José Ramón Iturriaga - El quinto en discordia
Da miedo
La evolución del precio del petróleo es la clave, pero si se mantiene a los niveles actuales o corrige algo más, supondría que ya hemos visto las peores lecturas de inflación
Datos de inflación como los que conocimos la semana pasada dan miedo. Sobre todo, dan miedo si no se entienden o explican las razones que hay detrás de semejantes lecturas. En ese afán que nos caracteriza de buscar culpables, los últimos días básicamente nos hemos ... dedicado a tirarnos los trastos a la cabeza sin que haya dado tiempo a nada más.
Quizá merezca la pena detenerse unos minutos y recapitular lo que ha pasado los últimos meses y lo que eso ha supuesto en la evolución de los precios. Tras un parón económico sobrevenido que no tenía precedentes recientes, la reapertura económica se tradujo en lo que a la evolución de la inflación se refiere, en un salto como consecuencia de las bases de comparación que en teoría debía ser temporal. Los cuellos de botella que se produjeron en las cadenas de suministro por, fundamentalmente, los problemas en el transporte marítimo hicieron que el año empezara con presión en los precios aunque con señales de que empezaban a remitir.
Y, por último, la guerra en Ucrania y cómo se ha trasladado a los precios de la energía ha sido el último episodio de esta historia.
Evidentemente, no sabemos si en el próximo capítulo también va a haber una sorpresa. Y lógicamente, los interrogantes no se han cerrado del todo. La evolución del precio del petróleo es la clave. Pero si se mantiene a los niveles actuales o corrige algo más, supondría que ya hemos visto las peores lecturas de inflación. Además, en tanto que no ha dado tiempo a que los efectos de segunda ronda echen a rodar, el miedo iba a durar poco.
No se trata de echar la culpa al empedrado o ponerse de uno u otro lado. Sencillamente, procurar entender lo que nos pasa para no dejarnos llevar. Ya habrá tiempo de recordar la reacción de los descreídos habituales que nunca desperdician la ocasión de desperdiciar la ocasión en el concurso de belleza en el que se ha convertido el relato de la actualidad.
Aprovechar las oportunidades
Otra semana más que se cierra con el anuncio de una operación corporativa en el universo de compañías cotizadas españolas a última hora del viernes. Merlin, la mayor inmobiliaria cotizada española, anunciaba la venta de uno de los activos más emblemáticos: la cartera de más de 600 oficinas del BBVA que está en el germen de la compañía.
Dos mil millones de euros es lo que ha pagado el banco por recomprar parte de sus sucursales en una operación en la que todos ganan. El banco se libera del pasivo el que se había convertido el contrato de arrendamiento en las circunstancias actuales. Y la inmobiliaria sale a muy buen precio, lo que le permite seguir avanzando en su estrategia. Reducir la deuda y pagar (algo) de dividendo. Y, como dice su consejero delegado, avanzar por el mapa de calor con el desarrollo de los centros de datos. Ir por delante probablemente constituye la mejor barrera de entrada. Dicho y hecho, demostrando que, como dicen los anglosajones, ponen el dinero donde tienen la boca.
Las cosas que tienen sentido, pasan. Son muchos los ejemplos de las últimas semanas. Y los que, salvo catástrofe, están por llegar. Y también constituye si no el mejor desde luego un muy buen termómetro de la oportunidad que hay ahora en el mercado español. Hay quien ya lo está viendo y aprovechando.
El peor trimestre en mucho tiempo
Acabamos de cerrar el primer trimestre del año y en lo que a los mercados se refiere no ha sido un trimestre más. No ha habido ningún sitio donde esconderse. Por primera vez desde 1980, cerramos tres meses en los que ha caído todo lo que desde luego no es baladí. El índice de bolsa mundial, los principales bonos soberanos y el crédito han corregido todos a la vez más de un 5%. Este comportamiento tiene pocos precedentes y merece una reflexión.
Los tres primeros meses del año los han marcado el definitivo cambio de tranco por parte de los bancos centrales. Tras muchos años en los que el camino en política monetaria ha sido solo uno, 2022 es el punto de inflexión de un largo ciclo. Las consecuencias para la renta fija de la subida de tipos son evidentes. Y para la renta variable puede que no lo sean tanto, pero desde luego las hay. La caída de los bonos pone punto final al mejor ciclo de la historia que arrancó a principios de los años noventa del siglo pasado. Y en renta variable puede que también esta normalización de los tipos de interés suponga el primer paso que sirva para cerrar la enorme polarización que se ha producido entre lo que en el argot se llama estilos de inversión. Los sectores más de crecimiento se han visto favorecidos por los tipos bajos en detrimento de aquellos más ligados a la economía real. Esta reversión ha sido más evidente en la primera parte del año y en las últimas semanas la guerra lo ha empañado en tanto que la bolsa americana se ha convertido en el activo refugio.
Mirando al futuro hay que volver a tirar de salvaguarda. Salvo catástrofe y si las aguas se vuelven a reencauzar, el movimiento de los tipos no tendría vuelta atrás, todo lo contrario. Y los mercados deberían seguir avanzando por el mismo camino por el que llevan avanzando a trompicones los últimos tiempos.
Si esto fuera así, no debería sorprender porque el pasado reciente es la mejor guía, aunque probablemente lo hará porque con esto de los mercados nos cuesta dar nuestro brazo a torcer.