Una oportunidad desperdiciada en el fondo de los vertederos
La valorización, la combustión de residuos no reciclables para lograr energía, es una técnica muy extendida en Europa que no ha despegado en España
Planta de valorización energética de residuos de Sant Adrià de Besòs, gestionada por Tersa
Ni todos los residuos urbanos se pueden reciclar, ni tampoco reutilizar. Prendas de ropa y calzado gastados, juguetes deteriorados, trozos de cerámica, colillas, pañales, utensilios de cocina, carcasas de DVD, restos de muebles de madera y cientos de otros tantos desechos (incluidos alimentos, plásticos, ... papeles y cartones imposibles de separar eficientemente) no tienen una segunda vida. Pero sí se pueden utilizar como recurso para generar energía. Es lo que se denomina valorización energética de los residuos. Y una de las formas de hacerlo es someterlos a un proceso de combustión que transforma esa basura inútil en electricidad, vapor o agua caliente para nuestras viviendas e industrias. Desde hace años es una práctica habitual en diversos países europeos como Alemania, Suecia, Suiza y Holanda, entre otros, donde las plantas de valorización energética, encargadas de estos procesos, se han desarrollado a gran escala y conviven entre los ciudadanos como cualquier otro tipo de instalación municipal, es decir como un hospital o un polideportivo. Incluso algunas de esas regiones importan residuos para alimentar esas plantas.
En España hay solo diez instalaciones así (más una en Andorra), aglutinadas en la Asociación de Empresas de Valorización Energética de Residuos Urbanos (Aeversu). En 2018 fueron el destino de 2,5 millones de toneladas de desperdicios que generaron 1,7 millones de megavatios, suficiente para abastecer a medio millón de hogares. Eso significa que se transformaron en energía el 11,6% de todos los desechos urbanos que producimos, según los últimos datos disponibles del Ministerio de Transición Ecológica. Un porcentaje muy alejado de nuestros vecinos. Como media, la UE valoriza el 28% de la basura que generan sus ciudades, según la CEWEP (la ConfederaciónEuropea de Plantas de Valorización Energética que agrupa 410 instalaciones de 23 países, entre ellas las españolas). Son datos muy similares a lo que aporta Eurostat (26,7%). Hay países como Suecia y Dinamarca que superan incluso el 50% y nuestro vecino Portugal llega a un 18%.
La pregunta es por qué una tecnología que ha cobrado fuerza en países con mayor cultura medioambiental —suelen ser además los que más reciclan y reutilizan— no ha calado en la gestión de los residuos en nuestro país. «Aquí es más barato depositar la basura en el vertedero», sentencia Rafael Guinea, presidente de Aeversu. «Solo se contempla —prosigue— el coste de enterrar los residuos, pero no es tan barato si se tuviera en cuenta todo el impacto ambiental que genera estos vertederos».
Demasiados vertidos
Desde luego, España ya se ha ganado la fama de ser uno de los países europeos que más basura deposita (el quinto, dice Eurostat) en los 116 vertederos legales que hay en nuestra geografía donde fueron a parar 11,8 millones de toneladas de desechos en 2018, según el Ministerio de Transición Ecológica. Eso supone el 53,4% de todos los residuos urbanos generados (en total, 22,2 millones de toneladas). Un porcentaje extremadamente elevado si se tiene en cuenta los objetivos futuros marcados por Europa: el Paquete de acciones para la Economía Circular fija que en 2035 sólo el 10% de toda nuestra basura termine en vertederos.
Todo hay que mirarlo en un contexto más global. Está claro que Europa quiere acabar con los vertederos, porque prefiere apostar decididamente por la filosofía de las tres “R”: reducir los residuos desde su origen, reciclar y reutilizar. Otra de las grandes flaquezas españolas. En 2018, solo reciclamos el 35% de nuestros desechos municipales, con datos del Ministerio para la Transición Ecológica. Eurostat dice que la media europea es del 48%. De hecho, tan poco reciclamos que nos ha costado alguna llamada de atención por parte de la Comisión Europea ya que, incluso, hemos incumplido directivas y nuestra propia ley de residuos de 2011 que fijaba recuperar y reciclar el 50% de la basura municipal en 2020. Y a partir de ahora el reto será mayor. Europa ha aprobado aumentar el reciclaje de residuos urbanos de forma gradual: 55% en 2025, 60% en 2030 hasta llegar al 65% en 2035.
