¿Puede un hombre cambiar el ciclo de la economía?
«Si algo nos ha enseñado esta crisis financiera es que Wall Street nunca podrá ser próspero mientras Main Street esté sufriendo». Barack Obama, presidente electo de Estados Unidos, se dirigía así el pasado martes a su nación y lanzaba al mundo el mensaje de ... que la economía —y su regulación— son hoy la prioridad en letras mayúsculas. Se cerraba una campaña electoral marcada por la crisis y se daba paso al tiempo a cuatro años de mandato en los que la crisis también será el rail conductor.
Sin embargo, no deja de ser paradójico que la economía haya determinado el resultado de las elecciones cuando, según el amplio consenso de los economistas, poco podrá hacer el nuevo inquilino de la Casa Blanca para esquivar los duros años que se avecinan. Los datos del último trimestre indican una contracción del PIB del 0,3%, y algunos expertos señalan ya que la recesión puede durar hasta bien entrado el año 2010. ¿Podrá realmente un hombre cambiar el ciclo de la economía? ¿Podrá Obama rescatar a los Estados Unidos de la crisis?
Recientemente, el economista de la Universidad de Nueva York, David Backus, escribía acerca de esta cuestión. «A menudo se debate sobre cuáles son las causas de los ciclos económicos, pero los presidentes, en muy escasas ocasiones, aparecen en la lista».
De hecho, variables como el desempleo, el precio de las viviendas, los ingresos medios de una familia reflejan, como se puede observar en el gráfico de la derecha, un comportamiento claramente cíclico, mientras que otras variables, como el ahorro, han ido decayendo a lo largo de los años, ajenos a los procesos electorales. Como decía el periodista Kevin Quealy en el New York Times, «si hay algún presidente digno de alabanzas –o de duras acusaciones— en materia económica, es seguro que ya no estará en su despacho».
En cualquier caso, a partir del 20 de enero, día de su investidura, Obama deberá acometer el legado económico de la Administración republicana de George W. Bush: aumento del paro y del embargo de viviendas, la contracción del consumo privado, motor por excelencia de la economía estadounidense, la cada vez más tirante escasez del crédito y su carestía… La mayoría de los economistas considera improbable una recesión como la que precedió al «crack» de 1929, pues «algo hemos aprendido en estos años», aseguran. Pero no hay quien niegue que la profundidad de la caída, las pérdidas financieras acumuladas en esta crisis son, como poco, comparables a las de entonces.
Obama hereda también la contracción de las manufacturas de los últimos veinticinco años y unos consumidores con la confianza por los suelos. Según una encuesta de la agencia de noticias Associated Press, la economía ha sido el principal problema de Estados Unidos para seis de cada diez votantes.Y probablemente lo sea para buena parte del mundo entero. La cumbre de los países del G-20 que se reunirá en Washington los próximos días 14 y 15 abordará el origen de una crisis financiera atribuida por muchos a la ausencia de un marco regulador supervisor eficaz en Wall Street y que ha dejado su huella.
El as en la manga
Precisamente es la futura normativa el único as en la manga con que cuenta Obama. Los expertos pronostican que el mandato comenzará con una ola de medidas proteccionistas, una reacción que no ha de estrañar en tiempos de crisis, pero que no por ello deja de ser inquietante. Por lo pronto, Obama ya ha anunciado un tipo impositivo especial para aquellas compañías que subcontraten servicios a empresas norteamericanas.
Desde los despachos situados en lo más alto de los rascacielos, a centenas de pisos de los ciudadanos de a pie, se reclama responsabilidad en la regulación y la supervisión. Lo cierto es que el sistema regulatorio nunca estuvo tan alto en la lista de obligaciones de un nuevo presidente de Estados Unidos desde que Roosvelt tuviera que reinventar uno durante la Gran Depresión. Hoy, igual que entonces, las medidas que implante Barack Obama permanecerán en las finanzas mundiales por mucho tiempo. Una nueva huella sobre la que en su día dejó Roosvelt.
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