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Guerra abierta entre el Gobierno socialista de António Costa y el Banco de Portugal

El Ejecutivo pretende desautorizar a la institución y nombrar un órgano paralelo para la supervisión de la banca

El presidente de Portugal, Antonio Luis Santos da Costa, pronuncia su discurso en una asamblea de la ONU en Nueva York EFE

FRANCISCO CHACÓN

El Gobierno socialista de António Costa y el Banco de Portugal (BdP), capitaneado por Carlos Costa, se han declarado la guerra ante los atónitos ojos de los ciudadanos lusos, incapaces de entender cómo es posible que no haya una mayor sintonía entre ellos.

Como telón de fondo, el intento del Ejecutivo de limitar las atribuciones del BdP, en vista de que sus decisiones no impidieron ni la bancarrota del Espírito Santo ni la sobreexposición de diversas entidades a los créditos hipotecarios de dudoso retorno.

Por su parte, el gobernador de la institución reguladora hable de “intento de control y atentado a la independencia del Banco de Portugal”.

Las acusaciones mutuas suben de tono a solo unos días de las elecciones municipales del domingo 1 de octubre y, sobre todo, con la recuperación económica de fondo pero lastrada por los graves problemas de la banca al otro lado de la frontera.

Carlos Costa accedió al cargo en 2010, con el socialista José Sócrates (hoy sospechoso de seis delitos de corrupción) en el poder. Menos de un año después, el país se vio obligado a solicitar un rescate de 78.000 millones de euros a la ‘troika’ formada por el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea.

La crisis hunde Portugal y todo estalla cuando el Espírito Santo se declara en quiebra en agosto de 2014. Pero entonces gobernaba el conservador Pedro Passos Coelho, quien no apostó nunca por la confrontación.

Las cifras respaldan al Ejecutivo, pero hay dos talones de Aquiles que se han afanado en arrinconar: la fragilidad de la banca y la deuda pública

El asunto dio un vuelco desde que el Partido Socialista tumba ese gobierno a través de una moción de censura apoyada por los comunistas y el Bloco de Esquerda. El clímax, no obstante, se alcanzó en tiempos más recientes, con Millennium BCP vendido a un consorcio chino ( en un 30% ), Banif en manos del Santander y Caixabank tomando posesión del BPI.

Los créditos tóxicos han hecho estragos en el sistema financiero portugués y el primer ministro actual, el socialista António Costa, se ha despachado a gusto en varias ocasiones a propósito de la misión del BdP.

Así las cosas, llegamos al contexto actual. Las cifras respaldan al Ejecutivo, pero también es cierto que hay dos talones de Aquiles que se han afanado en arrinconar : uno es la referida situación frágil de la banca, el otro se centra en la galopante deuda pública.

Hace unas semanas, Carlos Costa no pudo resistirse a protestar en voz alta. Sucedió en el marco de una conferencia, donde se permitió proclamar a los cuatro vientos las siguientes palabras: “La tentación de reducir la independencia de los bancos centrales no se manifiesta solo en los países del Sur, así que no es únicamente una cuestión portuguesa”.

Al Ministerio de Finanzas, encabezado por Mário Centeno (sí, el “Ronaldo de la economía europea” , según la definición de su homólogo alemán, Wolfgang Schaüble), no le hizo ninguna gracia escuchar semejante mención. La guerra estaba servida.

Fuentes próximas a Centeno señalaron que era “lamentable” que hubiese pronunciado esas frases y afirmaron: “Nunca fue esa la intención del ministerio en relación al Banco de Portugal. Esperamos que el señor gobernador se retracte de esas declaraciones, en nombre de unas relaciones institucionales saludables”.

Las peticiones del Gobierno

La respuesta de Carlos Costa , sin embargo, no se ha producido porque no planea en absoluto dar su brazo a torcer. La tensión se puede cortar y algunos episodios no han hecho más que avivar la llama. Por ejemplo, cuando Bruselas se dispuso a presionar al Gobierno luso para que consensuara por fin un presupuesto el año pasado: las discrepancias internas acerca de la distribución de dividendos al Estado echaron más leña al fuego.

Y la actitud del Ejecutivo socialista ha empeorado las circunstancias, en vista de que parece empeñarse en poner en marcha un órgano paralelo. En efecto, ha encargado a un grupo de trabajo (designado a dedo) la elaboración de un nuevo modelo de supervisión financiera.

En virtud de este esquema de última hornada , el liderazgo de la autoridad nacional de resolución bancaria dejaría de recaer sobre el BdP y pasaría a un administrador nombrado por el Ministerio de Finanzas. Pero la cosa no se detiene aquí: también se pretende modificar el procedimiento por el cual se elige al gobernador del Banco de Portugal.

Para colmo, el contexto y las dificultades no dejan de repetirse, lo que convierte en insostenibles los vínculos entre unos y otros. ¿Motivo? Se está negociando el Presupuesto General para 2018 y de nuevo la cuestión de los dividendos vuelve a estar en la palestra.

Para e Gobierno de António Costa , el impacto positivo del programa de compras de deuda pública del BCE en los resultados del Banco de Portugal debe traducirse en un incremento de los dividendos distribuidos.

La entente se halla lejos todavía de lograrse. Solo se desbloqueará el asunto si ese montante oscila entre los 450 y los 500 millones de euros.

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