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Un nuevo amanecer digital para la España vaciada

La crisis sanitaria provocada por el estallido del Covid y el desarrollo acelerado del teletrabajo han despertado el interés por la vida en los entornos rurales

María José Pérez-Barco

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A la España rural le ha llegado una oportunidad de oro. A pesar de la tragedia del Covid-19 y de las nefastas consecuencias económicas que está causando, la pandemia podría haber sentado los cimientos sobre los que levantar un esperanzador escenario que revitalice muchos pueblos duramente castigados por la despoblación, el envejecimiento, la falta de infraestructuras y la deslocalización empresarial y productiva. Esos lugares han sido durante los últimos meses un valioso refugio para miles de españoles que buscaban entornos más saludables huyendo de las aglomeraciones de las grandes urbes, en aras de encontrar la necesaria distancia social, y donde han disfrutado de un balón de oxígeno y de mayor calidad de vida tras el confinamiento.

El impulso que, además, ha recibido el teletrabajo durante los meses de encierro y posteriores ha dado un vuelco en la forma de entender el mundo laboral: ahora la tecnología y la digitalización permiten trabajar desde cualquier punto del planeta y, por supuesto, también desde la aldea más remota, siempre que tenga conectividad, algo de lo que todavía adolece nuestro entorno rural. Basta echar un vistazo a los datos: 3.015.200 personas trabajaron desde casa de manera habitual durante abril, mayo y junio, según la EPA. Eso supone un 16,2% de los ocupados, un porcentaje casi cuatro veces superior al registrado en 2019 (4,8%).

El 38% de los municipios está en riesgo severo de despoblación, con menos de 8 habitantes

¿Imaginamos buena parte de esos teletrabajadores trabajando desde el mundo rural? «Es una oportunidad, que dependerá de tomarnos en serio el trabajo en remoto, porque necesita planificación y que las empresas evalúen la posibilidad de ofrecer esa modalidad a sus empleados», considera Jaime Izquierdo, comisionado para el Reto Demográfico del Principado de Asturias. De ser así, ¿alcanzamos a proyectar el impacto económico que supondría en los pueblos, muchos de ellos al borde de la extinción? Solo por hacerse una idea, con datos de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), de los 8.131 ayuntamientos que existen un 84% tiene menos de 5.000 habitantes y de estos casi uno de cada seis menos de cien. Entre todos suman 5,6 millones de personas (12% de la población total) que habita el 80% de la geografía.

De todos ellos, el 63% ha perdido población entre 2001 y 2018, como refleja un documento donde se dan las directrices para elaborar la Estrategia Nacional frente al Reto Demográfico (aún por articular), que fue consensuado en 2017 en la VI Conferencia de Presidentes. Ese informe advertía: el 38,1% de los municipios se encuentra en riesgo severo de despoblación, ya que cuentan con menos de ocho habitantes.

¿Qué ocurriría si en ellos se asentaran asesores, consultores, administrativos, periodistas, programadores de software, diseñadores gráficos o industriales, gestores de fondos, arquitectos, creativos de la publicidad, profesionales del marketing digital...? La lista de profesionales que tienen cabida en el entorno rural para trabajar en remoto es extensa. ¿Y si de ese sustrato florecieran nuevos negocios que nada tengan que ver con el sector primario?

Más empadronamientos

Por ahora, el impacto se ha notado. El interés por los pueblos ha crecido, y mucho. «La gente de la ciudad en cuanto ha podido salir se ha venido a los pueblos a teletrabajar. Hay casos en los que se han quedado y han matriculado aquí a los niños», asegura Miguel Gracia, presidente de la Diputación Provincial de Huesca, alcalde de Arén y miembro de la Comisión de Despoblación y Reto Demográfico de la FEMP. Igual ha ocurrido en otras provincias. Se han registrado nuevos empadronamientos, «incluso en algún punto de Castilla y León y Castilla-La Mancha se ha reabierto la escuela», asegura Víctor Jolín, coordinador de Red Española de Desarrollo Rural (REDR). En Jaén, «en muchos pueblos se han registrado empadronamientos de gente de Madrid, Barcelona y el País Vasco que después de meses teletrabajando en sus pisos de 90 metros cuadrados y, siempre que la empresa se lo ha permitido, se han venido al pueblo. Otros muchos que se venían al pueblo a pasar una semana, se han quedado todo el verano porque podían teletrabajar y siguen aquí», comenta Francisco Reyes, presidente de la Diputación Provincial de Jaén.

No se trata de un fenómeno masivo, ni que ha estado al alcance de cualquiera, porque «gran parte del teletrabajo la estamos protagonizando gente que ya teníamos una segunda vivienda o un vínculo con un pueblo», comenta Luis Antonio Sáez, director de la cátedra de Despoblación y Creatividad de la Diputación Provincial de Zaragoza.

Sin embargo, también están llegando nuevos foráneos. Por eso, todos miran hacia el teletrabajo como una oportunidad única para revitalizar sus entornos. En Soria, por ejemplo, «la gente rural dice que los vecinos que teletrabajan se están interesando por comprar una segunda residencia», asegura Roberto Ortega, responsable de comunicación de El Hueco, un centro de emprendimiento social soriano, promotor de la feria Presura y del autobús de la repoblación. Y es que, «hay indicadores de cambio: el interés por la compra de inmuebles rurales y tierras es mayor. En los pueblos la gente pregunta por adquirir casas», asevera Jaime Izquierdo.

