Las consecuencias económicas de la guerra

A partir del siglo XX, la economía dejó de ser sólo una excusa para hacer la guerra y se transformó en una manera de entender y gestionar los conflictos armados que se consagró con la tesisde la Destrucción Mutua Asegurada de la Teoría de Juegos

Robert Oppenheimer, padre de la bomba atómica, y, a su lado, John von Neumann, creador de la Teoría de Juegos.

La economía y la guerra, por ser actividades humanas, han tenido una relación íntima a lo largo de la historia. Durante gran parte del siglo XIX, la idea de Von Clausewitz de que «la guerra es la continuación de la política por otros medios» dominó ... la forma de entender este fenómeno. Pese a su énfasis en el historicismo –el militar prusiano afirmó que «cada era tiene su propio tipo de guerra»–, su obra no escapaba a la fascinación por la mecánica de Newton que existía en su tiempo y que permitía describir las guerras como un juego de equilibrios de poder entre las potencias europeas.

La Primera Guerra Mundial fue un ‘shock’ histórico que tuvo repercusiones en ámbitos tan diferenciados de lo militar como el arte y la filosofía. Pero es sobre todo en el período de entreguerras donde la economía comenzará a alzar la voz sobre las demás disciplinas con la publicación en 1920 de ‘Las consecuencias económicas de la paz’, donde John Maynard Keynes vaticinó que las gravosas condiciones impuestas a Alemania en el Tratado de Versalles abocarían al continente europeo a un nuevo conflicto en poco tiempo. Es en ese momento cuando la relación entre guerra y economía empieza a cambiar. La economía deja de ser una mera excusa para guerrear en pos de la apropiación de recursos y se convierte en una disciplina capaz de explicar y hasta gestionar lo bélico como había ocurrido antes con la historia, la política o las matemáticas.

La Segunda Guerra Mundial contribuyó de manera decisiva a trasladar los conceptos bélicos a la empresa. La mayoría de los gestores, muchos de los cuales habían pasado por los campos de batalla, empezaron a hablar de planificación estratégica y de fijación de objetivos. Pero será con la llegada de la Guerra Fría que la economía se consagrará como modo de entender la guerra. Y será gracias a un método matemático concebido para simular interacciones entre personas: l a Teoría de Juegos desarrollada por John von Neumann y Oskar Morgenstern, de la Universidad de Princeton. Esta teoría alcanzaría su máxima popularidad con la tesis de la Destrucción Mutua Asegurada (MAD, por sus siglas en inglés que además significan «loco»), un juego en el que los dos participantes no pueden ganar. La principal derivada estratégica de MAD fue la política de disuación nuclear: ni la URSS ni EE.UU. se enfrentarían directamente, aunque podrían hacerlo a través de sus aliados o en escenarios de tercer orden.

Conceptosde la estrategia militar pasaron al mundo de los negocios consus limitaciones de origen

En un artículo publicado en 2013 (’The Strategic Plan is Dead. Long Live Strategy’ de Dana O’Donovan y Noah Rimland Flor), los autores sitúan el origen del concepto ‘estrategia empresarial’ en los campos de batalla. Sostienen que, a pesar del caos inherente a la guerra, los líderes militares gozaban durante mucho tiempo de un alto grado de estabilidad. «El pasado era un buen predictor del futuro», explican. «Pasaban años o décadas entre que se produjeran cambios significativos en las variables básicas, como el poder de las armas o el alcance de una aeronave». Otros dos factores, reseñan, influyeron mucho en la toma de decisiones militares. El primero fue la escasez de datos fiables. «Los exploradores y espías tenían que arriesgar sus vidas para encontrar y transmitir información, y tenían que estar siempre atentos a las celadas del enemigo». Y, en segundo lugar, «las líneas de comunicación no eran fiables» por lo que las órdenes debían ser cortas, claras y aplicarse de arriba a abajo.

«Tras la Segunda Guerra Mundial, cuando la estrategia militar entró en el mundo de los negocios, también lo hicieron estas limitaciones», escriben O’Donovan y Rimland. Como resultado, se predecía el futuro basándose en el pasado, se invertían muchos recursos en reunir datos y el estilo de mando era totalmente jerárquico.

Este enfoque sobrevivió razonablemente bien en el mundo empresarial entre las décadas de 1950 y 1990. Pero con la digitalización y la globalización, el mundo cambió. El futuro ya no es razonablemente predecible en base al pasado, los datos son abundantes y baratos, y la comunicación es rápida, indiscriminada y constante.

Las nuevas guerras, como la de Kosovo, Irak o Afganistán también han tomado de la economía un marco conceptual: la gestión de riesgos. Esta es la tesis central del libro ‘War as Risk Management’ de Yee-Kuang Heng, profesor de la Universidad de Tokio. En él, además de fijar un marco analítico donde recoge, entre otras aportaciones, la teoría del riesgo global del filósofo alemán Ulrich Beck, Heng contempla estas acciones como un fenómeno permanente que se puede gestionar bajo principios como la precaución, la proactividad (y no reactividad), el cálculo de probabilidades y los riesgos sistémicos. Todo esto resulta coherente con la idea de las «guerras híbridas» –la convergencia de la guerra convencional con las tácticas terroristas y el uso del ciberespacio, la economía y la sociedad como campo de batalla– actualmente en boga.

Es pronto para sacar lecciones de la invasión rusa de Ucrania, pero ésta tiene un aspecto antiguo (amenaza territorial, movimientos de grandes masas de soldados, apelación a la historia, etc.) que hace pensar en una repetición del pasado, como si Putin estuviera invocando a Clausewitz. No cabe duda de que, tarde o temprano, la economía, además de servir de campo de batalla, también ofrecerá un marco para entender lo ocurrido.

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