Hundido
Las criptomonedas no cumplen con ninguna de las condiciones para convertirse en alternativa a nada
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Iniciar sesiónTras las tremendas caídas de la semana pasada, las 'criptos' están bastante más que tocadas. La espiral en la que han entrado es difícilmente reversible y, aunque alguna consiga salvarse para que los más contumaces sigan enrocados, el relato que las sustenta está ... del todo desmontado. No cumplen con ninguna de las condiciones para convertirse en alternativa a nada. Ni son un medio de cambio, ni una unidad de cuenta, ni, desde luego visto lo visto, constituyen una reserva de valor.
Pero esto ya lo sabíamos de antes. No son una moneda ni lo iban a ser nunca. Lo extraordinario es que una vez más la bola de nieve haya alcanzado semejantes dimensiones. El reclamo esta vez era más sofisticado y conseguía alinear a liberales de salón, 'techies' y criminales. La ilusión de una moneda estable fuera del escrutinio público. Muchos no lo entendíamos. No encontrábamos el sentido a invertir en algo que solo se sostenía porque viniera alguien detrás que estuviera dispuesto a pagar algo más . Eso ya tenía nombre, decíamos, y enseguida nos reprochaban que su sofisticación se nos escapaba. Al menos no hemos estado solos en esta travesía: algunos de los inversores con mejores trayectorias, que además se caracterizan por explicar de forma muy sencilla realidades muy complejas, también han demostrado sus dudas con su habitual elocuencia.
Bajo la apariencia de innovación financiera ha vuelto la burra al trigo. Y el desenlace, previsible por otro lado, va a tener al menos dos consecuencias. Va a acelerar una regulación que como siempre en estos casos va por detrás de los acontecimientos y que probablemente sirva para certificar su desaparición. Y, por otro lado, va a permitir que a algunos se nos quite la cara de tontos temporalmente. Aunque sea nuestro estado natural, no está mal que de vez en cuando haya raptos de sensatez en los mercados que nos den un respiro a algunos que tratamos de entender las cosas sin hacernos trampas al solitario con el sentido común como bandera.
Aterriza como puedas
Los bancos centrales están en lo más difícil todavía de desandar el camino andado: hay que devolver el genio a su lámpara. Tras un periodo largo de políticas extraordinarias, el fuerte repunte de la inflación les ha devuelto a la realidad. La credibilidad es el principal atributo de un banco central y no la pueden poner en riesgo. Así las cosas, la pregunta del millón es si pueden controlar los precios sin meter a la economía en recesión, lo que en el argot se llama aterrizaje suave. Todo pasa por que a los banqueros centrales no se les vaya la mano, y hay indicios que nos permiten ser relativamente optimistas.
El as en la manga es que probablemente lo peor de la inflación está por detrás. Salvo catástrofe -y sí, me he abonado a esta advertencia últimamente-, solo por el efecto base los precios deberían reconducirse en los próximos meses. La clave es el precio del petróleo. Si esto es así, a medida que avance el año la presión sobre la autoridad monetaria debería disminuir.
Otra razón para el optimismo es que el pensamiento de los responsables de las políticas monetarias ha evolucionado mucho -a fuerza ahorcan- los últimos años. Y saben que probablemente la mejor política monetaria es la que no se tiene que hacer. El último ejemplo es el anuncio del italiano anticipando que el BCE va a impulsar medidas para evitar la fragmentación del mercado. Saben que uno de los principales riesgos de la progresiva normalización de la política monetaria es que se dispare la prima de riesgo de los países periféricos. Lo mejor para que el mercado no te eche un pulso es saber que en Frankfurt tienen las herramientas para evitar que la sangre llegue al río. Se ha aprendido mucho en los últimos años como para embarcarnos de nuevo en debates estériles sobre la idoneidad de según que políticas. La ortodoxia mal entendida como coartada de malas políticas es cosa del pasado.
Por lo tanto, la menor presión de los precios de la energía a medida que avance el año, una caja de política monetarias con muchas más herramientas y unos banqueros liberados de corsés hacen que un Volcker sea muy poco probable. No va a ser necesario meter la economía mundial en una profunda recesión para reconducir los precios. La situación no es ni remotamente comparable. Esta vez la cosa se puede reconducir sin que nos dejemos muchos jirones por el camino.
Quejarse es gratis
En este país quejarse es gratis. Supongo que no solo pero en este desde luego. La aprobación de la limitación del precio del gas para el cálculo del precio de la energía ha conseguido que se queje todo el mundo: editoriales reprochando que el sobrecoste lo van a pagar los consumidores, los políticos denunciando el oportunismo político de la medida, las eléctricas abrumadas por los riesgos regulatorios y los sospechosos habituales quejándose de una nueva injerencia en el funcionamiento del mercado.
Sorprende que lo de menos haya sido analizar el impacto que una medida de este calado va a tener en el precio de la energía, con lo que eso supone en el momento actual. El tope en el precio del gas va a reflejarse directamente en el precio de la electricidad. No, no está bien interferir en el funcionamiento del sistema de fijación de precios -siempre que este esté bien diseñado, algo que es discutible-, salvo excepciones. Y la situación actual es una excepción. La patada adelante que supone trasladar el sobrecoste provocado por el tope del gas a la tarifa futura parece una medida razonable. Que lo paguen los consumidores también. Otra cosa hubiera sido volver abrir el melón del riesgo regulatorio, que es un camino que sabemos por experiencia es mejor no recorrer. Las compañías supongo que se quejan porque cumplen con su papel. Quieren un marco regulatorio estable y predecible. Yo también, pero entiendo que hay que adaptarse a las circunstancias en su acepción más orteguiana.
Los políticos también patalean porque es lo suyo. Los perros ladran, las gatos maúllan y los políticos patalean. Y el resto no sabemos muy bien qué hacer porque quejarnos de que baje la luz tras habernos pasado un año quejándonos de lo contrario nos parece contradictorio. Y aunque nos toque pagarlo más adelante, algunos creemos que los beneficios de trasladar el pago en el tiempo son mayores que los inconvenientes, aunque no sean muchos los que hayan hecho algo de pedagogía.
Por cierto, resulta atronador el silencio de Feijóo . Creo que por las razones buenas ha decidido no sumarse al griterío generalizado. Veremos en qué acaba esta estrategia de no abonarse a la queja gratuita.
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