Si lo hicieran podríamos estar ante una nueva realidad: un nuevo ecosistema híbrido entre lo rural y lo urbano. «Acabamos de descubrir el teletrabajo, que se puede hacer desde un pueblo de Soria o de Teruel. Es el futuro. Una de las maneras de repoblar esta España es con una población pendular, que vivirá parte de su tiempo en un pueblo y otra parte en la ciudad», indica Roberto Ortega. Si es así, los más beneficiados podrían ser lo lugares cercanos a las grandes urbes. «Están en el campo y a 30 minutos de una ciudad», apunta Gracia.

Incluso se puede dar un paso más, reflexiona el comisionado Izquierdo: «A partir de ahora —explica— la vivienda principal puede ser la rural y la secundaria la urbana. Y si además de teletrabajo hacemos “tierratrabajo”, es decir atendemos un huerto o somos copropietarios en un rebaño comunitario o consumidores en una cooperativa de agricultura de proximidad, vamos cerrando el círculo».

Tampoco esa reflexión es un reto inalcanzable. Durante el confinamiento, la provisión de alimentos no se ha detenido. Y ha puesto en valor, además del sector logístico, nuestra agricultura y ganadería. De hecho, la producción local tiene tirón y «una demanda importante. Se están recuperando actividades y cultivos abandonados. La gente está redescubriendo los productos cercanos, de la huerta y del comercio local para el abastecimiento familiar», sostiene el presidente de la Diputación de Jaén.

Entre 2014 y 2020 llegaron unos 1.200 millones de euros para emprendedores ruralres

Pero para que llegue el despegue de los pueblos y se aproveche esta oportunidad, antes hay que salvar grandes barreras. Todos los expertos consultados coinciden en señalar que el pilar básico para reactivar el entorno rural es extender y mejorar la conectividad. «Hay gran deficiencia. No se ha mejorado lo suficiente para dar cobertura a esos teletrabajadores y pymes que necesitan desarrollar su trabajo en los pueblos con las mismas prestaciones tecnológicas y velocidad de descarga que en una cuidad», se queja Jolín.

Y eso que España sale muy bien parada en el último Índice de Economía y Sociedad Digital 2020, de la Comisión Europea. El despliegue de fibra óptica hasta los hogares es del 80%, por encima de la media europea (34%). En el medio rural: el 21% de los hogares europeos posee fibra mientras que en nuestro país es el 46%.Pero sobre el terreno, cuentan que hay pueblos donde todavía es deficiente la señal analógica de televisión, en otros no hay cobertura para hacer llamadas de móvil...

Y aunque el Programa de Extensión de Banda Ancha de Nueva Generación (PEBA-NGA), que tiene por objetivo dar cobertura de velocidad ultra rápida al 91% de la población a finales de año, avanza, no es suficiente. Todos entienden que la solución está en manos del Gobierno. «Ahora que se va a desarrollar la extensión del 5G, el Ejecutivo debe exigir a los operadores, a la hora de concederles licencia, que cubran todo el territorio nacional», defiende Jolín.

Atraer a empresas y emprendedores

Algo similar proponen para atraer a la industria y a otras empresas a localidades con mayor población, que podría tener un efecto tractor en los habitantes de los pueblos rurales más pequeños y cercanos. Ahí están los ejemplos de la fábrica de galletas Gullón en Aguilar de Campoo (Palencia), con 6.800 habitantes, y el polígono industria del empresario Emiliano Revilla en su localidad natal Ólvega (Soria), con 3.600 residentes. «A la hora de firmar contratos, las administraciones deben influir en la ubicación de las empresas a través de desgravaciones u otro tipo de medidas que favorezcan su instalación. Y ayudar a deslocalizar servicios e infraestructuras que no tienen por qué estar siempre en Madrid. Por ejemplo, en Ávila está la Academia de la Policía Nacional y en Baeza la de la Guardia Civil», expone Reyes. «A la empresa —prosigue— hay que convencerla de que el mundo rural es interesante. Pocos pueblos están a más de media hora de una gran vía de comunicación. Aquí un trabajador vive con 1.300 euros como el que vive en Madrid con 2.000».

A los programas de emprendimiento también habría que darles un buen empujón. Ayudas y subvenciones para emprender parten del ámbito local, de las Autonomías o de fondos europeos como los Leader, de donde han llegado unos 1.200 millones para emprendedores entre 2014 y 2020, un 12% de las ayudas de la Política Agraria Común, de la UE. Pero hace falta más. «A los ayuntamientos hay que dotarlos de herramientas para que puedan acometer proyectos para favorecer el asentamientos de nuevos pobladores, desde el punto de vista fiscal, tributario...», indica Jolín. «Suprimir tanta burocracia para montar un negocio y atraer el talento a través, por ejemplo de programa Erasmus en empresas rurales», sugiere Saez.

Y además de solventar las carencias de otras infraestructuras (educativas y sanitarias, por e ejemplo), poner solución a la falta de vivienda en los pueblos es urgente. «Algunas segundas residencias están bien, pero otras no, y por problemas legales de herencias o desavenencias entre familias, no se mantienen como debería y tampoco tenemos posibilidades administrativas ni jurídicas para actuar y sacar inmuebles al mercado.De hecho, el 80% de los cascos rurales están vacíos», se queja el presidente de la Diputación de Huesca.

Con todas sus carencias y necesidades, quizás el Covid ha adelantado la hora de regresar a los entornos rurales, más amigables y salubres. Quizás estemos a las puertas de una revolución donde la gran ciudad ya no será el centro neurálgico alrededor del que giren nuestras vidas.

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