José Ramón Iturriaga - El quinto en discordia
Volver a pagar, pero no mucho
Tendremos que volver a acostumbrarnos a pagar por el dinero. Algo tampoco mucho, pero al fin y al cabo volver a meter en la ecuación que el dinero no es gratis. Lógicamente eso tiene muchas consecuencias, algunas de las cuales ya estamos viendo
Sede del Banco Central Europeo en Fráncfort
Alemania ha dejado de cobrar por emitir deuda y desde hace pocas semanas ha empezado a pagar algo. En concreto, algo más de un 1% por pedir prestado a diez años. No parece mucho. Tampoco el mercado le está pidiendo mucho a, por ejemplo, España ( ... 2%) o a Estados Unidos, cuyo bono a diez años está en el 3%. Sin embargo, estamos todos los días a vueltas con las consecuencias del cambio de ciclo de los tipos de interés. Y, evidentemente, es para estarlo porque supone el final de un ciclo de tipos extraordinariamente bajos.
De primeras, el cambio de tranco ha hecho que el año haya arrancado con lo mayor caída del precio de los bonos de su historia. Nunca se había vivido un inicio de año como en la renta fija como el de este 2022. Pero más allá del titular que cuando se traslada a las pérdidas en euros de los inversores en este activo es pavoroso, era en cierta medida inevitable. En el momento en el que como esta pasando ahora los tipos de interés se normalizaran, la caída en el valor de los bonos era inevitable. Era muy difícil saber cuándo se iba a producir, pero no que cuando se produjera iba a suponer un baño de sangre. Tampoco se podía saber el ritmo al que se iba a producir este movimiento, aunque en cierta medida se podía intuir que cuando se diera el pistoletazo de salida iba a ser un sálvese quien pueda por cual era el punto de partida –tipos de interés negativos, algo que conceptualmente es difícilmente justificable–.
Llegados a este punto no valen las lamentaciones y toca mirar para adelante. Aunque la subida de los tipos de interés haya sido muy fuerte y brusca, la foto actual tampoco es algo que en términos históricos sea como para escandalizarse, ni mucho menos. Pocas veces, y salvando estos últimos años que hemos vivido circunstancias absolutamente extraordinarias, el coste del dinero había sido tan barato para los estados, las empresas o las personas. Si como parece la inflación aunque se embride en los próximos meses no vuelve al encefalograma plano de los últimos años, es poco probable que volvamos a ver los tipos donde los hemos visto. Tendremos que volver a acostumbrarnos a pagar por el dinero. Algo tampoco mucho, pero al fin y al cabo volver a meter en la ecuación que el dinero no es gratis. Lógicamente eso tiene muchas consecuencias, algunas de las cuales ya estamos viendo.
En los próximos meses comprobaremos si los bancos centrales son capaces de aterrizar la economía más o menos ordenadamente y quiénes son los ganadores y perdedores de la rotación que se está produciendo en el precio de los distintos activos y dentro las mismas clases de activos. Aunque haya sido un movimiento súbito y probablemente el ritmo a partir de ahora será otro, los niveles actuales hacen que todavía tenga recorrido por lo que resulta poco aconsejable ponerse delante una ola que no ha hecho nada más que empezar.
Confianza del consumidor
No ha tardado mucho en resolverse la paradoja que se había producido en las últimas semanas y de la que nos habíamos hecho eco en esta página. Las peores lecturas de los datos de confianza del consumidor de la serie histórica que se registraron tras la invasión rusa no se han reflejado en los datos económicos que hemos conocido últimamente. Cualquiera que se haya paseado por Sevilla estos días o subido a un avión o a un tren ha podido constatar que se ha podido perder la confianza de boquilla pero, desde luego, no de taquilla. El ahorro acumulado y las ganas de recuperar lo que nos robó la pandemia han podido con la lógica preocupación que suscitó el arranque de la guerra en Ucrania.
