El inesperado giro del CO2: de villano a aliado en la transición energética
La captura del carbono para nuevos usos o almacenamiento es una tecnología incipiente pero llena de posibilidades por la que comienzan a apostar algunas empresas españolas
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Iniciar sesiónEs el tercer pilar que sostendrá el puente hacia la descarbonización de la economía europea. Además de la eficiencia energética y de potenciar las renovables, la captura, utilización y almacenamiento de C02 (CCUS, por su siglas en inglés) es otra opción prometedora que contribuirá ... a una Europa neutra de emisiones de gases de efecto invernadero, responsables del cambio climático. Las experiencias piloto ya han demostrado que hay suficiente tecnología, pero hace falta escalarla con los primeros proyectos que se pongan en marcha, y que todavía son pocos. No obstante, muchos miran (entre ellos la Agencia Internacional de la Energía y la UE) hacia esta disruptiva tecnología con grandes esperanzas porque contribuirá a reducir, según estimaciones, en torno al 10% de emisiones de C02 en 2050. Y cuando se trata de conseguir una Europa neutra en dióxido de carbono, todas las alternativas suman. El reto resulta tan colosal que «tenemos que contar con todas las tecnologías que estén a nuestro alcance. Cada una tiene su mercado, su competitividad, sus pros y contras», afirma Margarita de Gregorio, directora de la sección de Biomasa de APPA Renovables y coordinadora de la plataforma Tecnológica de la Biomasa (Bioplat).
Y como toda nueva tecnología hacen falta fuertes inversiones, reducir costes para que sea viable y competitiva económicamente y, si no se almacena, desarrollar nuevos procesos para convertir el CO2 en productos que tengan un valor añadido y se puedan comercializar. «A medida que las tecnologías se desarrollan, realizando más pruebas pilotos y más proyectos, los costes se abaratan, tanto por la adopción de nuevas tecnologías más eficientes como por un proceso de “aprender haciendo” en los proyectos», explica Jacobo Canal, experto en Geomecánica de Repsol, una de las empresas españolas que ha incorporado a su portfolio de descarbonización las tecnologías CCUS.
Donde la captura del C02 puede tener un papel muy relevante es en determinadas industrias cuyos procesos productivos requieren gran cantidad de energía y realizan enormes emisiones de este gas. Por un lado, «en el procesado de gas natural en origen, la fabricación de hidrógeno gris, la obtención de amoniaco y la fabricación de etanol, que concentran hasta un 96% de C02 », indica Vicente Cortés, presidente de Inerco (una consultoría para el desarrollo industrial sostenible ) y ex asesor para el seguimiento de proyectos de captura de C02 financiados por la Comisión Europea.
Por otro lado, cazar el gas responsable del efecto invernadero puede resultar muy útil en fábricas de cemento, de acero, combustión en refinerías y petroquímicas, en las que la electrificación, a través de renovables, no parece ser una alternativa viable para su descarbonización. «Si se electrifican estos procesos requerirán una electrificación intensísima y esa electricidad tendría que estar producida por fuentes renovables. Dónde vamos a poner tantas renovables como serán necesarias para el consumo que tenemos, que además se incrementará cuando estas industrias se descarbonicen, pasen a lo eléctrico y no entre ningún combustible fósil. Teniendo en cuenta además que toda la térmica y la nuclear va a ser sustituidas por renovables», explica Luis Díaz Fernández, presidente de la Plataforma Española del C02 (PTEC02 ).
Mercado de emisiones
Aunque estas industrias utilizasen renovables como fuente de energía, no podrían evitar las emisiones. «Por ejemplo, la materia prima del cemento, el carbonato cálcico, al descomponerse es C02 y supone el 60% de lo que puede emanar una de estas centrales. Es decir, que las emisiones de combustibles se pueden reducir pero las emisiones del proceso no. Y no hay tecnología para cambiar ese proceso», detalla Vicente Cortés. «Las renovables no son las soluciones para todo», sostiene Margarita de Gregorio. Por tanto, si al lado o cerca de una cementera se instala una planta de captura que caze el C02 que emite, se convertiría en una central neutra de carbono.
Hay otra carta en juego: el mercado de los derechos de emisión, como indica Cortés. «Ahora mismo —dice— es más barato pagar 40 euros por tonelada de C02 emitida, que los 90 o 100 euros que supondría capturar, transportar y almacenar esa tonelada». Y si bien se espera que el precio de los derechos de emisión de C02 va a subir, ya que la UE reduce cada año el número de emisiones que se pueden expulsar a la atmósfera, eso entraña otro riesgo: si los precios de emisión suben y la captura de C02 es cara, «estas empresas se deslocalizarán e irán a otros países», sostiene Cortés.
Se estima que esta tecnología reducirá sobre un 10% las emisiones de CO2
Por eso, ante las fuertes inversiones que requiere ahora capturar C02 , el apoyo público podría ser un acicate que animaría a las compañías a implementar estas tecnologías, igual que en su momento «las renovables disfrutaron de primas e incentivos, que hoy no tiene la captura del carbono», considera Cortés. Y no solo él. «Dado que toda la cadena de valor se encuentra en la etapa inicial de despliegue se necesitan políticas públicas e incentivos para estimular toda la inversión requerida», también apoya Miquel Lope, director general de Carburos Metálicos y vicepresidente de Air Products Sur de Europa y el Magreb.