Dinamarca y Suecia valorizan la mitad de su basura
Pues en todo ese contexto, para alcanzar los retos propuestos (verter menos y reciclar y reutilizar mucho más), las plantas de valorización energética pueden desempeñar un importante papel, aunque no cuentan con todo el respaldo social que les gustaría. «En España están muy cuestionadas por grupos conservacionistas y a nadie le gusta tener una fábrica cerca de su casa», comenta José Vicente López, profesor de Economía Circular y Gestión de Residuos y coordinador del grupo Innovación Ambiental de la Universidad Politécnica de Madrid.
Cómo se valoriza
Las plantas de valorización lo que hacen es, primero, clasificar y separar todos los residuos que les llega, tanto de forma manual como a través sistemas automatizados. Tras ese proceso, los restos que quedan pasan a valorización. «Son los rechazos, los que ya no se pueden recuperar de ninguna manera. Son restos que pueden llevar materia orgánica, plásticos, papel... pero que los dispositivos automáticos no han podido separar eficazmente porque es muy difícil, vienen sucios, mezclados...», explica Fernando Vidal, director de la Cátedra de Economía Circular, un convenio de colaboración entre la Universidad de Sevilla y la empresa Aborgase para la investigación, formación y promoción en el ámbito de gestión de residuos en la economía circular.
«El cambio está en ver los residuos que ya no tiene más vida en un recurso para generar energía»
Esa basura se incinera en hornos a más de 850 grados de temperatura generando energía eléctrica (que se inyecta a la red) y/o térmica. Al final del proceso queda una ínfima parte de escoria, que se reutiliza como árido para construcción o carreteras y chatarra que llega a empresas siderúrgicas. Y también hay ceniza que se almacenan en depósitos. «Como toda industria se puede considerar potencialmente contaminante, pero estas plantas tienen una regulación muy estricta en materia de emisiones y los controles son tan grandes que prácticamente no emiten. Los gases que salen de la combustión pasan por lavadores y filtros que filtran el 99% de las partículas, las cenizas son almacenadas con muchísima seguridad y los gases tóxicos, que pueden ser cancerígenos (como dioxinas y furanos), si se combustionan a más de 850 grados de temperatura prácticamente no se producen», detalla el profesor José Vicente López. «El impacto de la incineración está muy controlado. La tecnología para la limpieza de gases está muy trabajada, depura lo que sale por la chimenea y consigue que esa incineración no sea un problema por las emisiones», sostiene también Fernando Vidal.
Como un recurso más
La patronal defiende que una planta de valorización emite 19 veces menos C02 que los vertederos convencionales, que utilizan menos suelo, que la electricidad que generan es renovable en un 50% y que reducen el volumen de los residuos entre un 96 y 98%, fortalezas que pueden ser aprovechadas para conseguir los objetivos europeos. «El gran cambio es dejar de ver a los residuos como residuos y, cuando ya no se les puede dar más vida, tenerlos en cuenta como recurso para generar energía y no arrojarlos al vertedero. Eso también reduciría nuestra dependencia energética del exterior. Los países que más reciclan (hasta un 60%) y cuentan con más plantas tienen niveles de vertido inferiores al 3%. Nos hace falta avanzar en las plantas y en toda la gestión de residuos», argumenta Rafael Guinea.
Para lograr los objetivos europeos, Aeversu calcula que se necesitarían instalar 14 plantas más en España y una inversión de 6.500 millones tanto para el reciclaje como para la valorización. Los fondos europeos Next Generation podrían ser un gran propulsor para conseguirlo. Además, se generarían 75.000 empleos directos. «Construir una planta de valorización energética genera puestos de trabajo de alto valor, con competencias tecnológicas y fabricación especializada. Por cada euro invertido, se calcula que genera 1,4 euros adiciones indirectos e inducidos en la economía», detalla Rafael Guinea.