A medida que la información sobre los avances de la guerra se ha ido perdiendo en las páginas centrales de los periódicos y hemos devuelto la mirada a nuestras miserias cotidianas, las confianza ha recuperado con fuerza en las mediciones que se hacen periódicamente. La semana pasada el índice que elabora el INE registró el mayor incremento mensual de su historia. Por la asimetría con la que se tratan en general todas las noticias pero, en particular las económicas, no ha sido noticia. Y a diferencia de los titulares que cosechó la fortísima caída de hace algo más de un mes, la fuerte recuperación que conocimos hace unos días ha pasado sin pena ni gloria.
Con independencia de cómo de noticia sean las buenas noticias, el hecho de que la confianza haya tardado tan poco en recuperarse –y no ha sido algo exclusivo de España sino en todas las economías desarrolladas– merece prestarle atención porque es síntoma claro de la fuerte inercia de esta recuperación que hace que sea distinta a otras con las que, como siempre hacemos los que nos dedicamos a esto, tratamos de compararla.
Este tipo de reacciones son una buena pista, otra más, de que esta vez es diferente. Salvo catástrofe, y esta es la advertencia que lógicamente hay que hacer en las circunstancias actuales pero que no hay forma de cuantificar en ningún modelo, el desbocamiento de los espíritus animales tras la pesadilla vivida que da la sensación que está comenzando podría sentar las bases para un periodo de alegría económica similar al de los años veinte del siglo pasado. La economía española sería lógicamente una de las claramente beneficiadas si estas dinámicas terminan confirmándose. Aquí estaremos para contarlo (y disfrutarlo).
'No (S)pain, no gain'
Este inicio de año tan movido en todo pero también en los mercados está dejando interesantes titulares que en muchos casos se quedan por el camino. La pregunta que muchos se hacían hace unos meses que qué iba a ser de la bolsa española si la americana corregía con fuerza hoy ya tiene respuesta. El índice tecnológico americano está en lo que en le argot se conoce como bear market -acumula una caída superior al 20%- y el español sin embargo es de los pocos que junto con algún otro de los países desarrollados que salvan la cara este año.
La rotación sectorial que la normalización de los tipos de interés está provocando en la renta variable está beneficiando a algunos índices más que otros por el sesgo de cada una de la bolsas en concreto. Resulta fácil de entender porque básicamente se trata de revertir lo que hemos vivido en los últimos años. De igual manera que el muy buen comportamiento de las empresas que se definen como de crecimiento -entre las cuales lógicamente se encuentran las compañías tecnológicas- no se ha reflejado en la bolsa española estos últimos años porque hay poco de ese tipo de compañías cotizando en el universo español, la vuelta que estamos viviendo ahora no le está pasando factura. Y al revés, el mejor comportamiento de las empresas más ligadas al ciclo ecónomo y/o que se benefician de la subida de los tipos -como es el caso de los bancos que es un sector que tiene un peso relativo muy alto en el Ibex 35- sí tiene su reflejo en que hoy sea de las bolsas que mejor lo hacen en lo que llevamos de año.
Los medios anglosajones tan aficionados a titular de formas muy ocurrentes en el que los juegos de palabras son protagonistas podrían utilizar el título de este recuadro ('Sin dolor, no hay ganancia'). Probablemente no sea tan inteligente como muchos de los que en los últimos años se han hecho muy populares entre los analistas y opinadores extranjeros y que en muchos casos aludían de una u otra forma a España. Sin embargo y si nada se rompe y las dinámicas del mercado continúan su cauce va a ser probablemente un buen titular que defina el comportamiento del mercado los próximos tiempos. Quien no tenga España -u otros mercados con composición sectorial similar- no va a ganar. No es algo que no hayamos vivido antes. Seguro que quien tenga algunos años ya y algo de memoria, recuerda p periodos en los que el comportamiento de la bolsa española era protagonista de las crónicas internacionales por las buenas razones.
Con sus idas y venidas se empieza a intuir que el movimiento tectónico que la subida de los tipos de interés está provocando en la renta variable deja como todo ganadores y perdedores. Y, como la historia demuestra, a algunos se lo van a perdonar menos que a otros. Por cierto, ningún problema en presta el titular a alguna cabecera extranjera si les parece oportuno.
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