Ese país de camareros

La pandemia cuestiona verdades que parecían inmutables: la inflación y la industrialización son dos de ellas

El gran misterio de la economía española hoy es por qué se sigue creando empleo sin que se produzca un incremento proporcional del producto. Se han citado casi una decena de razones, pero ninguna ha suscitado aprobación general. Es evidente que la pandemia está trastocando ... muchas verdades que creíamos inamovibles. Por ejemplo, esa noción de que somos ‘un país de camareros’ y que necesitamos muchísima más industria para parecernos al norte de Europa.

Pero la industrialización ya no es lo que era, sostiene Dani Rodrik, premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2020, en un ensayo titulado ‘Perspectivas para una convergencia económica global bajo las nuevas tecnologías’ publicado en noviembre. El economista llega a esta conclusión después de constatar que la pandemia ha puesto en duda la llamada «convergencia incondicional», la idea de que los países en desarrollo estaban creciendo más rápido y alcanzando a las naciones ricas sin importar sus políticas, instituciones o posición geográfica. Ahora no sólo la pobreza está aumentando de nuevo, sino que los países en desarrollo han sufrido un deterioro en sus sistemas sanitarios, educativos, en su equilibrio fiscal, en su deuda y en sus tasas de inversión que puede lastrarlos durante años.

Pero Rodrik cree que hay datos previos a la pandemia que ya indicaban que dicha confluencia era dudosa. «En particular, la industrialización no desempeñó un papel importante en la reciente experiencia de convergencia; el crecimiento aumentó no debido a la rápida industrialización, sino a pesar de su ausencia. La transformación estructural tuvo lugar, pero tomó la forma de mano de obra que se trasladó de la agricultura a los servicios urbanos».

Hay muchas más señales de que la industrialización ya no es el impulsor del crecimiento que alguna vez fue. Una de las razones es que desde 1980 la innovación en los sectores manufactureros de las economías avanzadas ha estado centrada en la automatización y el ahorro de mano de obra. El resultado es que la industria ya no es capaz de absorber masivamente la mano de obra con baja formación como ocurría antes. «Esto ha sido particularmente importante para los países de bajos ingresos, ya que la mano de obra poco calificada es el único recurso en el que están bien dotados», recuerda Rodrik.

Por lo tanto, convendría pensárselo dos veces cuando despreciamos la economía de servicios.

Una segunda verdad asumida tiene que ver con la inflación que hasta ahora había sido calificada de transitoria. Varios economistas están recordando estos días que el papel que jugó China en la estabilidad de precios, presionándolos a la baja cuando inundó el mundo con sus productos baratos, puede haber llegado a su fin después de dos décadas. China ya no es el país que únicamente ofrece mano de obra barata y su población tiene otras demandas.

Conviene ir tomando nota de estos cambios en ‘el país de camareros’. jmuller@abc.es

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