El 36% de los residuos son reciclados en España
Pero existe otra cuestión que resolver. Es una tecnología cara que repercutiría en el bolsillo de los ciudadanos, como expone Fernando Vidal. «Los costes de gestión con incineración —afirma— se incrementan mucho y teniendo en cuenta que la gestión de los residuos urbanos es municipal, usar sistemas más caros repercutiría en los ciudadanos. En otros países europeos la valorización está más avanzada porque disponen de mayor renta, están más industrializados y obtienen mayor rendimiento de esta tecnología, ya que por sus condiciones climáticas, además de electricidad, necesitan la energía térmica que genera la incineración para calentar las casas».
Impuestos
En España resulta «más económico tirar a un vertedero», apunta Carlos Reparaz, manager de Economía Circular en Everis Ingeniería. Pero eso puede cambiar. «El nuevo paradigma —explica— es que el que contamine pague. Se está reclamando ahora que se incrementen los cánones por verter residuos al vertedero». Es algo que también reivindica la patronal Aeversu y que recoge el anteproyecto de la nueva ley de residuos y suelos contaminados, que llegará al Consejo de Ministros en las próximas semanas. Esta norma prevé un impuesto estatal que penalice el depósito de residuos en vertederos, algo que ya recogen de alguna u otra manera las Comunidades Autónomas, pero que no está armonizado, lo que está generando el denominado «turismo de residuos» de unas regiones a otras. Además, la futura ley también crea un impuesto para la incineración de residuos, aunque en menor medida. Se trata así de favorecer opciones más sostenibles en la gestión de nuestras basuras como es la reutilización y el reciclado. Según Reparaz, la normativa está alineada con Europa, que quiere «evitar el vertedero a toda costa, pero no quiere que la incineración sea la solución fácil a los residuos».
«Tienen una regulación muy estricta de emisiones y controles tan grandes que apenas emiten»
No obstante, son muchos los que piensan que la valorización energética de los residuos puede ser una aliada en la transición a una economía más sostenible. «Es un elemento de gestión que en tanto no hagamos eficiente el sistema circular (reducir en origen, reciclar y reutilizar) vamos a tener subproductos derivados que la única opción antes que echarlos al vertedero es valorizarlos. En la pirámide de gestión de residuos es la última opción antes que verter», considera José Vicente López. «La valorización de los residuos es una parte esencial de la economía circular. Sin ella, no es posible completar el ciclo de recuperación de los residuos y la consiguiente transformación en recursos», asegura Rafael Guinea. Desde luego, para evitar que tiremos menos del 10% de nuestra basura al vertedero, es una opción a valorar.
Otras alternativa con menor desarrollo
Existen otras tecnologías que pueden valorizar los residuos, es decir utilizarlos como recursos para obtener energía, pero áun no están desarrollados comercialmente ya que son «equipos muy intensivos en capital y es necesario grandes inversiones para montar una planta», indica Fernando Vidal. A partir de procesos de gasificación y de pirólisis, nuestros desechos pueden generar electricidad, gas, biocombustibles y otros subproductos que se utilizan en pavimentos y materiales de construcción. Son tecnologías que todavía no se han escalado. «Para dar servicio a una gran ciudad se necesitan grandes instalaciones», cuenta José Vicente López. Algo que todavía está por llegar. Quizá no esté tan lejos, porque como señala Vidal «se está investigando mucho en cómo aprovechar los residuos que nos pueden reciclar» .
Planta de valorización energética de resituos Amager Bakke, o también conocida como Copenhill, en Copenhague
El ejemplo de Copenhague
Los daneses han sabido sacar un buen partido de su planta de valorización de residuos Amager Bakke, o también conocida como Copenhill. En medio de la ciudad de Copenhague se alza esta instalación que no sólo puede presumir de su diseño arquitectónico sino también de ser un centro para deportes de invierno. De hecho, la cubierta es una pista de esquí de 500 metros de longitud que se usa durante todo el año. Esta planta transforma 440.000 toneladas de desechos anuales en electricidad y calefacción que suministra a unos 150.000 hogares, en un país donde se recicla el 50% de la basura que se genera.