Utilidades
¿Y qué salidas tiene el carbono recuperado? Una vez sometido a un proceso (o varios) de conversión sus utilidades son más de las que podamos imaginar. «Hay más de 40 productos derivados del C02 y más de 70 rutas posibles para su obtención con distintos niveles de desarrollo, desde tecnologías emergentes hasta procesos productivos operando a escala industrial, como por ejemplo ocurre con la fabricación de urea, que es un fertilizante», explica Cortés. «Los americanos llevan años empleándolo en la recuperación mejorada del petróleo. Inyectan C02 a yacimientos casi vacíos o donde el petróleo está difuminado entre arenas y roca para recuperar el carburante y el C02 se queda atrapado. Se usa para producción de fertilizantes, de microalgas, en invernaderos... Y se pueden hacer polímeros que puedan ser una especie de sustitutivos del plástico... », indica Luis Díaz. También Miquel Lope enumera su uso en múltiples sectores: desde «la carbonatación de refrescos y tiraje de cerveza hasta la conservación de alimentos y de muestras y tejidos en laboratorios, medicamentos, agricultura, tratamientos de aguas, refrigeración y congelación...».
El negocio también está en investigar procesos de conversión del C02 en nuevos productos. Combinado con hidrógeno, se puede llegar a generar «metano, metanol, químicos intermedios y combustibles líquidos sintéticos», estos últimos estarían descarbonizados y serían compatibles con los coches actuales, también con aviones y barcos. Hay más oportunidades, por ejemplo, Repsol trabaja con el C02 «en la fabricación de nuevos materiales, desde la síntesis de polímeros, que permiten fabricar espumas para asientos o colchones o films plásticos», señala Jacobo Canal.
Almacenamiento
Si el C02 capturado no se somete a procesos de conversión, tiene otro destino: el almacenamiento geológico en el subsuelo. Así, «se quita de la circulación definitivamente», asevera Cortés. La solución más eficaz es utilizar antiguos depósitos de petróleo y gas natural ya agotados. «Estas formaciones están preparadas para retener un gas como lo han hecho con el petróleo o el gas natural durante miles de años. En Escocia, Noruega y Holanda se hace desde hace tiempo», indica Cortés. En España no existe esa opción. Por eso, «si el almacenamiento fuera en esos depósitos en el extranjero, tendríamos que transportarlo en barcos y pagar», añade Luis Díaz.
Sin embargo, sí «tenemos capacidad para almacenarlo en formaciones acuíferas salinas profundas», añade Díaz. Es una opción también muy eficaz. A mil metros de profundidad, con el tiempo, el dióxido de carbono se disuelve en el agua (no apta para consumo) de la formación almacén y termina convirtiéndose en minerales y ocupando el espacio poroso. Pero, según Cortés, es una tecnología «que está menos avanzada».
Existe otro handicap: el almacenamiento del C02 no cuenta con muy buena aceptación entre la opinión pública española. Y por tanto, tampoco entre los Gobiernos, señalan diferentes expertos. Solo hay que recordar el caso del almacén de gas submarino Castor, frente a las Costas de Vinarós y el Delta del Ebro, que fue clausurado tras generar diversos seísmos en 2013. Sin embargo, almacenar C02 «se ha demostrado que es seguro y existen ejemplo de instalaciones de almacenamiento que están funcionando en todo el mundo», defiende Miquel Lope.
Capturado, almacenado o reconvertido en nuevos productos, desarrollar la cadena de valor del CO2 es una alternativa que suma para lograr reducir las emisiones de este gas de efecto invernadero, algo en lo que Europa, el mundo, se la juegan.
Abrir camino en España
Dos proyectos CCUS pioneros verán la luz en los próximos años en España. Repsol tiene la intención de construir en el puerto de Bilbao, junto a otros socios, una de las mayores plantas del mundo de producción de combustibles sintéticos cero emisiones netas, a partir del CO2 (capturado en la refinería cercana de Petronor) e hidrógeno producido con electricidad 100% renovable. Ese combustible «se puede usar en los motores actuales de automóviles, camiones o aeronaves», señala Jacobo Canal. La planta requerirá una inversión inicial de más de 60 millones de euros y estará totalmente operativa en un plazo de cuatro años. En una primera fase, escalable a una posterior etapa comercial en función de los resultados, se obtendrán 50 barriles al día de combustible sintético.
Además, Repsol ha puesto en marcha otro proyecto de captura y almacenamiento de CO2 vinculado al gran yacimiento de gas natural de Sakakemang en Indonesia. Y a través del fondo de inversión de la Oil&Gas Climate Initiative, impulsa, junto a sus socios, el desarrollo de tecnologías de captura, utilización y almacenamiento de carbono.
El otro proyecto pionero es de la compañía española de Carburos Metálicos (forma parte del grupo Air Products) que construirá y operará una planta de recuperación, depuración y reutilización del CO2 procedente de la central de generación energética de Bioeléctrica de Garray que ENSO (Energy Environment and Sustainability) tiene en la localidad soriana de Garray. Esta central de biomasa, en funcionamiento desde 2013, proporcionará la energía y el vapor necesarios para la captación y el procesamiento del CO2. Se espera que la planta empiece a funcionar en junio de este año.
La planta de biomasa de Garray utiliza como combustible biomasa forestal procedente de podas y limpieza de los bosques y subproductos de actividades agrícolas. «El procesado de CO2 tendrá un impacto medioambiental muy positivo en Garray y su entorno al evitar la liberación a la atmósfera de gases contaminantes», considera Miquel Lope.
No es la primera experiencia de este tipo para Carburos Metálicos, que también tiene en funcionamiento una instalación de captura y reutilización de CO2 en Telde (Gran Canaria) para evitar las emisiones de los hornos de Vidrieras Canarias.
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