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Lección de Bolsa: Paciencia

Un pilar de la rentabilidad de las inversiones es aguantar cuando el mercado se tuerce y si es posible aprovechar la distorsión en el precio de los activos

La paciencia, uno de los pilares de la rentabilidad de las inversiones en Bolsa EFE

JOSÉ RAMÓN ITURRIAGA

A los que nos dedicamos a la inversión, lo sucedido en las últimas semanas nos provoca sentimientos encontrados. Tener que volver a hablar del riesgo de ruptura del euro, del Brexit, de los populismos o de la situación política española, nos resulta cuanto menos cansado. De hecho, por momentos dan ganas de parafrasear a Estanislao Figueras, presidente de la I República, que espetó la celebérrima frase «estoy hasta los cojones de todos nosotros» , antes de meterse en un tren rumbo a París camino del exilio.

Y, sin embargo, no lo hacemos porque sabemos que esto forma parte del juego. La paciencia, uno de los pilares de la rentabilidad de las inversiones en Bolsa, es precisamente esto: aguantar cuando las cosas se tuercen y los mercados tienen brotes psicóticos. Sin embargo, se trata de la premisa más difícil de cumplir. Además, en la medida de nuestras posibilidades, hay que tratar de sacar partido a la distorsión que se está produciendo en los precios de los activos actualmente, para lo que es imprescindible tener la cabeza fría.

Hay que respirar hondo, tratar de coger perspectiva y repasar la teoría: los mercados son ineficientes y gracias a ello se generan las mejores oportunidades de inversión. También conviene repetirnos aquello de que las emociones son el peor consejero financiero y emular a Lot, sin mirar para atrás.

La razón que explica que la mayor parte de los inversores no gane dinero en Bolsa es porque lo anterior es más fácil de decir que de cumplir. El miedo enturbia el conocimiento y constituye una palanca potentísima para doblegar las más recias voluntades. Resistan, escampará. La cordura siempre se acaba imponiendo.

Carlos Lesmes, presidente del Tribunal Supremo EFE

Solución salomónica al caos hipotecario

Parece que la solución al desaguisado que ha provocado el Tribunal Supremo con la sentencia sobre el sujeto pasivo del impuesto sobre actos jurídicos documentados en la contratación de la hipoteca, pasa por salvar los muebles. Parece que se busca una solución que permita salvaguardar la imagen del principal responsable del caos actual -el TS- y tenga una venta más o menos razonable en la calle. Todo lleva a pensar que de ahora en adelante pagarán los bancos y la retroactividad se limitará a cuatro años.

Se trata de una solución salomónica pero injusta, con un tufo populista al orden del día. Llegados a este punto, dicen, no era posible zanjar el tema sin retroactividad, lo que desde el punto de vista legal era lo deseable. Y es que no tiene sentido que una nueva (y legítima) interpretación de la norma se lleve por delante 23 años de jurisprudencia y escrupuloso respeto de la ley. Se les echaría encima «la gente», vuelven a decir. La solución menos mala -ya no hay ninguna buena, insisten- es la equidistancia. Se acata el polémico fallo del Supremo y se pergeña una solución en la que los bancos se dejan algún pelo en la gatera, no vaya a ser que digan, aunque el agujero en sus cuentas de resultados es asumible y mucho menor que lo que pudiera haber sido. Los bancos pagan, pero menos . Y así todos contentos.

Sorprende o, mejor dicho, preocupa que hayamos llegado al punto en el que la mala prensa del sector financiero propicie semejante desenlace . Probablemente se supere la situación y todos, bancos incluidos, respiren aliviados cuando se conozca la resolución que aclare los aspectos todavía abiertos a interpretación. Sin embargo, lo que subyace tras este planteamiento es una animadversión hacia la banca , a la que se sigue identificando como responsable de la crisis y que además ha sido rescatada con el dinero de todos. Y no ayuda que los bancos se hayan resignado al papel de malos en esta película, pues en cierta medida reafirma el relato populista. Ellos sabrán. Ahora, esta componenda no contribuye a la seguridad jurídica y por ende a la calidad de nuestro Estado de Derecho. Aplica lo de una vez rojo que ciento amarillo.

EFE

El pánico y otras oportunidades

En los últimos veinte días ha habido enorme revuelo en las Bolsas . Si esto no es el pánico bursátil, se le parece mucho. Los índices americanos han sufrido importantes correcciones, con caídas intradía que no veíamos desde los peores momentos de la crisis y que han echado a perder todas las ganancias del año. Europa no levanta cabeza y desde los máximos de hace tres años acumula pérdidas muy abultadas. Y lo peor es que no ha habido ninguna razón obvia para lo que ha pasado . La renta variable se desploma, la volatilidad se dispara e intuitivamente nos tentamos las heridas que todavía no han cicatrizado desde la última crisis. En los mercados suele ser un error dejarse llevar y, una vez más, debemos sacar fuerzas de flaqueza y tomar la distancia suficiente para no guiarnos por la masa.

La caída de la Bolsa americana entra dentro de lo normal. Esto es, caídas del 10% son habituales para patrones de comportamiento histórico y no cambian la película de fondo. Los beneficios empresariales siguen creciendo a buen ritmo y la duda ahora es si el múltiplo que el mercado está dispuesto a pagar por esos mismos beneficios es inferior al que venía pagando hasta ahora. Que todos los problemas sean esos.

Las razones tras las caídas en Europa son las que venimos repitiendo las últimas semanas y, en concreto, el incremento de la percepción del riesgo , fundamentalmente por la comedia italiana. Ahora bien, llegados a este punto, quizá resulte más útil para todos analizarlo al contrario de como lo hemos hecho hasta ahora. No se trata de si el mercado se ha pasado o no de frenada poniendo en precio el riesgo italiano , sino al revés, desde el punto de vista de las valoraciones. Resulta razonable que la Bolsa europea, o gran parte de ella, cotice a niveles de valoración parecidos a los vividos en el peor momento de la crisis. Dicho de otra forma, ¿estamos en una situación remotamente parecida a la del verano de 2012, con el peor momento de la crisis del euro, o la de 2009 tras la mayor crisis financiera de nuestra historia? La respuesta es rotunda: no. De ahí la oportunidad.

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