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La productividad vuelve a perder el paso de la recuperación económica

El déficit innovador y formativo explica que la variable haya revalidado su carácter cíclico en España: se reactiva en los periodos de crisis y decae en los ciclos expansivos

Laura Montero Carretero

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La baja productividad es uno de los problemas endémicos de la economía española y se manifiesta con una tendencia particular: en las fases de recesión, este indicador gana tracción mientras que en los periodos de expansión se desacelera e incluso llega a registrar tasas de crecimiento negativas. «Entre 2009 y 2013 se destruyeron cerca de tres millones de empleos y la productividad por hora trabajada creció a tasas promedio del 2% anual. Sin embargo, desde 2014, la recuperación económica y la creación de empleo han ido acompañadas de una desaceleración progresiva en el avance de la productividad», recuerda Alfredo Bonet , secretario general del Círculo de Empresarios.

Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) muestran cómo la productividad por puesto de trabajo equivalente a tiempo completo registra una caída a partir de 2014 e incluso entra en terreno negativo en 2017 y 2018.

Una de las razones que explican esta evolución es el funcionamiento del mercado laboral de nuestro país. «En épocas de alza se suele contratar una mano de obra con menos preparación y esto hace que la productividad media descienda y, en cambio, lo contrario sucede en las fases de recesión, en las que se prescinde de mano de obra y, por consiguiente, la productividad tiende a aumentar», explica Alfredo Pastor , profesor de Economía de IESE Business School.

«Sería deseable que en épocas de expansión la empresa y la economía española invirtiese más en garantizar su competitividad y productividad en el medio-largo plazo, pero lo que sucede es que, como en esos momentos es más fácil obtener buenos resultados, en lugar de embarcarse en proyectos de inversión que mejoren su productividad optan por la contratación de mano de obra barata que despedirán cuando cambie el ciclo», explica Juan de Lucio , economista y profesor de la Universidad de Alcalá, que cree que la productividad se ha estancado porque «no hemos hecho esfuerzos significativos en los últimos años en materia de innovación, de I+D ni de incorporación de tecnología».

Y es que lo ideal en una economía sana es ser competitivo a través de la innovación y la mejora de la formación profesional , no vía salarios bajos o despidos. Y es en este aspecto en el que a España le falta dar el salto definitivo. «A pesar de contar con una subvención por parte de la Fundación Estatal para la Formación en el Empleo, las pequeñas empresas nunca tiran de esos fondos para invertir en formación e innovación del personal», asegura Manuel Primo Prieto , doctor en Economía y Empresa y profesor de la Universidad Europea.

Prevalencia de pymes

El carácter contracíclico de la productividad del trabajo también se explica por la composición del tejido empresarial español , en el que más del 99% de las empresas son pymes . «Para reducir sus costes de producción y evitar ser expulsadas del mercado durante los períodos de ralentización económica, las empresas españolas tienden a adoptar durante las recesiones las innovaciones tecnológicas generadas por las compañías líderes en las expansivas», apunta BBVA Research en su informe «(Im)productividad: ¿la enfermedad española?» , presentado esta misma semana.

Como resultado del comportamiento adoptado por estas organizaciones, el Valor Agregado Bruto (VAB) por hora trabajada de las pymes que logran sobrevivir aumenta, impulsando la productividad media.

A nivel europeo, España es el único país que muestra una correlación negativa entre la variación de la productividad por hora trabajada y la del VAB desde mediados de la década de 1990, algo que se ha acentuado con el paso del tiempo. Si en 1995 el VAB por hora trabajada apenas superaba los 27 euros, un 14% menos que el promedio europeo, desde el inicio de la recuperación la diferencia se ha ampliado hasta rozar el 22% en 2019.

Otro de los problemas es que la trayectoria de los costes y los salarios en España no avanza en paralelo a la de la productividad. Los costes salariales de las empresas, que comprenden todas las remuneraciones, aumentaron un 1,9% en el tercer trimestre de 2019 respecto al mismo periodo del año anterior, hasta situarse en los 1.876,95 euros por trabajador y mes, según los últimos datos publicados por el INE. Por su parte, el coste laboral medio por trabajador y mes , que engloba las remuneraciones y las cotizaciones sociales, se incrementó un 2,2% interanual hasta llegar a los 2.553,62 euros.

Velocidades diferentes

¿Qué consecuencias tienen estas subidas si no se acompañan de una mejora de la productividad? Que la competitividad de las empresas españolas se resiente . «Un incremento de salarios superior al avance de la productividad repercute en un aumento de costes y, con ello, de los precios de los bienes o servicios que ofrece una empresa. Si no es posible trasladarlo a los precios, afecta en un menor margen. El aumento de precios reduce la capacidad adquisitiva de los salarios y deteriora la competitividad de las empresas y de la economía en su conjunto. El deterioro del margen puede reducir el crecimiento y destruir empleo», apunta Bonet, del Círculo de Empresarios.

De Lucio insiste en una cuestión básica: los salarios deberían estar siempre parejos con la productividad . «Hay argumentos a favor de que se recuperen las rentas del trabajo, pero también es cierto que esa recuperación en un momento de debilidad de la economía española puede afectar al crecimiento y a su competitividad exterior», argumenta.

«Los salarios deberían estar siempre parejos con la productividad»

Sobre los efectos que ha podido tener el aumento del 22,3% del Salario Mínimo Interprofesional aplicado el año pasado, desde el Círculo de Empresarios creen que todavía es pronto para valorarlo, aunque piensan que «muy probablemente ha atenuado el ritmo de creación de empleo y aumentado el empleo sumergido en determinados sectores y áreas». Por su parte, Alfredo Pastor, de IESE, constata que una subida del salario medio «es posible que destruya empleos, pero los empleos que destruye son de baja productividad y, a lo mejor, con el tiempo se sustituyen por procesos de mayor productividad que pueden soportar un salario más elevado, que es la manera de salir de ser un país de salarios bajos, que es uno de nuestros grandes problemas».

Gayle Allard , economista de IE Business School, destaca que «un país con baja productividad nunca tendrá un salario medio alto. Si las empresas no afrontan ese reto, España seguirá siendo un país donde se paga bastante mal, y esto tiene muchísimas repercusiones para su futuro».

La solución, en opinión de Alfredo Fernández Lorenzo , profesor de la Escuela de Organización Industrial (EOI), pasa por una mayor innovación: «La incorporación de mejoras tecnológicas es un elemento crítico, como el grado de capacitación y de motivación de los trabajadores, que ayuda a que pueda desempeñar mejor su función».

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