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La producción alemana regresa a lo peor de la crisis

El país germano ha obtenido en julio el peor dato de producción manufacturera (PMI) compuesto de los últimos seis años, un 43.2

Imagen de una fábrica de Alemania EFE
Rosalía Sánchez

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La debilidad de la primera economía de Europa vuelve a tocar fondo. Alemania ha obtenido en julio el peor dato de producción manufacturera (PMI) compuesto de los últimos seis años, un 43.2. El dato es recabado a través de una encuesta entre los gestores de compras de las principales empresas de Europa y refleja el regreso del sector manufacturero a los datos de los peores momentos de la gran crisis y que, al igual que entonces, incluso empieza a contagiar al sector servicios. A pesar de haber tenido un crecimiento sólido los pasados años, el sector terciario ha marcado una expansión más lenta de la zona euro tras caer en julio a 53,2 frente a 53,6 en junio.

Y cuando Alemania estornuda, se constipa Europa . El PMI compuesto en la eurozona ha ralentizado su crecimiento hasta el casi 51,5 en julio frente al 52,2 que marcó en junio, acercándose a la zona de estancamiento de los 50 puntos.

Chris Williamson, economista jefe de Markit, atribuye los resultados a la «preocupación sobre la guerra comercial, un crecimiento económico más lento, la caída de la demanda de equipos comerciales, el declive de las ventas de automóviles y las preocupaciones geopolíticas como el Brexit».

Este indicador se suma al rosario de datos que confirman, uno tras otro, que la economía alemana está perdiendo impulso a fuerte ritmo . El índice de confianza empresarial del Instituto Ifo ha caído también en julio hasta los 95,7 puntos. Es el cuarto descenso consecutivo, aunque la tendencia bajista se inició hace casi un año, y el peor registro desde abril de 2013. La percepción de los empresarios sobre la situación actual es «mala» y sus perspectivas a corto todavía más pesimistas. «La economía alemana atraviesa aguas turbulentas», resumió al presentar estos datos el presidente del instituto Ifo, Clemens Fuest.

El próximo 14 de agosto conoceremos los datos definitivos de PIB del segundo trimestre y el Bundesbank ya ha adelantado en su último boletín que la economía alemana se ha «contraído ligeramente». Incluso el Fondo Monetario Internacional, en su actualización de previsiones de julio, ha rebajado por tercera vez consecutiva su pronóstico para Alemania.

Aunque quizá el síntoma más palpable para el ciudadano de a pie es que la crisis ha comenzado a hacer mella en el mercado laboral. El mismo mercado que sobrellevó la crisis en situación técnica de pleno empleo ha sufrido en julio el tercer aumento consecutivo de parados, 59.200 personas hasta un total de 2.275 millones, el peor dato desde julio de 2015. Aunque la tasa de paro se mantiene en el 5%, a solo una décima de sus mínimos históricos, el impacto de la crisis industrial comienza a percibirse. Desde comienzos de año, la actividad industrial va en retroceso de la mano del menor ritmo de exportaciones y los problemas regulatorios de la industria del automóvil. Las compañías alemanas dejan de anunciar nuevas contrataciones y algunas encuestas indican ya destrucción de empleo. «El desempleo y el subempleo aumentaron en julio» , confirma Daniel Terzenbach, alto funcionario de la oficina de empleo Jobcenter, «la demanda de nuevos trabajadores por parte de las empresas está disminuyendo ligeramente y en general se percibe menos dinamismo».

Las grandes y muy reconocidas empresas alemanas, no tienen ya reparos en reconocer que «nos esperan tiempos muy duros», como afirma Henrik Böhme, analista de Deutsche Welle, que señala que BASF, por ejemplo, una empresa con 122.000 empleados, espera una caída de resultados de alrededor del 30%. Mientras BASF anuncia 6.000 despidos, su competidora Bayer planea 12.000, lo que nos recuerda que en el sector bancario alemán una entidad como Deutsche Bank acaba de anunciar también 18.000 despidos.

Siemens registró una «inesperada caída en los pedidos», sigue Böhme, mientras que los analistas esperan en breve una advertencia de beneficios de Thyssenkrupp. En conjunto, las empresas alemanas de ingeniería mecánica, el segundo gran pilar de la economía nacional junto con los fabricantes de automóviles, esperan que la producción caiga un 2% en este año.

El gobierno de Berlín, ante estos datos, se siente atado de pies y manos. El ministro alemán de finanzas, Peter Altmeier, ha declarado que la Unión Europea podría estar dispuesta a retirar completamente los gravámenes a los coches estadounidenses para evitar la amenaza de una tarifa del 25% a los autos europeos que lleguen a EE.UU., una medida en la que anclar las esperanzas para el sector. Los esfuerzos de la gran coalición se centran en la digitalización de la economía. El pasado mes de junio, el Estado alemán ha cerrado una licitación por la que ingresará 6.549,6 millones de euros por los 41 bloques de frecuencias que albergarán los servicios de la quinta generación de telefonía móvil 5G, según la Agencia Federal de la Red (BNA). Pero los grandes avances y patentes de la movilidad eléctrica, del software y del internet de las cosas no se están registrando en Alemania, que ve amenazada su posición de potencia tecnológica y cuyo mercado laboral, muy regulado y sujeto a sueldos muy altos, es poco competitivo fuera de todo lo que no sea la primera línea tecnológica.

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