectores de que en realidad estén trabajando como «falsos autónomos».

En el caso de Glovo, esta empresa cuenta con un sistema de penalización a los repartidores si estos se ausentan de su puesto de trabajo o reasignan a otro «rider» el pedido que deberían realizar. «Desde hace unos meses se han puesto serios con las reasignaciones, hasta el punto de que llevan la cuenta de cuántas has realizado. A bastante gente le han acabado bloqueando la cuenta por este tema», comenta Agustín. También se queja de que cuando existe una urgencia o algún problema con el vehículo no se pueden ausentar de su puesto si no quieren ser penalizados y estar en riesgo de despido.

Estos hechos son algunos indicios de la Inspección para considerar que la relación entre la plataforma y el repartidor es laboral . Una sospecha que también mantienen los sindicatos, que ya el pasado diciembre interpusieron una demanda contra todas ellas.

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